Mª Magdalena -19 / ¿Dónde está Jesús?

Final de «MARIA MAGDALENA». Esta colección de relatos termina aquí, con la pregunta que se hacen los discípulos sobre el paradero final del Maestro de Nazaret, ‘¿Dónde está Jesús?’. Ellos, que viven aún entre la luz y las sombras, quieren expresar así su propia incredulidad e incomprensión, pero también la gran afición que tomaron a su persona y al significado de su mensaje.

La continuidad de las propuestas de Jesús estará asegurada por la fidelidad y las obras de sus seguidores más que por sus palabras; su misma vida será luz encendida para siempre, «Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara ni del sol, el señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos».

“MARIA MAGDALENA”

19.- ¿DÓNDE ESTÁ JESÚS?

+ Los discípulos mayores regresaron con prisa a la ciudad, y todos los demás tras ellos, por grupos y sin hablar apenas nada. Algunos comentaron que, aun temiendo por sus vidas, debían viajar al anochecer del día siguiente a Jerusalen. Otros marcharon de aquel lugar separándose del grupo por el momento. Nuevas dudas y temores reaparecieron en muchos, preguntando con inquietud:

– ¿Dónde está Jesús? ¿Cuándo volverá?
– ¿A dónde iremos? ¿Lo volveremos a ver?
– ¿Qué diremos si nos preguntan por el cuerpo?

+ Vivíamos entre la nueva luz y las viejas sombras, en ese crepúsculo de incertidumbres que pronto tocará a su fin. En verdad los que presenciamos la crueldad de lo ocurrido con Jesús pocas semanas antes, quisimos olvidar pero no fue posible. Yo sentí que mi alma entera temblaba todavía al recordar, cuando lo veía así doliente aún y ensangrentado.

Días después lo vimos de nuevo en Galilea, oímos su voz y comimos con él, y nos pareció soñar. Sólo el silencio pudo guardar el secreto de este misterio divino, escondido en nuestros pobres corazones, tan difícil de entender y de creer. Comentaron que debíamos dar a conocer esta buena noticia, pero la verdad es que no supimos qué hacer ni qué decir.

+ El primer día de la semana siguiente a su partida nos reunimos en una aldea próxima a Caná, en la casa de unos amigos del maestro Jesús. Todos supimos que allí nos esperaba nuestro Señor, que debíamos ir sin que nadie nos llamara. Pedro y Juan nos hablaron de su último encuentro y conversación con Jesús Galileo, confesaron su fe en él con mucha seguridad y nos animaron a seguir.

Repartimos el pan como Jesús nos había enseñado. Ese día yo misma preparé de madrugada en la hoguera los panes que Pedro bendijo y repartió entre todos. Lo mismo hicimos con el vino y los peces que otros discípulos pusieron sobre la mesa: «Tomen, coman, es mi cuerpo entregado por ustedes».

Eran sus propias palabras. En el momento del recuerdo hicimos como si nada hubiera cambiado, sabiendo bien que ya todo será diferente. Cantamos y danzamos largo rato mirando hacia el horizonte y con los ojos humedecidos, abrazados unos a otros en silencio, creyendo adivinar lo que cada uno escuchó en su interior.

Yo soy pan de vida
tu vida entera
pan para el desierto
vida verdadera.
Pan que resucita
pan del cielo
en la vida en la muerte
yo soy tu pan de vida.

Vivimos en aquellos momentos varias bienaventuranzas a la vez y nuestra dicha fue completa. Nuestras dudas y preguntas enmudecieron por unos instantes.

– Qué bien estamos aquí.
– Quédate con nosotros, Señor.

+ Hicimos esto mismo las semanas siguientes mientras nos fue posible, hasta que llegó el acoso a que nos sometieron las autoridades religiosas. En estos encuentros celebramos la paz y la luz que nuestro Señor Jesús Galileo nos comunicó, también recordamos su misma vida y su mensaje. La memoria y la comunión nos animaron a continuar el camino y a vislumbrar un mundo diferente que él llamó Reino de Dios.

Esos primeros tiempos sentimos en nuestras reuniones la felicidad de la nueva vida y que las viejas sombras de la muerte y del mal permanecerían, porque vivimos todavía un tiempo mezcla de dicha y tristeza, de luz y de sombras, de vida y de muerte.

– No teman, yo vencí a este mundo falto de amor, de muerte y violencia.
– El dolor y la muerte están derrotados para siempre, no pasen miedo.
– Créanme, yo soy Señor de vivos y muertos, ahora y por la eternidad.

+ Sentí desde entonces como un hermanamiento extraño entre felicidad, amor y sufrimiento, como si en eso mismo consistiera la vida recién entregada, así por el tiempo y los años en adelante hasta que él vuelva.

Contentos cuando los acosen
expulsados y despreciados por mi causa,
felices cuando crean y esperen
vencida toda tristeza, toda derrota,
descansen en la casa del reino en sus estancias,
gusten mi abrazo amigo abrazo del Padre.

* Imagen: Rembrandt H., La Cena de Emaús, 1648. Unos discípulos regresan a su casa de Emaús muy decepcionados por los acontecimientos. Reunidos en la mesa con el compañero de camino, creen reconocer a Jesús resucitado cuando partió el pan al anochecer y ellos lo tomaron. Los rostros, la mesa, el pan, la habitación, todo quedó transfigurado por su repentina presencia. Cf. Evangelio de san Lucas c,24.
__

Como final vean también este clásico poema y canto al misterio de la Eucaristía. Letra de Santo Tomás de Aquino, música de César Franck.

El pan angélico
se vuelve pan de hombres.
El pan celestial
pone fin a las imágenes.
¡Qué maravilla!
Comen al Señor
el pobre, el siervo y el humilde.
Oh, Dios trino
y uno, te rogamos:
visítanos,
como te adoramos.
Por tus caminos guíanos
hacia donde nos dirigimos,
hacia la luz en la que habitas.
Amén.

__

Siendo este ya el último capítulo, verán aquí el ÍNDICE de los capítulos y enlaces de «María Magdalena y Jesús de Nazaret. Recuerdos y confesiones».

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.