Amanecer cada día saludando a Dios. Encontré de nuevo estos versos que son oración para comenzar el día. También en tiempos duros vivir la vida con esperanza y alegría, las tareas cotidianas tan diversas.
Será saludo y agradecimiento, petición de luz para vivir despiertos y caminar en la verdad. Lo aconsejó el evangelio para evitar engaños y tropiezos. Este tiempo que vivimos pasará veloz.
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Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
Tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
Tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
Tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos
¡vencedor de tu muerte y de la mía!
–Bernardo Velado
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Vean en comentario una hermosa oración de ofrenda y de confianza, de santa Gertrudis de Helfta.
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Deseando vivir cada día más el Evangelio, cantamos y rezamos esta oración atribuida a San Francisco de Asís. ‘Canto católico’ es un grupo universitario de Santiago de Chile. Parece que fue compuesta con ocasión de la visita del Papa Francisco a Chile.
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Recuerden para el mes de diciembre la oración del Papa: «Recemos por los catequistas, para que anuncien y sean testigos del Evangelio con valentía, creatividad y con la fuerza del Espíritu Santo».

Es una íntima oración pidiendo ayuda, con mucha confianza y amistad:
«¡Jesús, buen Pastor, cuídame! ¡Que tu divino poder, tu sabiduría y bondad, mi Dios, mi dulce amor, me bendigan! ¡Que me hagan caminar en tu seguimiento con voluntad solícita, renunciar a mí mismo sinceramente y te siga de la manera más perfecta con corazón, espíritu y alma entusiastas! Venid, hijos, escuchadme: os voy a enseñar el temor del Señor. ¡Jesús, buen Pastor, haz que escuche y reconozca tu voz, libérame de lo que me impide ser tuya! ¡Levántame con tus brazos, hazme descansar sobre tu pecho, a mí, tu oveja hecha fecunda por tu Espíritu! Enséñame cómo temerte, muéstrame cómo amarte, dime cómo seguirte…
Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso. Protector de mi alma y refugio en la desgracia, defiéndeme en toda tentación, rodéame del escudo de la verdad. Permanece conmigo en todas mis tribulaciones: tú que eres mi esperanza, defiéndeme siempre de los peligros del cuerpo y del alma y protégeme.»
Santa Gertrudis de Helfta. Ejercicios IV. Monja benedictina (1256-1301)