Los gestos, las palabras, sus miradas, nos interesó todo de la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo, el hijo de Dios, para mejor conocerlo y ver de imitarlo. Dios se nos presentó como uno más de nosotros para decirnos algo, no así los falsos dioses de barro ni los ídolos de oro:
– Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. (salmo 115)
En concreto hoy seguiremos la pista de algunas miradas de Cristo, divinas miradas, que nos hablarán de su modo de ser y de lo que más importa para Él. Tras la mirada va el corazón, dicen.
– Modos diversos de ver la vida y las personas: habrá miradas de aprobación o condena, miradas que hieren, también miradas que acarician y consuelan.
De Jesús de Nazaret observamos en el evangelio su mirada de amistad y de compasión, a personas y grupos. Miradas que salvan, solo quiso ayudar:
. . Viendo Jesús que lo seguían, les preguntó:
¿Qué buscan? Maestro, dónde vives. Vengan y lo verán.
. . Jesús vio a un hombre llamado Mateo cobrador de impuestos, le dijo:
¡Sígueme!
. . Jesús vio un hombre inválido, cerca del templo:
¿Quieres curarte? Señor, no tengo a nadie. Levántate y echa a andar.
. . Vio mucha gente que lo seguía, hambrienta, y se compadeció:
Bendijo los panes y los repartió.
. . Jesús vio una viuda pobre, que echó dos moneditas en el templo:
Todo lo que tenía para vivir.
. . Viendo el gentío le dio lástima, lo vio desanimado y perdido:
Andaban como ovejas sin pastor.
. . El Señor miró a Pedro, Pedro recordó y lloró:
Antes que cante el gallo, me negarás.
. . Jesús, al ver desde la cruz a la Madre y al discípulo, dijo a la Madre:
Mujer, ahí tienes a tu hijo.
* Fotograma del film «El Evangelio según San Mateo» (1964), de Pier Paolo Pasolini.
«Un discípulo no es más que su maestro. Basta con que el discípulo llegue a ser como su maestro.» (s Mateo c.10)
SEÑOR, dame tu mirada, que yo vea todo con el corazón, que mire sin prisa y me detenga. / Dame, Señor, tu afán por comprender, para animar y ayudar, no para juzgar. / Líbrame, Señor, de la ira y del orgullo, para bendecir siempre y acoger, nunca maldecir. / Dame, Señor, tu mirada que sana y reconforta, tu mirada que perdona y siempre disculpa.
Verán más sobre la persona y el mensaje, en «El Rostro de Cristo», y también en «Jesucristo», eBook, pdf.
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Dame, Señor, tu mirada y pueda yo ver desde allí
el día que empieza, el sol que calienta y cubre los montes de luz.
Dame, Señor, tu mirada y pueda gozar desde allí
que el día declina y anuncia las noches de luna cuando viene abril.
Dame, Señor tu mirada, grábala en el corazón,
donde tu amor es amante, tu paso constante, tu gesto creador.
Dame, Señor, tu mirada y entrañas de compasión;
dale firmeza a mis pasos, habita mi espacio y sé mi canción.
Dame, Señor, tu mirada y entrañas de compasión.
Haz de mis manos ternura y mi vientre madura: ¡Aquí estoy, Señor!
(Autora. Cecilia Rivero, Religiosa de la Sociedad del Sdo Corazón de Jesús)
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