– Jesús vino de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan. Luego se abrieron los cielos y el Espíritu de Dios bajó como una paloma y se posó sobre Él. Se oyó una voz del cielo: ¡Este es mi Hijo, el Amado! (san Mateo c.3)
La gente siguió a JESÚS de Nazaret sin saber mucho, se notó un interés y una necesidad. Él quiso darse a conocer, en varias ocasiones preguntó: ‘¿Qué piensan de mí? ¿Quién dice la gente que soy yo?’
– Un PROFETA, para decirnos qué quiere Dios.
– Un MESÍAS, para darnos la libertad.
Algo así pensaron los dos de EMAÚS que marcharon decepcionados. En nuestro tiempo los entendidos notaron indiferencia y desinterés por la religión, y críticas a los creyentes.
‘Dios y la religión, me resulta teórico y lejano’… su camino personal.
‘No me dice nada, no cuento con él’… sin su presencia cercana.
‘Demasiado exigente, me complicará la vida’… sin su aporte de luz.
‘Ocupado en lo concreto de cada día’… sin su fuerza para vivir.
* Christus Pantokrat. Grecia_1600.
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JESUCRISTO será hoy un desconocido para mucha gente, pero en otros estará brotando un interés por conocerlo y por la Fe, buscando una luz para el camino.
– Algunos preguntaron: ¿Eres tú el que vendrá o esperamos a otro?
– Otros se dijeron: ¿Cristo, quién eres tú para mí?
«Si confiesas que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Si crees en Él no quedarás defraudado» (Romanos c.10).
«No es la fe una mera adhesión del intelecto a un principio abstracto, sino un acto de abandono y de entrega cordial, una serena confianza» (Miguel de Unamuno).
Por si dudáramos, cuando dudemos, seremos invitados a subir a la montaña y a escuchar en nuestro interior esa voz misteriosa pero clara que te dice, que nos pide: ¡Es mi Hijo amado, escúchenlo!
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Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino.
–Antonio Alcalde
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