También el rey David fue amigo de Dios a pesar de sus fallos. Fue pastor y rey, abusó de su poder y de la confianza divina, pero reconoció su culpa y suplicó el perdón.
El Dios de la Alianza le reprochó su conducta ingrata, su pecado, pero lo recibió y abrazó como buen padre. La amistad de Dios nunca falla, su fidelidad dura por siempre, eterna alianza.
El Evangelio hablará de un hijo pródigo y de su buen padre. El mismo Jesús recibió a pecadores y comió con ellos, animando a recuperarse: ¡No peques más! Una historia interminable de paciencia y misericordia.
# Esta fue la oración del Hijo pródigo, que arruinado y avergonzado pensó regresar a la casa del Padre:
– Volveré donde mi padre y le hablaré.
Padre, he pecado contra Dios y contra ti
ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus asalariados.
Se levantó y fue donde su padre.
# Esta será la oración de David, el ‘Miserere’, no queriendo perder la amistad de Dios:
Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad,
purifícame de mi pecado.
.. Lávame y quedaré más blanco que la nieve,
renueva en mi interior un espíritu firme.
.. No me retires tu espíritu santo,
lléname de gozo en tu presencia.
La conversión y el perdón sincero serán presentados en el Evangelio como una resurrección, el paso de la muerte a la vida: «Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo encontramos».
Cf. textos en san Lucas c.15; salmo 51; 2 Samuel c.11.
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Por su lucha interior y agitada fidelidad, recordé el texto de Miguel de Unamuno que dejó escrito en su tumba de Salamanca:
«Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar»
(De su salmo III. Unamuno falleció en Salamanca el 31 diciembre 1936)
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La figura de David músico y poeta, fue evocada en el lindo poema y canción ‘Aleluya’ de Leonard Cohen compuesta en 1984, alusión a su felicidad y dolor, las luces y sombras que hubo también de pasar:
– He oído decir que había un acorde secreto
que tocaba David y que agradaba al Señor
Hice lo mejor que pude, no fue mucho
– Incluso cuando todo se derrumbe
permaneceré frente al Señor de la Música
y no pronunciaré más que el Aleluya.