¿Qué viste de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Vengan a Galilea,
allá el Señor aguarda;
allá verán los suyos
la gloria de la Pascua.
–Liturgia pascual
Fue su fiesta hará pocos días. Quise retomar el propósito de la Magdalena de acercarnos a Jesús de Nazaret que tanto significó para ella. El amor y la amistad crean proximidad, curando heridas, realizando sueños, ¿Eres tú, Señor? El amor buscará la presencia y la figura, ‘contemplar para amar’ lo llamó el santo de Loyola.

María Magdalena, anciana y exiliada, lo explicará así a unos jóvenes que quisieron saber más de Jesús:
«Esta gente amiga llegó hasta mi puerta con pequeñas excusas, acercándose pronto al fuego que nos calentaba. Juntos soñábamos abrazando nuestras manos, y al poco despertábamos sintiéndonos personajes que vivieran en otro tiempo con el Galileo y sus discípulos, en un mundo que nos encantaba, un mundo de ensueño y bienestar.
Eran muy jóvenes y no me resultó difícil poner en marcha sus sentidos de dentro, imaginando y contemplando para que vieran y tocasen, que oyeran y hasta notasen aromas y sabores, ‘Ven, amigo mío, acércate, cuéntame’. Yo los fui llevando de la mano poco a poco hasta el Nazareno que los atraía con fuerza, familiarizados con sus bellos ojos y su semblante agradable. Cantamos abrazados una canción de amor:
Junto a ti
amor
todo es belleza,
tras de ti
mi vida
vuelo sin tregua,
sin ti
bondad suma
solo tristeza.
Sin haberlo visto ya lo amaban, como si en verdad lo conocieran. Las palabras y hasta los gestos del gran maestro les hablaron a ellos mismos, siguiendo paso a paso el camino que marcaba mi discurso, con frecuencia entrecortado por el recuerdo y la emoción, ¡Señor mío, amor mío!»
–Cf. María Magdalena -4 / Frescos recuerdos.
* Imagen: Anton Raphael Mengs, Magdalena penitente, 1765.
Verán en comentario un lindo texto de Isaías, el amor infinito de Dios.
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«Llegó el Esposo, salgan a su encuentro». Las mujeres prudentes y enamoradas que mantuvieron encendidas sus lámparas de la fe y del amor esperando al Señor, con el deseo aunque indignas de entrar en su presencia. Así lo expresó el evangelio y los versos de este cántico:
Nos apremia el amor, vírgenes santas;
vosotras, que seguisteis su camino,
guiadnos por las sendas de las almas
que hicieron de su amar amor divino.
Esperasteis en vela a vuestro Esposo
en la noche fugaz de vuestra vida,
cuando llamó a la puerta, vuestro gozo
fue contemplar su gloria sin medida.
Vuestra fe y vuestro amor fue fuego ardiente
que mantuvo la llama en la tardanza,
vuestra antorcha encendida fielmente
ha colmado de luz vuestra esperanza.
Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero
con la Iglesia de Dios ha celebrado,
no dejéis que se apague nuestro fuego
en la pereza y sueño del pecado.
Demos gracias a Dios y, humildemente,
pidamos al Señor que su llamada
nos encuentre en vigilia permanente,
despiertos en la fe y en veste blanca.
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