= En verdad no recuerdo bien dónde leí la vez primera ni quién me pasó este cuentecito. Seguro que ustedes ya lo oyeron contar, mas a mí no deja de impactarme cada vez que lo leo. Entre la ingenuidad y la ficción, es para el creyente una historia real e interminable: todavía no acabó el Señor de amarnos ni de rescatarnos del todo de las poderosas sombras del mal y de la muerte.
«Un día Satanás y Jesús estaban conversando.
Satanás acababa de ir al Jardín del Edén, y estaba mofándose y riéndose diciendo:
– Sí, Señor. Acabo de apoderarme del mundo lleno de gente de allá abajo. Les tendí una trampa, usé cebo que sabía que no podrían resistir. ¡Cayeron todos!
– ¿Qué vas a hacer con ellos? Preguntó Jesús.
– Ah, me voy a divertir con ellos. Respondió Satanás. Les enseñaré cómo casarse y divorciarse, cómo odiar y abusar uno del otro, y por supuesto, les enseñaré a inventar armas y bombas para que se destruyan entre sí. ¡Realmente me voy a divertir!
– ¿Y qué harás cuando te canses de ellos? Le preguntó Jesús.
– Ah, los mataré. Dijo Satanás con la mirada llena de odio y orgullo.
– ¿Cuánto quieres por ellos? Preguntó Jesús.
– Tú no quieres a esa gente. Ellos no son buenos. ¿Por qué los querrías tomar? Tú los tomas y ellos te odian. Escupirán a tu rostro, te maldecirán y te matarán. ¡Tú no quieres a esa gente!
– ¿Cuánto? Preguntó nuevamente Jesús.
Satanás miró a Jesús y sarcásticamente respondió:
– Toda tu sangre, tus lágrimas, y tu vida.
– Jesús dijo: ¡HECHO!
Y así fue como pagó el precio.»
= Justo será añadir en agradecida respuesta unos versos de Miguel de Unamuno de su gran poema «El Cristo de Velázquez», confesión amorosa ante la figura crucificada tan llena de dolor y de misterio.
Con tu visión de amor a cuyo atisbo
nada se escapa, envuelves al pecado,
y al perdonar al hombre de su culpa
no te perdonas a Ti mismo, el único
hijo de Hombre de pecado libre,
mas el único Tú que lo comprende.
Y así tomaste sobre Ti el pecado,
del bien y el mal la triste ciencia amarga,
la que te hace ser Dios siendo al par hombre,
pues te has hecho pecado por nosotros,
y el cielo pueblas de almas que le arrancas
al mundo, de energías al ladrón.
(III, 3)
* Imagen: Rostro de Cristo, K Argüello.