Las manos de Cristo, la Pascua

    «Los discípulos estaban con las puertas cerradas por miedo. Llegó Jesús y les dijo: la Paz con ustedes. Y les mostró las manos y el costado», san Juan c.20.

«Al tercer día resucitó», dirá el Credo cristiano. El canto de pascua con sus versos invitará a poner la mirada en las manos del crucificado: «Miren las señales de los clavos en mis manos; soy yo, no teman».

Y ante la incredulidad de santo Tomás, el resucitado dirá: «Trae tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado».

El poema que verán fue confesión de fe y amistad, pues la cruz no interrumpe la relación, ni el aparente fracaso limitará la tarea de anunciar la Buena Noticia.

    «Y en esto entró Jesús, se puso en medio,
    Soy yo, dijo a los suyos, vean mis manos;
    serán siempre señal para creer,
    la verdad del Señor resucitado.

    Las manos de la Pascua lucirán
    las joyas de la sangre y de los clavos,
    alianzas de amistad inigualable,
    quilates de un amor que se ha entregado.

    Esas manos pascuales lucharán
    para dar libertad a los esclavos,
    proteger a los débiles, caídos,
    construir la ciudad de los hermanos.

    Oh Señor de las manos traspasadas,
    Señor del dolor resucitado,
    pon tus manos heridas en las mías,
    que te cure del dolor en otras manos».

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Les pondré aquí también los versos ‘Las manos’ de Miguel de Unamuno, viendo al ‘Cristo crucificado’ de Velázquez.

Tus manos, las que abrieron a los ciegos
los ojos, los oídos a los sordos;
las que a la hija de Jairo levantaron;
las que en toque de amor como una brisa
de los niños las sueltas cabelleras
acariciaron; las que repartieron
en tu cena nupcial al despedirte
tu pan que era tu cuerpo, hoy son dos fuentes
que manan sangre. Cae sobre los ojos
de los que ven; cae sobre los oídos
de los que oyen; sobre los cabellos
de los niños también. Y llueve sangre
de las manos del Cristo taladradas
a tierra que fue manos pedigüeñas
antaño y aún a Dios se alzan pidiendo
que les devuelva pordiosera vida.
¡Y con ellas apuñas sendos clavos
manejando los remos de tu cruz!

–El Cristo de Velázquez, III,20

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El Papa Francisco en la homilía de la Misa funeral por Joseph Ratzinger, Papa emérito Benedicto xvi:

– ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz; así  fue toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre. Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos.

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* Dibujo, Rostro de Cristo, fragmento, K. Argüello.

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W.A. Mozart – Coronation Mass – Gloria  – The English Concert

Un pensamiento en “Las manos de Cristo, la Pascua

  1. TOCADME Y CREED

    «Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Hay cuatro razones por las que el Señor enseña a los apóstoles su costado, sus manos y sus pies. Primeramente, para dar pruebas de que, verdaderamente, había resucitado y así quitar de nosotros toda duda. En segundo lugar, para que «la paloma», es decir, la Iglesia o el alma fiel, ponga su nido en sus llagas, como en las grietas de la roca, y encuentre en ellas protección contra el gavilán que la acecha. En tercer lugar, para dejar impresas en nuestros corazones, como insignias, las marcas de la pasión. En cuarto lugar, para prevenirnos y pedirnos que tengamos compasión de él y no le traspasemos de nuevo con los clavos de nuestros pecados.

    Nos enseña sus manos y sus pies: «Ved –dice– las manos que os hicieron y formaron; mirad cómo las han traspasado los clavos. Mirad mi corazón, del que habéis nacido vosotros, los fieles, vosotros, mi Iglesia, igual que Eva nació del costado de Adán; mirad: la lanza lo ha abierto para que se os abra la puerta del paraíso que el querubín de fuego tenía cerrada. La sangre que ha brotado de mi costado ha alejado a este ángel, ha desafilado su espada; el agua ha apagado el fuego… Escuchad con atención, guardad estas palabras y la paz estará con vosotros».

    San Antonio de Padua
    Teólogo franciscano portugués y gran predicador. Es doctor de la Iglesia (Ca. 1195-1231).

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