La noticia me estremeció, me llenó de rabia y de pena: «La madre abandonó a su hija, encerrada y a oscuras más de un mes, con un biberón y unas galletas. La niña Camelia tenía solo 17 meses.»
La niña debió morir de hambre y de tristeza. Lo ocurrido tan doloroso me recordó unos textos de la Biblia: ¡Aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo no te abandonaré!
__
Un grito de auxilio por parte del poeta, confesión de amor de Dios y compromiso por la humanidad que Él ama, aunque a veces dudemos, viendo tanto mal alrededor.
Como prueba él nos enviará a su propio Hijo Jesús para explicarnos y mostrar con hechos su amor, incluso por los que no lo quieren o abandonan. Nuestro Dios es padre y es madre.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Amparo de mi vida es el Señor,
¿ante quién temblaré?
.. ¡No me abandones, no me dejes solo,
mi Dios y Salvador!
Si me abandonaran mi padre y mi madre,
me acogerá el Señor.
Porque él me dará asilo en su cabaña
en tiempos de desdicha,
me ocultará en el secreto de su tienda,
y me alzará sobre la roca. (Salmo 27)
__
Parecido sentir y compromiso expresó años antes el profeta Isaías; su meta animar a un pueblo desterrado que se siente abandonado:
– Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas?
– Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti. Mira cómo te tengo grabada en la palma de mis manos.» [49,15]
______