Venga a nosotros tu Reino

    «Jesús dijo a sus discípulos: Si quieren ser mis seguidores, deberán dejar su propia vida, tomar su cruz y seguirme.
    – La mies es abundante. Rueguen que el Señor envíe obreros a su mies.
    – Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, enseñando lo que yo les mandé. Yo estaré con ustedes siempre»
    /Cf. evangelio san Mateo.

# Prosiguen en esta 2ª parte los capítulos del recuerdo, para agradecer y explicar el por qué y para qué de una opción de vida así, misionera, dejándolo todo. Fue por la relación de amistad con el Señor Jesús, y la invitación reiterada a colaborar en su Plan de recuperación, por una humanidad más fraterna y reconciliada, bendiciendo, curando, perdonando. Él nos necesita. Para llegar hasta allí habrá de recorrer un largo camino de estudio y trabajo en diversos lugares, duro en ocasiones, en soledad pero siempre en Compañía, ilusionado, sin faltar momentos de desánimo, un camino al fin ya casi ahora acabado, contento al escribirles estos sentimientos aquí, buscando ante todo la gloria de Dios y la ayuda del prójimo, como prometido.

# Será el tiempo ya de preparación y estudios para la misión. ¿Qué fue como el corazón del paso dado? Ayudar y acompañar las personas, muchas buscadoras de luz y sentido para su vida, aportando uno su propia fe y esperanza, deseando ahora los cambios que se observaron entonces en personas y ambientes con Jesús y sus discípulos, en los primeros siglos y más tarde. Semilla de Humanidad nueva, solidaria y compasiva, en marcha con la colaboración de seguidoras y discípulos del Señor, trabajando juntos por su Reino de paz y fraternidad, sin abandonar a pesar de los nubarrones y las resistencias. Así lo conté hace tiempo.

    «En los comienzos de su predicación, el Maestro de Galilea buscó gente inquieta y generosa. Bastó un gesto del gran Maestro para que Mateo se embarcara en la aventura de seguirlo:
    – Maestro Jesús, quiero seguirte, vivir y trabajar contigo para siempre.
    – Ven conmigo, Mateo, déjalo todo ahora mismo y sígueme»

Colaborar con lo propio de cada uno, escuchando mucho, comprendiendo las personas y amando sin diferencias. Más que palabras, importará la propia vida, la alegría y convicción del discípulo, cautivado y enamorado por el Señor y su Reino, ‘Los llamó para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar’.

    – Jesús, siguiendo el estilo de los antiguos profetas como Amós, recorre los pueblos predicando la buena noticia del Reino. Jesús vivió en medio de la gente, y quiso que sus discípulos hicieran lo mismo. Enseñó el camino que lleva a Dios y expulsó los demonios que paralizaban a tanta gente, que les sometían en su dignidad de hijos de Dios. Jesús levantó a tanta gente caída y marginada y enseñó que el amor de Dios nos salva. Nos enseñó a vivir este amor viviendo como Él. No se habla de una doctrina nueva, sino de Jesús, en su nombre, cumpliendo cuanto en él se significa.

# Grandes promesas y obligaciones. La pobreza del ser vencida por la gracia de Dios, quedará la pobreza del tener y de los afectos, deseando darlo todo sin quedarse con casi nada, la nombrada soledad del corazón, así como la libertad personal. Todo el ser comprometido por el Reino de Dios, paradojas del evangelio, sintiéndose libre pero obligado para la misión compartida por la obediencia, no deseando hacer de entrada el gusto propio ni la propia voluntad: compaginando, colaborando, cooperando. Costoso a veces, sacrificado. Ser como Jesús de Nazaret ‘célibe por el Reino de Dios’, será como vivir el mandamiento principal y el mandamiento nuevo juntos y a la vez, hasta sus últimas consecuencias, amar sin esperar a cambio. En cuerpo y alma para el Señor, para el Reino de Dios, para los que necesitan amor, lo buscan y no lo hallan. Siempre quedará la amistad sincera, también la de los colegas y amigos en el Señor, inolvidable. Todo será posible si hay vocación, llamada personal, con gracia de Dios y la entrega propia, a veces gratificada viendo el fruto, otras veces solo quedó la fidelidad, la fe y la espera. Una vez más ofreciéndose con la oración del Santo de Loyola:

    ‘Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
    mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
    todo mi haber y mi poseer,
    vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
    Todo es vuestro.
    Disponed de todo a vuestra voluntad,
    dadme vuestro amor y gracia que esto me basta’.

# Para todo ello será necesario el hábito del trabajo motivado, constante, y la oración de cada día, con las oscuridades y cansancio habituales del estudio y de la vida en común. Sin olvidar en efecto que la vida espiritual personal será imprescindible, más las tareas encomendadas por los demás, catequesis, grupos y otros. Los primeros años serán para echar un buen cimiento a la vocación, su conversión de raíz, cambio de vida, así como ‘nacer de nuevo’. Más tarde el duro y largo trabajo del estudio, no para conseguir un puesto, sino para ayudar mejor. Será con la poesía de Juan Ramón o la utopía de Rousseau. Desglosando más tarde el Credo y los Evangelios, el Mensaje, la Persona de Cristo y su Proyecto, su Reino. Fue la Teología que pedirá el hombre entero, la mente y el corazón, ideas claras y afectos sinceros, convicciones personales. Ya en el trabajo, recibiendo la misión para acompañar a jóvenes y mayores, caminando juntos, ofreciendo los valores evangélicos, no del tener y triunfar, sino de sanar y construir al modo compasivo de Jesús, su modo de proceder, ‘En todo amar y servir’. Como Él desde la confianza plena en el Padre, con amor divino e interior abundante, el Espíritu santo recibido, luego derramado en nuestros corazones para compartirlo. Casi como un sueño. Vendrán noches oscuras y limpios amaneceres, Getsemaní y Gólgota en pequeño, también pescas milagrosas y abrazo de paz, las satisfacciones del nuevo día ¡Es el Señor!

    – Señor, Dios nuestro,
    revístenos con las virtudes del Corazón de tu Hijo
    e inflámanos en sus mismos sentimientos,
    para que, conformados a su imagen,
    merezcamos participar de la redención eterna.

# Prepararse bien para llegar ahí, no solo sino en Compañía y con más gente, no mucha, que aprecia el sentido y verdad de esta vida nuestra, y la palabra dada en el sacerdocio de la Iglesia para el mundo. La gracia del Señor nos sigue ayudando, acompañando en el camino. Haciendo amigos, haciendo discípulos para el Señor, mandato de Jesús: ‘Hagan discípulos mios de todos los pueblos, enseñándoles lo aprendido conmigo’. Siempre a la búsqueda de nuevas respuestas que permitan continuar llevando la Palabra de Dios, la Luz del Evangelio, a todos los rincones de la Tierra, a los niños y los jóvenes, a todos, también de otras culturas y continentes. Ser misionero, al menos en espíritu, es algo irrenunciable para el buen discípulo. No muchas palabras, sino la verdad de cada día, rezada y agradecida, explicada, así como aquí y ahora, yo mismo desde el corazón, siempre teniendo a la vista la práctica posible de la misericordia y la reconciliación, con la ayuda del Señor que nos toma para seguir sus huellas, para que seamos hoy su palabra, su pan, sus manos, su corazón. Él cuenta conmigo, me necesita, nos necesitamos, por eso ahora recordé: ‘Yo vine para ofrecerle mi corazón, Él me esperaba para darme el suyo’.

# Viendo a lo lejos llegar la nueva Humanidad, ¡Venga a nosotros tu Reino! Jesús la presentó como una gran fiesta tras el examen del amor, un banquete nupcial y fraterno donde Él mismo será el novio que invita y el vino nuevo, el mejor. Recordaremos que se presentó como pan de vida, alimento nuestro y comunión entre nosotros, fuente de felicidad y de esperanza. Ahora, para su Iglesia y para cada uno, Jesucristo será asimismo aliento para el camino de regreso a la Casa del Padre que cada día y en el último día nos espera con los brazos abiertos. Está la mesa servida, ‘caliente el pan, envejecido el vino’. Él mismo se pondrá a servirnos agradecido por nuestra fe en el Hijo, admirado por mantenernos firmes en la espera, sin dejar oscurecer el amor a la vista de nuestros fallos, de los egoísmos y violencias del mundo viejo que acaba, ¡Bienaventurados los que trabajaron por la paz!. Esta es la llamada ‘teología’, hablar de Dios desde el corazón y con la vida, soñando en esa ‘tierra nueva’ apoyados en las Escrituras y la Tradición, en la propia vivencia ‘Serán mis testigos’. Parecerá imposible, utopía, y sin embargo nos consta el compromiso divino, será esperanza cierta. El Reino de Dios, resumen de los sueños de Dios, su Reino ya comenzado, aunque con altibajos, por eso rezaremos sin cesar, ‘Padre, que venga tu Reino, y no nos dejes caer en la tentación del desánimo’.

# Terminaré la 2ª parte con este ‘Padre nuestro’. Fue escrito para alguien con cáncer terminal que pudo dudar del amor de Dios por su silencio, pero al fin puso todo en sus manos, sintiéndose segura en las manos del Padre bueno, en sus brazos:

    «PADRE NUESTRO, padre de todos, padre del cielo,
    tú quieres sólo nuestro bien; cúmplase tu voluntad,
    tus mejores deseos, tu Reino;
    que todos te conozcan, te quieran y bendigan.

    . . Que de la casa no me aleje ni me pierda;
    sálvame, Señor,
    no dejes que de tu bondad dude ni desconfíe,
    que no caiga en la red del tentador.

    . . Da a todos cada día su alimento,
    que perdonemos siempre como tú nos perdonas;
    de la noche del mal líbranos y de la muerte en sombras,
    danos de tu vida cada día y de tu aliento»

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-Cf. nuestra entrada «Jesús, Mateo y la Magdalena»

-En comentario verán la ‘Oración del sacerdote’ de Michel Quoist, y el poema ‘Jesús no tiene manos’.