El leproso

    «Al bajar Jesús del monte se le acercó un leproso: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’. Extendió Jesús la mano y lo tocó: ‘Quiero, queda limpio’. Y enseguida quedó limpio de la lepra», san Mateo c.8.

Rembrandt | Cristo cura al leproso

Los gestos de acogida y de misericordia hicieron realidad la bienaventuranza de la misericordia. Para el poeta y el lector será un llamado: ¡Anda, haz tú lo mismo!

Verán aquí un bello y viejo poema, canto de agradecimiento y de alegría. El autor se vio identificado con el enfermo leproso del evangelio, y en su meditar sentirá cercano el gesto de Jesús de Nazaret que lo toca y cura, como también el abrazo cariñoso al pródigo.

De Simeón Nuevo Teólogo, Monje y poeta ortodoxo (+1022):

    «Antes de que brillara la luz divina,
    no me conocía a mí mismo.
    Viéndome entonces en las tinieblas y en la prisión,
    caí a los pies de aquel que me había iluminado.

    Y aquel que me había iluminado toca con sus manos
    mis ataduras y mis heridas;
    allí donde su mano toca y donde su dedo se acerca,
    caen inmediatamente mis ataduras,
    desaparecen las heridas, y toda suciedad.
    Extraña maravilla: mi carne, mi alma y mi cuerpo
    participan de la gloria divina.

    Desde que fui purificado
    y liberado de mis ataduras,
    me tiende una mano divina,
    me saca enteramente del lodazal,
    me abraza, se echa a mi cuello,
    me cubre de besos.
    Es la luz que me arrebata y me sostiene;
    me arrastra hacia una gran luz.
    Me ha regalado una vida inmortal
    y me ha dado unas sandalias, anillo y corona
    incorruptibles y eternos.»

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Con María dando gracias a Dios, que ‘alza de la basura al pobre’.

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Vean en comentario las ‘lepras actuales’ de las que también pediremos ser liberados.