La lámpara de la fe / los santos y difuntos

«Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.» (san Juan c.17)

En estos días de los santos y los difuntos recordarán la fe tan necesaria y la esperanza, compañeras del amor que sentimos y nunca muere.

«A medianoche se oyó una voz: Ya viene el esposo, salgan a su encuentro. Las jóvenes marcharon con sus lámparas, mas algunas exclamaron: ¡Nuestras lámparas se apagan, se acabó el aceite!», san Mateo c.25.

Regresaron las noches más largas al final del día y de la vida, la luz que poco a poco marchará. Aguardaremos el alba en descanso pero alerta por si amanece como esperamos.

  • Dijeron que al morir se apagarán por un tiempo las luces, mas quedará tenue la luz de la fe en impaciente espera y las brasas del amor vivido, también el deseo de amar y vivir sin fin.

  • Dijeron que el aceite será la Fe, alimento de la llama del buen Amor, lo que más importa. Si fallare la fe o perdieran la Esperanza, el amor se debilitará ante tanto daño y desamor.

– Cuando regrese el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
– El amor se enfriará en muchos. El que se mantenga fiel, se salvará.
– Estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor.

Las tres virtudes se necesitan, unidas serán fuertes, mas la fe sin amor o la espera sin fe, vendrá oscuridad y temor. Por eso en la noche siempre fue necesario amar, rezar y cantar.

. . En el sueño de la noche
mantén en tu LUZ el aceite de mi lámpara,
la fe de mi alma, Señor, en el sueño de la noche.

. . En el sueño de la noche
aleja de mí al espíritu maligno,
sus voces impuras, Señor, en el sueño de la noche.

. . En el sueño de la noche
encienda tu AMOR la plegaria de mi pecho,
mi más bello canto, Señor, en el sueño de la noche.

. . En el sueño de la noche
renueva el ardor de mis fuerzas abatidas,
con brazo robusto, Señor, en el sueño de la noche.

SEÑOR DIOS, que tu Espíritu santo encienda en nosotros una luz interior suave pero firme / que quite las sombras de la duda y limpie la tiniebla de la desesperanza / que nos ilumine cuando en verdad no sabemos qué hacer.

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Casi sin pensar vinieron a la memoria estos versos de santa Teresa de Ávila que recordarán:

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
‘que muero porque no muero’.