«El Espíritu del Señor me envió para anunciar la Buena Noticia a los pobres, para abrir los ojos de los ciegos, el año de gracia del Señor» (san Lucas c.4)
Recuperando vivencias, el recuerdo, el gusto espiritual de antaño. Fue al escuchar un evangelio donde Jesús tocó los ojos apagados y con su propia saliva los limpió. El ciego vio al Señor y poco a poco todo lo demás. Fue la Buena noticia esperada.
Verán una coplilla popular que santa Teresa escuchó a alguien de la casa cantar, y enamorada al oír, vio todo con nuevos ojos, pues sintió gran consuelo y mucha paz.
La fe que ilumina, serena y no deslumbra, viendo sin ver del todo, será lamento por la ausencia y a la vez confiado ruego:
Veante mis ojos,
dulce Jesús bueno,
veante mis ojos,
muerame yo luego.
No quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente.
Solo me sustente
tu amor y deseo
veante mis ojos,
muerame yo luego.
Sientome cautiva
sin tal compañia,
muerte es la que siento
sin Vos, Vida mia.
Cuando será el dia
que alceis mi destierro
veante mis ojos,
muerame yo luego.
Dulce Jesús mío,
aquí estais presente,
las tinieblas huyen,
Luz resplandeciente.
Oh Sol refulgente,
Jesús nazareno,
veante mis ojos,
muerame yo luego.
(Anónimo siglo xvi)
* Si lo desean, podrán escuchar el poema en esta versión de Felipe Pedrell (+1922).
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Para este mes de diciembre, el Video del Papa nos recuerda la necesidad de la oración personal con Jesucristo.