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Tú que en el monte Calvario
entre sus manos dejaste
el más santo relicario:
la carne donde habitaste;
tú que le dejaste ser
el hijo bienamado,
déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.
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«Eres uno con Dios, porque le amas,
¡tu pequeñez qué importa, y tu miseria!
eres uno con Dios, porque le amas»
–Amado Nervo
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En memoria de Carmen Benito que marchó con prisa camino de la casa del Padre. ‘Yo sé que Dios habita en mi corazón y él me llama’, instantes que saben a eternidad.
Ocurre así en lo humano y lo divino, entre luces y sombras, la unión sufre mal el misterio y la distancia. Compartir el pequeño arte personal del corazón es un fin que te engrandece, es oración.
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– Si tú me llamas, voy
– En mi muerte, llámame, ponme junto a ti.
Quise poner aquí en el blog estos versos, testimonio de un amor para siempre. Es el discípulo amado de entonces y el de ahora, que de lejos ya mayor sin nada más, añora la palabra y la presencia.
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NADA MÁS
Te adoro y te amo, mi señor,
íntima presencia, abrazo infinito
y mi todo, nada más.
Estar contigo, amigo del alma,
recostado en tu regazo,
señor y dios mío, mi único amor.
Decir mi sentir, llorar contigo
amor, soledad y pena,
tú me quedas, nada más.
Vivir para ti esperando tu venir
y al caer de la tarde descansar,
amor de mi vida, solo en ti, nada más.
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Más vale amar que solo creer, se establece una relación de dependencia, de necesidad… Lo mejor de lo humano vale también para lo divino.

