Amor de mi vida, el discípulo amado

= En memoria de Carmen B. que marchó con prisa camino de la casa del Padre, «Yo sé que Dios habita en mi corazón y él me llama», instantes que saben a eternidad.

Quise poner aquí en el blog estos versos, testimonio de un amor para siempre. Es el discípulo amado, el de ahora, que de lejos ya mayor sin nada más, añora la palabra y la presencia.

Ocurre así en lo humano y lo divino, entre luces y sombras, la unión sufre mal el misterio y la distancia. Compartir el pequeño arte personal del corazón es un fin que te engrandece, es oración.

NADA MÁS

Te adoro y te amo, mi señor,
íntima presencia, abrazo infinito
y mi todo, nada más.

Estar contigo, amigo del alma,
recostado en tu regazo,
señor y dios mío, mi único amor.
Decir mi sentir, llorar contigo
amor, soledad y pena,
tú me quedas, nada más.

Vivir para ti esperando tu venir
y al caer de la tarde descansar,
amor de mi vida, solo en ti, nada más.

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