– Los misioneros usaron en el siglo XVII la música como punto de encuentro con los habitantes de la Chiquitania boliviana. Ahora, en las antiguas misiones, los niños aprenderán antes a tocar el violín que a jugar al fútbol. ¡Bienvenidos al paraíso! La soñada Ciudad de Dios que levantaron los jesuitas sigue viva y goza de buena salud.
Una experiencia, un testimonio, un modo de vida y de trabajo sin duda del agrado del buen Dios. Cruzaremos el río Grande en una barcaza de madera, camino de esa Ciudad de Dios que soñaron aquellos hombres, que debieron abandonar las tierras en 1776 expulsados por la propia Iglesia. Atrás quedaron las comunidades indígenas con las que habían convivido en relativa armonía desde 1691.
Parte de la épica y tragedia del momento quedó plasmada en la película «La Misión», 1986, Roland Joffé. Los misioneros entraron a predicar en la selva amazónica haciendo sonar algún instrumento dulce. Los habitantes de la Chiquitania actual quedaron prendados de esas notas que todavía hoy suenan en las Iglesias y en el Festival de Música Barroca y Renacentista, cada año con formaciones de todo el mundo.
Cuentan que los religiosos defendieron la frontera, se enfrentaron a los portugueses que sembraron trampas para capturar nativos y convertirlos en esclavos. Vivieron del comercio con Potosí y alcanzaron unos niveles de convivencia y cultura que el tiempo no borró del todo.
– Con la caída de la tarde sonaron las notas de un chelo. A los 10 años, José Óscar toca con fluidez a Vivaldi. Aprendió música antes que a jugar al fútbol. Los alumnos mayores se ocupan de enseñar las notas a los pequeños. La falta de medios es evidente y en uno de los ensayos deberán compartir el arco del violín. Un cielo en la tierra, la música de Dios nos acompaña.
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-Reportes de Amelia Castilla en elpaissemanal, 2016/07.
-Vean y escuchen «La Misión. Tema principal», Ennio Morricone.