«Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa»
Salmo 79.
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+ La navidad de Cristo tuvo lugar en la Palestina del siglo 1º, razón de ser de toda navidad. En contraste con nuestro afán de protagonismo, Jesús de Nazaret nació en pobreza y soledad, rechazado y perseguido.
– La luz brilló en las tinieblas, vino a los suyos y no lo recibieron.
– María dio a luz y recostó al niño en un pesebre, sin lugar en el albergue.
– José tomó a los dos y huyó a Egipto, Herodes buscará matar al niño.
+ La encarnación de Dios será decir ‘no’ a un dios en las alturas, insolidario y desinteresado. Todo comenzó viendo la situación difícil y escuchando la súplica de ayuda, tanta gente desesperada.
– Pastor de Israel, muestra tu gran poder y ven pronto a salvarnos.
– Restáuranos, Dios nuestro, que brille tu rostro y seremos salvados.
+ Imaginen la mirada compasiva y el acuerdo divino: el Hijo eterno de Dios se ofreció para venir a salvar, temerá ser rechazado, mas se dejó convencer por los ruegos.
SEÑOR, si tú no vienes,
¿Quién nos mostrará el camino de retorno a la Casa del Padre?
¿Quién nos abrirá la puerta y dispondrá la mesa para la fiesta?
SEÑOR, si tú no vienes,
¿Quién saldrá a la búsqueda de la oveja perdida, quién la tomará en brazos y devolverá al redil? ¿Quién vendará sus heridas y perdonará sus culpas?
SEÑOR, si tú no vienes,
¿Quién devolverá la vista a los ciegos y la esperanza a quienes la han perdido?
¿Quién vencerá la muerte?
¿Quién dará la vida por sus amigos, y enseñará el amor a los enemigos?
+ Desconcierta ver tanta generosidad en la navidad primera ¿Qué interés pudiera tener el grande en hacerse pequeño, el eterno en venir a mortal, el rico en hacerse pobre?
Esa extrañeza quiso tal vez expresar el poeta español Félix Lope de Vega (+1635) cuando escribió a Jesús de Nazaret este cariñoso soneto:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
Mañana le abriremos, respondía,
para lo mismo responder mañana!
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