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«Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos» (Efesios c.1)
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Unos amigos oyeron leer en el curso de un funeral el texto que verán atribuido a san Agustín, sobre la muerte y la vida. La gente quedó impresionada.
Ingenuo pero bello, rebosante de fe y amistad. Desconocido para algunos, para otros ya oído. Pensé ponerlo aquí resumido, confío les guste y ayude.
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«La muerte no es nada, solo pasé a la habitación de al lado. Dénme el nombre que siempre me dieron. Hablen de mí como siempre lo hicieron. No tomen un aire solemne y triste.
. . Recen, sonrían, piensen en mí. La vida es lo que siempre fue. El hilo no se cortó. ¿Por qué quedaré yo fuera de su mente, porque estoy fuera de su vista? No lloren si me amaron.
. . Cuando la muerte venga a romper sus ligaduras, y cuando un día su alma venga a este cielo, volverán a ver a aquel que los amó y siempre los ama, su corazón con sus ternuras purificadas.
. . Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando juntos por los senderos nuevos de la luz y de la vida»
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Recordarán la larga búsqueda de San Agustín, supuesto autor del texto, hasta encontrar la fe y con ella sus certezas y gran confianza. Algo de ese amoroso hallazgo quiso expresar Pedro de Espinosa con sus versos:
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«Ven; no por mí, por tu piedad te llamo;
que, como ausente tórtola
en seco estéril ramo,
con mi llanto granjeo y solicito
la dulce vista del esposo ausente,
o cual herido ciervo que a la fuente
corre y desea en el calor estivo
las vivas aguas con aliento vivo,
así mi alma, con afecto ardiente,
desea de hallarte.
Tarde he venido a amarte;
tarde te conocí; tarde he llegado.
¡Triste del tiempo triste que he tardado,
mi Dios, sin conocerte, pues estabas
dentro de mí, y de fuera andaba errado,
buscándote en las cosas!
Mas ninguna a pedirte me acobarde
que no me dejes, aunque vengo tarde»
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* San Agustín, Obispo de Hipona, Annaba, Argelia, (354-430), escribió sus propias «Confesiones».
-Pedro de Espinosa, Antequera, España, (1578-1650)
-También nuestro post «Qué es morir/ poesía»
-Podrán ver aquí la película «San Agustín» (2010)
