Un tiempo para la adoración y la belleza, tiempo de amar. El paisaje acompañó la personalidad retratada, acariciando su intimidad sin violentarla. Fue la sensación al observar su rostro oculto y lejano, sin embargo iluminado, reflejo de paz y armonía, súplica de cercanía… Como de costumbre el poeta imaginó mucho más de lo que vio, siempre fue así.
LUZ DORADA
Luz dorada
de la arena y el mar
iluminó tu triste silueta
te adivinó pensativo,
príncipe romano
divino y desconfiado.
Un sol de amistad
un mar de confianza
y un cielo sin fin
arroparán el ser,
dorada luz
en la arena del mar.
* Fotograma, Morte a Venezia, L. Visconti, 1971. «Su rostro, pálido y preciosamente austero, encuadrado de cabello color de miel; su nariz, recta; su boca, fina, y una expresión de deliciosa serenidad divina, le recordaron los bustos griegos de la época más noble» (Th. Mann).