No hay que minusvalorar la tentación que acompaña algunas crisis: el fundamentalismo étnico, político o religioso, causa de exclusiones y condenas, de hogueras y muerte. No resuelve los problemas, los agudiza.
Será necesario desenmascarar y combatir con buenas razones una actitud así, fanática e inquisitorial, venga de donde venga.
«El mejor antídoto contra los fundamentalismos religiosos es la renuncia a la posesión absoluta de la verdad, el respeto al pluralismo y la interculturalidad. El diálogo interreligioso orientado a trabajar por la paz y la justicia. Su mejor medicina: el perdón y la misericordia, la opción por los pobres y marginados, la hospitalidad» (Asoc Juan XXIII, 2011/09).
Al poco tiempo de ocurrir en USA los atentados del 11 de septiembre 2001, la UNESCO aprobó por unanimidad en París el 2 de noviembre la «Declaración sobre la Diversidad Cultural», contra la cerrazón fundamentalista y por un mundo más abierto y democrático.
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* Imagen: San Miguel, cerámica valenciana, España.
Fundamentalismo: «Exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida», Real Academia Española.
Ver también el post «Hipatia, contra la intolerancia».