Este fue el Credo de juventud del Padre Jorge Bergoglio, ahora el Papa Francisco, que ofrezco aquí resumido. Él lo escribió a sus 30 años, pocos días antes de hacerse sacerdote. Su fe en Dios fue una apuesta entrañable por la vida y la bondad:
: Quiero creer en Dios Padre, que me ama como un hijo, y en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al reino eterno de vida.
: Creo en mi historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y me salió al encuentro para invitarme a seguirlo.
: Creo que los demás son buenos, y que debo amarlos sin temor.
: Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla.
: Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena como una noche de verano.
: Espero la sorpresa de cada día en la que se manifestará el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me acompañarán hasta el encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que quiero conocer y amar.
Él mismo contó que su profesión de fe fue escrita en momentos de gran intensidad espiritual, y que hoy la volvería a firmar.
(Ver en «El Jesuita», de Rubin-Ambrogetti, B. Aires, 2010)
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