Vean un apunte más de evangelio. Hoy quise traerles una descripción del hombre que huye, que no encuentra la paz en su mundo familiar ni en su religión, que pide explorar otras posibilidades, lejos del Padre y del hermano.
– Una necesidad vital le hizo dar la espalda a todo y lo puso en camino. En los otros y en sí mismo encontró egoísmo, envidias y soledad. En Dios sin embargo, en el Padre de la parábola, solo halló compasión y corazón.
«El hombre es este hijo pródigo. Hechizado por la tentación de separarse del Padre para vivir independiente la propia existencia. Desilusionado por el vacío que como espejismo lo había fascinado; solo, deshonrado, explotado, mientras buscaba construirse un mundo todo para sí; atormentado desde el fondo de la propia miseria por el deseo de volver a la casa del Padre» (Juan Pablo II).
– Su padre lo vio de lejos y se enterneció, salió corriendo y lo cubrió de besos.
En una sociedad tan competitiva urge hacer elogio de la bondad y la ternura como de una riqueza, el servicio y la misericordia no son debilidad sino fortaleza. Paradojas y peleas seculares entre el bien y el mal, entre la violencia y la paz, el rechazo o el abrazo…
El Papa Francisco nos alertó recientemente: «Nuestra casa común está contaminada y no deja de deteriorarse. Necesitamos el compromiso de todos, debemos proteger al hombre de su propia destrucción».
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-Imagen: Safet Zec, Bosnia.
-Hijo pródigo, San Lucas c.15
-Compasión: la virtud de compartir y sentir como propio el sufrimiento de la persona que ama.
( Vean también nuestro post «Volver a casa» )
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