‘Conócete a ti mismo’ fue invitación a peregrinar por el mundo interior de la persona, así en algunas corrientes filosóficas y también en las grandes religiones.
A . En el pórtico del templo de Delfos, la inscripción ‘Conócete a ti mismo’, llevará al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza, sin aspirar a lo que pertenece a los dioses.
Sócrates se sirvió del tema en sus enseñanzas, aceptar nuestra ignorancia poniendo la virtud mayor en el conocer. Proclamó la sabiduría de saber que no se sabe, frente a los que dicen saber y no saben.
B . ‘Que yo me conozca, que yo te conozca’, dirá San Agustín, buscador de la verdad desde su juventud, inquieto por conocer el interior de la persona y la vida del espíritu.
En su peregrinar intelectual el joven Agustín consideró el conocimiento de sí mismo y de Dios la tarea más importante:
He rogado a Dios
– ¿Qué quieres saber?
Quiero conocer a Dios y al alma
– ¿Nada más?
Nada más.
Una vez hallada la verdad, pudo exclamar como lamento: ‘Tarde te amé, tarde te conocí. Tú estabas dentro de mí, yo te buscaba fuera. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.’
C . En el salmo 139 el poeta cantó la mutua intimidad y confianza entre la persona creyente y el Dios que se da a conocer. La fe no debiera ser estorbo para conocerse, sino ayuda y estímulo.
SEÑOR, tú estás siempre a mi lado, tú me conoces como nadie. / Tú sabes mis dudas y mi oscuridad. Tú me conoces y me respetas, presente en todos mis pensamientos y acciones. / En lo más adentro de mí mismo estás tú, nada habré de temer porque tú vas conmigo.
En los evangelios Jesús de Nazaret se presentó a los discípulos como un pastor que conoce bien a sus ovejas, desea darse a conocer y compartir su proyecto, buscando colaboradores.
D . El conocimiento propio vendrá también de lo que otras personas sientan y piensen de mí, sea bueno o no tan bueno.
Se habló de la oración como un diálogo entre Dios y nosotros, interesados también en conocerse mejor: ‘Dime en verdad qué piensas de mí, qué esperas de mí, dime quién eres’.
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* Cabeza de hombre, Albert Giacometti (+1966). Para Jean Paul Sartre el autor fue un artista ‘existencial’, los seres representados en sus esculturas estaban a mitad camino entre la nada y el ser.