Sabemos hoy que la vida en su fragilidad está en peligro. El medio ambiente se deteriora amenazando la salud y el bienestar de personas y pueblos. La naturaleza sin embargo parece tener ella misma recursos ocultos de recuperación del daño que la mano humana le causa.
No bastaron nuestros cálculos para explicar la realidad. Una armonía, un alma interior, un sentido invisible parece todavía dirigir y colorear el proceso inacabado de cuanto existe, con sus luces y sus sombras.
Vean estos pensamientos del gran físico alemán Albert Einstein que dejó abierta a lo desconocido la puerta que explica el fondo perenne del universo:
«Todo, tanto el principio como el final, está determinado por fuerzas sobre las que no tenemos ningún control. Está determinado tanto para los insectos como para las estrellas. Los seres humanos, las plantas o el polvo cósmico, todos bailamos al ritmo de una música misteriosa entonada en la distancia por un intérprete invisible».
El creyente no considera un determinismo sin rostro e impersonal. La fe de las religiones profesa admiración y respeto ante el Universo, y buscará descubrir la presencia de un Dios bueno que comunica vida y belleza. No solo maravilloso intérprete, sino grandioso compositor.
La creación pues no es un enigma sino un misterio cargado de sentido y de presencia, un canto de alabanza: ¡Dios, qué grande eres! ¡Qué admirable es tu nombre!
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Vean otros aspectos en «La casa común, Francisco».
Podrán escuchar con Vangelis este linda y relajante melodía, ‘Beautiful Planet Hearth’.