La vida eterna, una promesa

– Como el esposo se retrasó, todas quedaron dormidas. A medianoche se oyó: Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.
– Jesús añadió: Estén prevenidos, pues no saben el día ni la hora
.

A . Pidieron una reflexión sobre la vida eterna. Creyentes y no creyentes utilizarán un lenguaje oscuro: el más allá, la ciudad futura, el cielo o el paraíso, la vida eterna.

Será tiempo de paradojas y relatos fragmentarios, apenas nada del después. El creyente sí sabe, porque cree y espera, será su apuesta. Si solo buscó comprender pudo perderse, bastará tener fe y amar:

– Yo vine a este mundo para que todo el que crea en mí tenga vida eterna.

B . Importará vivir el presente en justicia y en verdad, dejando el después al Señor de la Casa. Le gustará saber cómo traté los asuntos y las personas, pues en el aquí y ahora se ocultó el tesoro del después.

El pan de la misericordia, Safet Zec, 1943

. . La Vida eterna no será una conquista por méritos ni un derecho a exigir, ni una quimera.
. . La Vida eterna fue promesa, ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’, un regalo a agradecer, invitación a una fiesta.
. . Por la fe, Abraham salió sin saber a dónde iba.
. . Conduciré a los ciegos por un camino que desconocen.
. . A lo lejos la Tierra prometida, peregrinos a un territorio desconocido.

C . El misterio último de la vida es Alguien que nos espera, acoge y perdona. La Vida eterna es Dios mismo, su Vida compartida desde la fuente de donde mana el Amor que no se agota. Morir será nacer de nuevo.

Será regresar al fin a la Casa del Padre, calmar la propia sed y enjugar las lágrimas, calmar también del Padre su espera y abrazarse fuerte, pasar al banquete preparado, vestir el mejor traje, recibir todo de su mano, caliente el pan y el mejor vino.

– Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada, sus lámparas encendidas. Él mismo los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles.

Esta fue en síntesis la promesa y su fundamento divino:

– Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. (san Juan c.17)

– Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. (Romanos c.10)
– Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales. (Romanos c.8)

Verán en comentario un texto hermoso de San Agustín, el Señor nos invita a su mesa.

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Les recordaré las palabras del Cardenal Carlos Martini meses antes de morir:

«La edad y la enfermedad me envían una clara señal de que es hora de apartarse de las cosas de la Tierra para prepararme a la próxima llegada del Reino».

Y unos versos, propia confesión de enigmas y certezas:

SUEÑOS

Si la vida es vida
razones, besos
emociones, sueños
cuántos…

Si la muerte es muerte
razones, besos
sueños y emociones
dónde…

La vida muerte
es eternidad menuda
la muerte vida
será eternidad divina.

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Tal vez una notas musicales nos ayuden a esperar y adorar el Misterio: «Largo» from the opera Xerxes by G.F. Handel.

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Les invito a releer la Homilía del Papa Francisco en la Misa exequial por el Papa emérito Benedicto, el día 5 de Enero de 2023 en la Plaza de san Pedro. El Papa Francisco nos exhorta a creer en la misericordia y esperar siempre en Dios Padre nuestro.

Un pensamiento en “La vida eterna, una promesa

  1. Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo

    Cuando tú dices: «Quiero ser feliz», buscas algo bueno, pero no existe aquí. Cristo, viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte. Comió contigo de lo que abundaba en tu mísera morada. Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que él mismo es el pan. Al descender y encontrar tales males en tu morada, no solo no despreció tu mesa, sino que te prometió la suya…

    Tomó tu mal y te dará su bien. Te lo dará ciertamente. Nos prometió su vida. Pero más increíble es lo que ha hecho: nos envió por delante su muerte, como diciendo: «Os invito a mi vida, donde nadie muere, donde la vida es en verdad feliz, donde el alimento no se estropea, donde repara fuerzas, pero no disminuye. Os invito a asistir a la región de los ángeles, a la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos; para terminar, me ofrezco a mí mismo. Os invito a mi vida. ¿No queréis creer que os voy a dar mi vida? Recibid en prenda mi muerte».

    San Agustín. Sermón 231.

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