– Te llamé para abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión, liberar a los que habitan las tinieblas.
– El Verbo de Dios se hizo carne, se hizo fragilidad.
El Dios que presentaron los profetas y evangelios quiso compartir nuestra fragilidad. Jesús de Nazaret conoció los efectos del pecado, y ante la debilidad fue solidario animando, curando y perdonando.
Por gustar, ¡oh, Impasible!, la pena
quisiste penar,
te faltaba el dolor que enajena
para más gozar.
Y probaste el sufrir y sufriste
vil muerte en la cruz,
y al espejo del hombre te viste
bajo nueva luz.
Miguel de Unamuno
Trató de cerca enfermos e incurables, pecadores y endemoniados
El cansancio y el llanto de Jesús, sediento junto al pozo y en la cruz
Jesús vivió el abandono y la traición, el egoísmo y vanidad en los suyos
Amenazado de muerte y torturado, como un infame y despreciable.
– Será actual la palabra de Jesús antes de morir ¡Tengo sed! Su grito sigue estremeciendo. La sed de un hombre maltratado, ansia infinita de Dios muriendo y amando. Sed de paz, de justicia, de fraternidad (P. Pedro Arrupe).
Jesús, Maestro y Señor, quiso acercarse a la realidad humana más desagradable. No se montó un mundo aparte. Miró cara a cara con amor, tocó sin temor y sanó cuanto pudo.
– Vengan a mí si están agobiados, encontrarán un respiro.
– No vine por los justos ni los sanos, sino por los enfermos y pecadores.
Estos versos de oración con Jesús, fragilidad compartida, fortalecida por la resurrección, victoria de su gran amor.
En mi miedo, tu seguridad
En mi duda, tu aliento
En mi egoísmo, tu amor
En mi rencor, tu misericordia
En mi ‘yo’, tu ‘nosotros’
En mi rendición, tu perseverancia
En mi silencio, tu voz
En mi ansiedad, tu pobreza
En mi tempestad, tu calma
En mi abandono, tu insistencia
En mi dolor, tu alivio
En mi debilidad, tu fuerza.
(JM. Rodríguez Olaizola)
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ORACIÓN escrita por internos del Centro Penitenciario “Due Palazzi” de Padua (Italia), rezada en el VIA CRUCIS del Viernes Santo 2020, presidido por el Papa en la plaza san Pedro:
+ Oh Dios, Padre todopoderoso, que en tu Hijo Jesucristo asumiste las llagas y los sufrimientos de la humanidad, hoy tengo la valentía de suplicarte, como el ladrón arrepentido: ¡Acuérdate de mí!.
+ Estoy aquí, solo ante Ti, en la oscuridad de esta cárcel, pobre, desnudo, hambriento y despreciado, y te pido que derrames sobre mis heridas el aceite del perdón y del consuelo y el vino de una fraternidad que reconforta el corazón. Sáname con tu gracia y enséñame a esperar en la desesperación.
+ Señor mío y Dios mío, yo creo, ayúdame en mi incredulidad. Padre misericordioso, sigue confiando en mí, dándome siempre una nueva oportunidad, abrazándome en tu amor infinito. Con tu ayuda y el don del Espíritu Santo, yo también seré capaz de reconocerte y de servirte en mis hermanos. Amén.
(Encontrarán completo el VIA CRUCIS 2020, textos, comentarios y oraciones)