Mª Magdalena / índice

Vean el resumen de capítulos y títulos de los 19 relatos que componen ‘María Magdalena y Jesús de Nazaret. Recuerdos y confesiones’.

– Relatos y leyendas que la Magdalena desea contarnos. Una mujer ya muy anciana que pide tomar la palabra. Las historias con las imágenes nos acercarán a aquellos personajes tan excepcionales.

El índice facilitará la mirada de conjunto y la búsqueda de temas y capítulos. Fueron publicados en ‘nicodemoblog’ a lo largo de los últimos meses:

I – FRESCOS RECUERDOS

1 . ¿Quién es Jesús?
2 . Jóvenes discípulos
3 . Mi alma en sombras
4 . Frescos recuerdos
5 . Cansado y sediento
6 . Él vive y reina

II – EN CASA DE LEVÍ

7 . Mi fe inmadura
8 . Esperando su regreso
9 . Crecí en Magdala
10 . Rescoldo encendido
11 . La luz del profeta
12 . Nuevos seguidores
13 . En casa de Leví

III – CERCA DEL CRUCIFICADO

14 . Un amor nuevo
15 . Una mañana de sol en Galilea
16 . Me miró sonriente
17 . Cerca del crucificado
18 . Entre la luz y las sombras
19 . ¿Dónde está Jesús?

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* Imagen: Verónica, Via crucis. En el evangelio apócrifo de Nicodemo, Verónica será la hemorroísa que secó el rostro de Cristo camino del Calvario.

Aquí verán eBook en pdf, «María Magdalena y Jesús de Nazaret», los 19 capítulos.

Quién fue Jesús de Nazaret

    – Él es la piedra viva donde se asienta el mundo, la imagen que lo ordena, su impulso más profundo hacia la nueva creación.
    – Por Él, en cuya sangre se lavan los pecados, estamos a tus ojos recién resucitados y plenos en su plenitud.

La crisis de Dios, de las religiones e Iglesias, no logró acallar el interés de muchos por la figura de JESÚS, el fundador del cristianismo.

Nacido en Nazaret, pequeña aldea de la Baja Galilea, para unos fue un ‘campesino judío’ o un un ‘judío marginal’. Dos mil años después de su nacimiento, la gente preguntará todavía por la identidad del Nazareno a quien siguen más de dos mil millones de personas.

    – Estas preguntas de JESÚS a los discípulos continúan hoy abiertas: «Al parecer de la gente ¿Quién soy yo? Y ustedes ¿Quién dicen que soy?»

De él hablarán con respeto cristianos y creyentes de otras religiones, también no creyentes, incluso enemigos del cristianismo, como Nietzsche que en su aprecio por Jesús lo llamará ‘El buen mensajero’.

Resumiré aquí algunos rasgos, inspirados en el libro de José A. Pagola «Jesús. Aproximación histórica».

1 . Jesús MAESTRO de vida, distanciado de los expertos de la ley y la jerarquía sacerdotal del Templo. Cuestionó la religión convencional… «Cuando oren no sean como los hipócritas, oran para que la gente los vea».

2 . Jesús un SABIO que enseña con autoridad, por su testimonio de vida, no absolutiza la tradición y con frecuencia la corrige… «Señor, ¿a quién iremos? solo tú tienes palabras de vida eterna».

3 . Predica el REINO de DIOS, un proyecto de justicia y compasión para los excluidos del sistema político y religioso… «Bienaventurados los pobres, el reino de Dios les pertenece».

4 . Creó un movimiento IGUALITARIO de hombres y mujeres en una sociedad patriarcal. La Magdalena tuvo su lugar en el grupo… «Vengan a mí si están cansados y agobiados, yo los aliviaré».

5 . Su actividad resultó CONFLICTIVA. Las autoridades religiosas lo condenaron por denunciar el sistema y solidarizarse con publicanos y pecadores… «He venido para anunciar la buena noticia a los pobres, la libertad a los presos».

6 . Tras un primer desconcierto, los discípulos proclamarán: el Crucificado vive, Dios le dio la razón y resucitó. Jesús es el Señor. Tras su muerte se abrirá un camino a la ESPERANZA… «Yo soy el camino, la verdad y la vida. No teman, yo vencí al mundo».
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(1) IHS, anagrama del nombre de Jesús, las primeras letras griegas del nombre, que significa ‘Dios es salvación’.
(2) Verán en comentario un texto de san Antonio de Padua presentando a Jesús e invitando al seguimiento.

Unos sentidos versos que dedicó a Jesucristo el que fue obispo de Brasil y valiente profeta don Pedro Casaldáliga (+2020):

    «Mi fuerza y mi fracaso, eres tú.
    Mi herencia y pobreza, eres tú.
    Tú, mi justicia, Jesús,
    mi guerra y mi paz,
    mi libre libertad.
    Mi muerte y mi vida, tú.
    Palabras de mis gritos,
    silencio de mi espera,
    testigo de mi sueños,
    cruz de mi cruz, tú.
    Perdón de mis pecados,
    juez de mi pobre llanto,
    razón de mi esperanza,
    mi tierra prometida,
    tú, Jesús.»

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Podrán leer más sobre Jesucristo en la colección de entradas «El Rostro de Cristo», y en «Jesucristo», eBook, pdf.

Aquí podrán descargar varios eBooks de nicodemoblog con sus enlaces: EBOOKS_LINKS.
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Mª Magdalena -19 / ¿Dónde está Jesús?

Final de «MARIA MAGDALENA». Esta colección de relatos termina aquí, con la pregunta que se hacen los discípulos sobre el paradero final del Maestro de Nazaret, ‘¿Dónde está Jesús?’. Ellos, que viven aún entre la luz y las sombras, quieren expresar así su propia incredulidad e incomprensión, pero también la gran afición que tomaron a su persona y al significado de su mensaje.

La continuidad de las propuestas de Jesús estará asegurada por la fidelidad y las obras de sus seguidores más que por sus palabras; su misma vida será luz encendida para siempre, «Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara ni del sol, el señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos».

“MARIA MAGDALENA”

19.- ¿DÓNDE ESTÁ JESÚS?

+ Los discípulos mayores regresaron con prisa a la ciudad, y todos los demás tras ellos, por grupos y sin hablar apenas nada. Algunos comentaron que, aun temiendo por sus vidas, debían viajar al anochecer del día siguiente a Jerusalen. Otros marcharon de aquel lugar separándose del grupo por el momento. Nuevas dudas y temores reaparecieron en muchos, preguntando con inquietud:

– ¿Dónde está Jesús? ¿Cuándo volverá?
– ¿A dónde iremos? ¿Lo volveremos a ver?
– ¿Qué diremos si nos preguntan por el cuerpo?

+ Vivíamos entre la nueva luz y las viejas sombras, en ese crepúsculo de incertidumbres que pronto tocará a su fin. En verdad los que presenciamos la crueldad de lo ocurrido con Jesús pocas semanas antes, quisimos olvidar pero no fue posible. Yo sentí que mi alma entera temblaba todavía al recordar, cuando lo veía así doliente aún y ensangrentado.

Días después lo vimos de nuevo en Galilea, oímos su voz y comimos con él, y nos pareció soñar. Sólo el silencio pudo guardar el secreto de este misterio divino, escondido en nuestros pobres corazones, tan difícil de entender y de creer. Comentaron que debíamos dar a conocer esta buena noticia, pero la verdad es que no supimos qué hacer ni qué decir.

+ El primer día de la semana siguiente a su partida nos reunimos en una aldea próxima a Caná, en la casa de unos amigos del maestro Jesús. Todos supimos que allí nos esperaba nuestro Señor, que debíamos ir sin que nadie nos llamara. Pedro y Juan nos hablaron de su último encuentro y conversación con Jesús Galileo, confesaron su fe en él con mucha seguridad y nos animaron a seguir.

Repartimos el pan como Jesús nos había enseñado. Ese día yo misma preparé de madrugada en la hoguera los panes que Pedro bendijo y repartió entre todos. Lo mismo hicimos con el vino y los peces que otros discípulos pusieron sobre la mesa: «Tomen, coman, es mi cuerpo entregado por ustedes».

Eran sus propias palabras. En el momento del recuerdo hicimos como si nada hubiera cambiado, sabiendo bien que ya todo será diferente. Cantamos y danzamos largo rato mirando hacia el horizonte y con los ojos humedecidos, abrazados unos a otros en silencio, creyendo adivinar lo que cada uno escuchó en su interior.

Yo soy pan de vida
tu vida entera
pan para el desierto
vida verdadera.
Pan que resucita
pan del cielo
en la vida en la muerte
yo soy tu pan de vida.

Vivimos en aquellos momentos varias bienaventuranzas a la vez y nuestra dicha fue completa. Nuestras dudas y preguntas enmudecieron por unos instantes.

– Qué bien estamos aquí.
– Quédate con nosotros, Señor.

+ Hicimos esto mismo las semanas siguientes mientras nos fue posible, hasta que llegó el acoso a que nos sometieron las autoridades religiosas. En estos encuentros celebramos la paz y la luz que nuestro Señor Jesús Galileo nos comunicó, también recordamos su misma vida y su mensaje. La memoria y la comunión nos animaron a continuar el camino y a vislumbrar un mundo diferente que él llamó Reino de Dios.

Esos primeros tiempos sentimos en nuestras reuniones la felicidad de la nueva vida y que las viejas sombras de la muerte y del mal permanecerían, porque vivimos todavía un tiempo mezcla de dicha y tristeza, de luz y de sombras, de vida y de muerte.

– No teman, yo vencí a este mundo falto de amor, de muerte y violencia.
– El dolor y la muerte están derrotados para siempre, no pasen miedo.
– Créanme, yo soy Señor de vivos y muertos, ahora y por la eternidad.

+ Sentí desde entonces como un hermanamiento extraño entre felicidad, amor y sufrimiento, como si en eso mismo consistiera la vida recién entregada, así por el tiempo y los años en adelante hasta que él vuelva.

Contentos cuando los acosen
expulsados y despreciados por mi causa,
felices cuando crean y esperen
vencida toda tristeza, toda derrota,
descansen en la casa del reino en sus estancias,
gusten mi abrazo amigo abrazo del Padre.

* Imagen: Rembrandt H., La Cena de Emaús, 1648. Unos discípulos regresan a su casa de Emaús muy decepcionados por los acontecimientos. Reunidos en la mesa con el compañero de camino, creen reconocer a Jesús resucitado cuando partió el pan al anochecer y ellos lo tomaron. Los rostros, la mesa, el pan, la habitación, todo quedó transfigurado por su repentina presencia. Cf. Evangelio de san Lucas c,24.
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Como final vean también este clásico poema y canto al misterio de la Eucaristía. Letra de Santo Tomás de Aquino, música de César Franck.

El pan angélico
se vuelve pan de hombres.
El pan celestial
pone fin a las imágenes.
¡Qué maravilla!
Comen al Señor
el pobre, el siervo y el humilde.
Oh, Dios trino
y uno, te rogamos:
visítanos,
como te adoramos.
Por tus caminos guíanos
hacia donde nos dirigimos,
hacia la luz en la que habitas.
Amén.

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Siendo este ya el último capítulo, verán aquí el ÍNDICE de los capítulos y enlaces de «María Magdalena y Jesús de Nazaret. Recuerdos y confesiones».

Mª Magdalena -18 / Entre la luz y las sombras

En el recuerdo de la Magdalena de aquellas horas estarán los encuentros y las conversaciones amistosas entre Jesús ya resucitado y sus discípulos. Ellos no salen de su asombro junto a todos los presentes, en la misteriosa cita de Galilea.

Tras las últimas recomendaciones ocurre el relato de la escena final de Jesús en el teatro de este mundo, su misteriosa ‘ascensión a los cielos’, alejándose de la vista de los discípulos por el camino del sol poniente, dejando a todos sorprendidos y en una pasajera oscuridad, ‘Ustedes serán la luz de este mundo, una ciudad en lo alto de un cerro no podrá esconderse’.

«MARIA MAGDALENA»

18.- ENTRE LA LUZ Y LAS SOMBRAS

+ En este relato regresaré a Galilea en la luminosa mañana, cuando Jesús nos recordó estas palabras que todos pudimos oír:

– Sigan conmigo, que yo seguiré siempre con ustedes.
– Serán mis amigos, si hacen lo que les mandé.

Su mensaje se trasmitió a través de los diferentes círculos de amigos y discípulos. El joven discípulo amado y Juan Marcos, el hijo pequeño de Simón, nos contaron sus conversaciones con el maestro las semanas siguientes en nuestra asamblea.

Esa mañana los discípulos no oyeron del Maestro de Galilea un mensaje nuevo. Notaron la preocupación de Jesús por el desconcierto y la poca fe en sus seguidores. En los rostros de unos veía desánimo y extrañeza, en otros temor e incertidumbre.

– Maestro, a dónde iremos si tú nos dejas. Quédate con nosotros.
– Mira que el día se aleja y está llegando la noche.
– No teman, yo estaré con ustedes siempre, cada día, cada atardecer.

+ Jesús comunicó a todos los presentes que no debieran vivir preocupados por él, que la vida suya estaba ahora en las manos del Padre. Nos encomendó que cuidáramos los unos de los otros como él había cuidado de cada uno.

El nos buscó y curó nuestras heridas, confió en nosotros y nos dio su amistad. El contó con nosotros para realizar sus planes, en su trabajo pidió nuestra ayuda. Nosotros debíamos continuar y hacer el bien a todos, cada día de nuestra vida.

Maestro Jesús nos suplicó que siguiéramos unidos, prometió que el consuelo y la salvación se extenderán por todos los pueblos y regiones, también por otras naciones y hasta en tierras lejanas y desconocidas.

Nos pidió un esfuerzo y nos aseguró su ayuda para vencer el peor enemigo, el egoísmo y la inmisericordia. Sólo así el nuevo árbol del Reino que él plantó con tanto sudor y trabajo, crecerá y dará fruto sin cesar en los campos del mundo.

En memoria mía
haz tú lo mismo
mi amigo,
si ves malestar
acaricia y sana,
pon amistad
donde hay soledad,
si notas desaliento
mi paz y alegría,
amigo mío,
haz tú lo mismo
en memoria mía.

Nuestro señor Jesús nos invitó a realizar su proyecto, sin dejar fuera a nadie que deseara entrar en él. Unos discípulos comentaron:

– El Maestro dijo que notarán en su interior un espíritu nuevo, una fe y fortaleza grandes para vivir su mensaje y llevarlo a otros.
– Todos juntos darán mucho fruto, dijo el Maestro, Él recuperó la vida para comunicarla a todos en abundancia.

+ Poco más tarde, llegado el atardecer, Jesús de Nazaret se incorporó y se alejó de nuestra vista caminando hacia donde el sol resplandeciente se ocultará. Llevó consigo a Pedro, a Juan y a otros dos jóvenes discípulos. Lo recordaremos así de camino conversando tranquilamente con ellos como en otras ocasiones.

Pasado un largo rato regresaron los discípulos solos sin mirar siquiera hacia atrás. Nosotros, deslumbrados por la última luz del día, no percibimos bien el momento de su retorno, aunque a Jesús no lo volvimos a ver. Cada uno de los testigos nos habló con estas o parecidas palabras, diciendo con insistencia:

– El Maestro va de regreso a la casa del Padre
– Volverá pronto
– No teman, él nos quiere y no nos abandonará del todo
– Nosotros vámonos ya porque anochece.

A Jesús nadie más lo vio otra vez de la misma manera como aquel día ni las semanas siguientes ni nunca más tampoco.

¿Amado mío dónde te escondiste
dejándonos tan sin aliento?
¿A dónde dirige tus huellas
tan imprevista huida?
¿Volverá a nacer el día
si tu claro semblante ya no vemos?

Espera paciente
que voy a ti con prisa,
me guía el resplandor de tus pisadas
buscando cada noche
en cada sombra tu figura.

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* Imagen: En una escena del film “La Pasión de Cristo” (Mel Gibson, 2003), entre luces y sombras, Jesús conversa con Juan el joven discípulo, ante la atenta mirada de Pedro y del espectador.

Vean estos buenos deseos escritos para la fiesta de la Ascensión, ante el temor a perder de vista al Señor Jesús, sin su presencia y sin su ayuda, «Quédate, Señor, con nosotros».

Más tarde me llegó este poema de A.M. Primo para acompañar el Misterio:

Va cayendo la tarde mansamente
como una flor callada que se cierra…
El viento juguetón viene a contarme
la canción que aprendiera
y el último secreto que le dijo
aquella flor oculta entre unas hierbas.
Ya palidece el sol entre reflejos
de oro, rosa y carmín…
Me hace un guiño el lucero de la tarde
que vela frente a mí.
Y yo miro allá lejos,
más allá de los montes,
más lejos que las nubes
y más lejos que el sol…
inquieta la mirada,
va preguntando
al viento al lucero y la flor.
Nadie supo decirme…
Le pregunté al silencio…
Calló el viento y el agua
y la estrella y el sol.
Se había hecho la noche
y el eco del silencio
murmuró en su misterio: ¡DIOS!

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Mª Magdalena -17 / Cerca del crucificado

María Magdalena recuerda escenas y personajes de la Pasión de Cristo en Jerusalén, de su rechazo y muerte: «La luz vino al mundo y todos prefirieron la oscuridad a la luz». Ella desea destacar que entre Jesús y sus discípulos creció una amistad y una fidelidad mutuas a toda prueba, como pudo comprobarse en los momentos más difíciles. Sus más incondicionales discípulos y seguidoras no abandonarán nunca del todo al Maestro, a pesar de las apariencias, dando la cara y exponiendo su vida por él.

«MARIA MAGDALENA»

17.- CERCA DEL CRUCIFICADO

+ Vecinos de Jericó y de otras aldeas cercanas a Jerusalén estuvieron ese día con nosotros, incluso en los círculos más próximos al gran Maestro. Muchos llegarán hasta Galilea buscando a Jesús, y para acompañarnos en nuestra pena y espera. Serán los que no olvidaron y creyeron viendo su cuerpo y su rostro ensangrentados, los discípulos de la última hora, los que oyeron su voz y sus palabras cerca de la cruz.

Me refiero a aquellos mismos que fijaron atentamente la mirada en el corazón del Nazareno tan abierto que solo amaba y perdonaba, deslumbrados en verdad por ese manantial de salvación.

Fueron los que allí mismo al pie reconocieron sin temor que el hombre clavado en aquella cruz, Jesús de Nazaret, era en verdad Hijo de Dios.

Alguno de los viajeros fue guardia en la milicia del gobernador romano, otros del cuerpo vigilante en lugares de tortura y ejecuciones. Nadie sabía con seguridad quiénes de ellos creyeron y confesaron que Jesús era el Justo de Dios. Era pronto para manifestar abiertamente la gran iluminación recibida en aquellas horas de tanta oscuridad.

+ En la mañana al amanecer encontré a José de Arimatea cerca de Jesús, uno de los amigos de nuestro Señor que conocí en Jerusalén junto a la cruz. De gran altura y fortaleza, creímos soñar viéndole como un ángel por su figura y juventud, un príncipe por sus ricas y luminosas vestiduras.

Parece que aún le vea en aquel atardecer de tinieblas, contorsionado y largo rato encaramado al madero, con aquel cuerpo tan llagado pegado al suyo, desclavando con gran cuidado sus manos santas, abrazado sin temor al ajusticiado, entornando los ojos abatidos del gran Maestro mientras acariciaba con amor su rostro ya apagado.

Yo misma al pie de la cruz contemplaba y asentía, mientras la dolorosa Madre con los brazos abiertos hacia el cielo esperaba.

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En pie abrazados
junto a la cruz abrazando
el madero, sus llagas y sus pies custodiando
los amigos en pie
allí clavados amando
en sangre purificados
perdonados perdonando.

Este joven rico y valiente discípulo será conocido entre nosotros como José el de la cruz. Todos sentíamos por él un gran aprecio y veneración, yo especialmente. Se contó que el de Arimatea había conocido a Jesús un día en el camino ofreciéndose como discípulo, pero que atemorizado en aquel entonces por los riesgos y la exigencia del mensaje, no le siguió aún abiertamente.

Aseguraron haberles visto conversar con cierta frecuencia. Entre discípulo anónimo y maestro galileo debió crecer una inolvidable amistad, desconocida para muchos, bien visible para todos aquel día junto a la cruz.

Cuentan que José fue uno de los primeros en conocer la gran noticia, recibiendo al maestro recién transfigurado en su propia casa de Arimatea. Sin duda nuestro Señor quiso consolar y corresponder tanto desvelo junto a la cruz y en el sepulcro.

+ También quiero contarles lo que ocurrió en Jerusalén con Simón, el joven campesino de Cirene, que fue obligado por los guardias a llevar la cruz con Jesús, ayudando al Galileo a caminar con una carga tan pesada.

Este hombre bueno no pudo recuperarse ya del impacto tan fuerte que allí sufrió. Yo mismo fui testigo de lo que digo.

Después de su obligado trabajo, Simón no consintió en dejar solo a Jesús sin ayuda y compañía. Debió ser empujado a retirarse amenazado por la milicia que quiso golpearle también a él si no desapareciera.

El joven Cireneo sintió muy adentro la mirada amiga del Maestro agradecido, fue tan grande el estremecimiento que padeció al presenciar tanto tormento, que en adelante le vieron como trastornado.

Pocos años más tarde enfermó agonizando él mismo entre súplicas, sollozos y pesadillas. Según cuentan murió en paz abrazado con todas sus fuerzas a unos pequeños maderos en forma de cruz que encargaron hacer para ver de consolarlo.

Parece cierto por lo que sé que una de las hermanas del de Cirene, la que cuidó de él y acompañó en su enfermedad y agonía, se unió pronto a las mujeres que servían en el grupo de creyentes de Jerusalén. En su nuevo oficio se ocupaba de consolar a los enfermos y los atormentados, también de acompañar a los sentenciados a muerte y los ajusticiados.

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– Ecce Homo, L. Morales.
– Descendimiento de la Cruz, de Peter P. Rubens (+1640). Grupo de discípulos desclavando el cuerpo ya muerto del Cristo, el discípulo amado y Nicodemo, José de Arimatea, la madre de Jesús y la Magdalena.
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Pequeño comentario aquí de las SIETE PALABRAS de Cristo desde la Cruz.

Verán también unos versos de Dened Casañas, amiga fallecida meses atrás en La Habana. Descanse en Paz. Sus versos bien pudieran expresar los sentimientos y la oración de María Magdalena junto a la cruz.

Hoy quiero ser la cruz que abraza tu cuerpo
o abrazada por ti llegar a ser trono de salvación.
Hoy quiero ser la gota de sangre que de tu costado sale
y mañana ser el vino que a todos alimente en la comunión.
Hoy quiero ser el agua que brota de tu costado
y dar de beber a todo el que tenga sed de ti.
Hoy quiero ser el suspiro en la cruz
para mañana ser tu primera palabra.
Hoy quiero ser el perfume que embalsame tu cuerpo,
para ser la fragancia que despierte contigo
el día de la resurrección
.

– En comentarios verán un largo testimonio de las tradiciones y leyendas en torno a San José de Arimatea, cuya fiesta se celebra el 17 de marzo.

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Mª Magdalena -16 / Me miró sonriente

María Magdalena, enamorada y creyente, no llegará a ser testigo creíble de la resurrección para sus contemporáneos, en tanto su propia manera de entender la persona y la misión de Jesús no entre en crisis. Dejando atrás su propio interés y consuelo, Magdalena será una mujer nueva, apóstol y testigo privilegiado para muchos creyentes de su tiempo.

Se dice que «La percepción amorosa genera formas de conocimiento inaccesibles para quienes no aman», y también «Lo que les digo en la oscuridad díganlo a plena luz, lo que oyen al oído predíquenlo desde las terrazas».

«MARIA MAGDALENA»

16.- ME MIRÓ SONRIENTE

— Todavía he de hacerles por mi parte una confesión. Ocurrió aquella mañana soleada en Galilea al servir la jarra con el vino a los presentes, me hallé de pronto ante el mismo Jesús allí recostado. Quise llevarle primero el agua para lavar sus manos y más tarde acercarle el vino hasta sus labios, cuando allí me detuve, acaricié y besé con cariño las manos del nazareno.

El maestro Jesús me dejó hacer, me miró sonriente y me llamó por mi nombre, al tiempo que me dirigió un suave reproche, una vez más:

– Déjeme ahora, he de ir a nuestro padre.
– La carne es débil y comprende mal. El espíritu nos lo dará a entender pronto.
– Les quiero, volveré más tarde y me quedaré con ustedes para siempre.

Mis propios labios acercándose a su bendita carne en aquel momento sólo querían expresar mi estrecha comunión con él, también mi dolor y mi contento, mi deseo de no perderle más.

De repente algo ocurrió en mi interior. Su rostro verdadero pareció desvanecerse ante mis ojos y por un instante le contemplé desfigurado aún y malherido, recién descolgado del madero, entre los brazos y rodillas de su bendita madre dolorosa.

Confusa y avergonzada regresé con lágrimas al lugar donde me encontraba. Algunos notaron lo ocurrido, pero esta vez no comentaron ni me reprocharon nada porque comprendían.

¿Qué había sucedido? ¿Mis prisas e impaciencias por verle y abrazarle? Más que creer, yo sólo amaba, creía porque amaba, mas buscando sólo mi bien. Aprendí que mi fe deberá purificarse, pasará por noches oscuras de soledad y de muerte.

— Jesús continuó ese día un tiempo allá recostado, alternando su mirada entre el cielo y la tierra, conversando pausadamente con sus más próximos. Quiso animarles para que no abandonaran el camino, que siguieran juntos unas semanas más. A algunos los llamó para que se acercaran y él habló personalmente con cada uno.

Quedó claro que Jesús era de todos y para todos, que teníamos un lugar propio y privilegiado en el corazón grande de nuestro señor Galileo.

El día fue avanzando, finalmente fuimos numerosos los recostados en círculos alrededor de Jesús como en tantas otras ocasiones. Yo misma, acompañada por Leví Mateo y por otros discípulos, conversé y serví a ratos el vino entre los invitados, sintiendo en mí una gran alegría y claridad por su presencia.

Así nos quería Jesús, en pequeños grupos con la gente entremezclada, hombres y mujeres, niños, servidores y servidos, conocidos y desconocidos, pequeños y grandes, judíos y galileos, de los valles y de las montañas, discípulos y gente recién llegada, todos unidos cerca de él, compartiendo la vida, el pan y la palabra.

— Recuerdo que la más pequeña de las hermanas de María de Nazaret se encontró allá esa mañana con nosotros. Una hija suya aún muy niña quedó huérfana meses después y yo la recibí en mi casa. En mi huida y exilio atravesamos arroyos y colinas hasta llegar a esta región más al norte donde nos refugiamos.

Las dos vivimos juntas muchos inviernos, hasta que ella ya joven mujer formó familia. Como una hija mía muy querida, su juventud me recordó la mía tan desgraciada, pero su ánimo y su alegría evocan la nueva vida que Jesús prometió, ofrecida ya a todos sin cesar.

Aquella mañana de sol en Galilea pudimos ver gentes de Judea que se acercaron al grupo buscando a Jesús. Algunas madres vinieron hasta nosotros con sus hijos más pequeños en brazos o enfermos en camillas. Con ellos fueron llegando también inválidos, leprosos y mendigos de la región. Llenos de esperanza hicieron largas jornadas de camino, porque se había extendido esta buena noticia: que nuestro señor Jesús de Nazaret está curando y resucitando en los alrededores del gran lago de Galilea.
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* Imagen: Noli me tangere, A. Correggio (1489-1534). Dijo el 4º evangelio que María Magdalena al oír su propio nombre reconoció a Jesús que le dijo «Suélteme, todavía no subí al Padre». El discípulo deberá comprender que todo cambió desde la muerte y a partir de la resurrección, que todo será diferente después de la ascensión de Jesús a la derecha del Padre.
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¿Bastará creer? Lo que importa es amar, amar con todo el alma . .

Luz Casal, «Eres todo para mí..Mi principio y mi fin, mi norte y mi guía»:

Mª Magdalena -15 / Una mañana de sol en Galilea

María Magdalena nos llevará al encuentro de Jesús crucificado, ahora ya resucitado, a quien podremos ver, oír e incluso tocar en estos siguientes relatos. Muchos discípulos están presentes, todos aparentemente ven lo mismo, pero no todos creen ver lo mismo ni creen de la misma manera.

La trascendencia del momento está envuelta en la sencillez del diálogo y la amistad. Unos más confiados acompañan y consuelan a los que desconfían, se sienten solos y con temor, «Él era la verdadera luz que ilumina a todo hombre». Parece inverosímil, el amigo común ha muerto y sin embargo mucha gente continúa buscándolo y viviendo de él.

«MARIA MAGDALENA»

15 . UNA MAÑANA DE SOL EN GALILEA

= Quiero recordar bien aquel fresco amanecer en la mañana de un día cualquiera de la semana cuando los discípulos fueron llegando al descampado en el alto donde nos habíamos dado cita. Entre los árboles y las colinas a lo lejos pude ya adivinar el punto donde iba a nacer el sol que pronto nos deslumbraría; esas primeras luces del día que continúan evocando aun hoy la certeza de una presencia.

Muchos deseábamos ver de nuevo al gran maestro, el mismo de siempre pero diferente. En nuestros rostros aún podía adivinarse lo diverso que cada uno sentía, ilusión y confianza, dolor y temor. Unos jóvenes discípulos contaron su discusión por el camino ‘sólo era un profeta al que han hecho callar’. Yo los ví ya en silencio a la espera de lo que hoy pudiera ocurrir.

El gran maestro llegó de camino conversando con Juan el discípulo y con la hermana de su madre. Tras de ellos venía Tomás el Mellizo con otros discípulos y algunas mujeres.

Muchos no supieron que Jesús estaba allí esta mañana entre nosotros como uno más y no lo reconocieron. ‘Todo ha terminado’, dijeron con tristeza, que quedaba poco por decir y cómo estaban corriendo peligro en aquel descampado a la vista de todos.

Algunos comentaron la noticia de extraños sucesos en torno al sepulcro y al cuerpo del Galileo, ‘nosotros vamos a creer la palabra de los primeros testigos del sepulcro sellado’.

Preguntaron por qué les habíamos llamado y por qué queríamos seguir juntos. Un grupo de discípulos regresó a sus aldeas, ellos dijeron tener muchas dudas y no creían lo dicho por unas mujeres ni tampoco el testimonio de algunos discípulos que parecían enloquecidos. Otros quedaron allá con nosotros y esperaron.

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= Recordé entonces con cierto desagrado que nadie creyó días antes a la Magdalena en aquel día primero de la semana, mi propio testimonio sobre Jesús a quien yo había encontrado junto a la puerta del sepulcro. No supe explicar bien de qué estaba hablando, dejando al descubierto mis propias dudas.

Yo conté cuanto había visto y oído, pero sin creer del todo, no supe dar respuesta a las preguntas de los discípulos. Entre aterrada y admirada, cómo contar lo ocurrido en aquel amanecer tan singular de la mañana primera. Yo repetía una y otra vez el mensaje:

-Yo pude verlo y tocar, lo encontré en el huerto y me habló, el maestro dice que nos espera en Galilea.

Aquella mañana primera, tan cercano aún el duro suplicio de la cruz, los discípulos vivían enteramente destrozados y con temores. Ellos me oyeron insistente mas poco convincente, perdida en una extraña alegría, fuera de mí. Juan el amado discípulo lo explicó así días más tarde, queriendo disculparme y reconfortarme.

El joven discípulo sí creyó en mis palabras, dio fe a mi anuncio y tomó ligero el camino del sepulcro. No dudó porque sabía. Esperaba encontrar pronto vivo al gran maestro, aun habiendo visto tan cerca como nadie su cuerpo sin vida en la cruz y después en el sepulcro.

He subido contigo a la montaña
he creído soñar
he visto, he oído,
al despertar desciendo te veo,
te siento eres tú, Señor,
tú eres, mi alma cree,
a veces cree que te sueña.

= En esta ocasión, en la soleada y fresca mañana de Galilea, pasadas ya siete semanas, yo me encontré en calma viendo a Jesús de nuevo con nosotros, compartiendo su pan y su paz nuestra mesa. Ningún reproche, ninguna queja, sólo consolando. Vemos a nuestro Señor pendiente de cada persona, ocupado en curar heridas y pacificar los ánimos, diluyendo nuestras dudas y temores. Este fue el último día que algunos pudimos contemplar a Jesús entre sus discípulos.

Recuerdo que fue fácil adivinar las huellas de los clavos de la cruz en sus manos, cuando partió el pan y después repartió entre todos. Aquel pan que tanto significó para nosotros porque venía del mismo Jesús como en otras ocasiones y que al llenarnos de él nos saciaba por entero. Ese pan santo y bendito que aun ahora nos reconforta y recuerda que son señales de amor las huellas de la cruz que en él permanecían.

– Miren bien en mi cuerpo y toquen.
– Aquí están las señales del suplicio y de la cruz.
– Tengan fe, soy yo.

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-Cristo el camino, A. Asensio.
-Juan y Pedro en la mañana de la resurrección, Eugène Burnand (+1921). Los discípulos muestran el interés por contrastar la buena noticia que les comunicó una mujer llamada María Magdalena.

  • Tú le encendiste en el corazón el fuego de un inmenso amor a Cristo, que le había devuelto la libertad del espíritu, y le infundiste el valor de seguirlo fielmente hasta el Calvario.
  • Incluso tras la muerte de cruz buscó a su maestro con tanta pasión que mereció encontrar al Señor resucitado y ser la primera que anunciara a los apóstoles la alegría de la pascua.

Mª Magdalena -14 / Un amor nuevo

La TERCERA y última serie de relatos nos cuenta recuerdos de la Magdalena en diferentes momentos finales de la vida de Jesús de Nazaret, cerca del crucificado y hasta que marchó al cielo. Historias apócrifas y piadosas como tantas otras. En esta ocasión la mujer nos ofrece su propia versión de lo sucedido, suplicando consideremos con benevolencia sus sentimientos. Ella quiere aportar su parte de luz.

María Magdalena denuncia la incomprensión y burla que vivieron tanto el Galileo como ella misma, y nos recuerda cuánto le costó creer de verdad en Jesucristo por su gran desespero tras la crucifixión. Muchos sólo pudieron sobrevivir a la larga crisis gracias al amparo que unos a otros se dispensaron.

«MARIA MAGDALENA»

14.- UN AMOR NUEVO

+ Pocas semanas antes del final de su vida me acerqué más al maestro Jesús en Jericó y en Betania, muy próximos a Jerusalén. Esos últimos días yo caminé muy pegada a él hablándole de otro modo, también sintiendo su presencia y su palabra con otro ánimo y otros deseos.

Brotó en mí un afán desmedido por abrirle de par en par las puertas y ventanas de mi alma. Quise mostrarle mi amor y mi entrega total a él, que su misericordia me cambió por entero. Que mi vida le pertenecía porque a él se la debía. Quise darle a entender que su presencia y su mirada amiga me rehabilitaron, lo mismo que a muchos que lo seguían y buscaron su ayuda y comprensión.

Más tarde comprendí que mis gestos excesivos con el gran maestro y mi interés desmesurado por él fueron incomprendidos y criticados por muchos, dando lugar a habladurías y leyendas fáciles de contar.

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+ Desgraciados por el pesado yugo de la ley, hipócritas de mente maliciosa al imaginar el pecado ajeno, cargados como estaban de prejuicios morales y religiosos, prefirieron ignorar la sabiduría del amor verdadero, sólo interesados en juzgar y condenar al que era o sentía diferente. Murmuraban así llenos de su propio saber:

– ‘Si éste fuera el Cristo de Dios o profeta de verdad sabría qué clase de mujer lo está tocando’.

No acertaron a comprender, porque es oculto, el sufrimiento de un corazón roto, poco a poco recompuesto gracias al amor nuevo, generoso y limpio, como el que Jesús de Nazaret a todos nos comunicaba.

He de confesarles que fue después de los sucesos de Jerusalén cuando en verdad me interesé por el gran maestro crucificado y arrebatado de mi lado. Aquellos días y semanas interminables conversé con mucha gente que lo conoció y apreció mucho. Yo pregunté a unos y otros, protesté cuanto pude por lo sucedido, quise pedir explicaciones, pobre de mí, loca por su muerte tan cruel.

Es verdad que no aguardé de inmediato fruto ninguno de aquel grano de trigo tan rico y fecundo echado por tierra y enterrado. Sólo estuve interesada en verlo de nuevo. Notaba que ese hombre Jesús dejó en mí una huella mayor de lo que yo podía confesar, y que esa huella, convertida ya en abierta herida, dolía y sangraba sin cesar: ‘Mi señor, quiero amarte siempre, no dejarte nunca’.

+ El trato más familiar con María de Nazaret, la madre de Jesús, me ayudó en gran manera durante aquellos días de tanta oscuridad y pena. Ella estuvo siempre acompañada por el apóstol Juan tan querido de nuestro señor, por su hermana menor y otros parientes juntados a ella en esos días.

En la mirada tan serena y en la cálida voz de la madre era fácil adivinar su fe y su gran corazón. Todos confesaron su sospecha: que María conocía de primera mano el sentido y trascendencia de cuanto estábamos viviendo, que entre madre e hijo existió una íntima complicidad de la que muchos hablaban pero que nadie explicó.

Yo puedo asegurarles que los discípulos sentían por la madre de Jesús una gran veneración, aun habiéndola tratado en pocas ocasiones. Después de la muerte y de la marcha del señor a los cielos, algunas personas no quisieron ya separarse de ella, como si también ellos escucharan en el monte de la cruz aquellas misteriosas palabras: «Juan, ahí tienes a tu madre».

Con todos ellos conviví y conversé cuantos días y noches permanecimos ocultos por temor y duelo en la casa que Juan el más joven de los discípulos tomó prestada en las afueras de la Ciudad. Este discípulo era muy respetado por los jefes de Jerusalen y por alguno de los que juzgaron a Jesús Galileo, probablemente por su amistad con Nicodemo, maestro fariseo más tarde discípulo.

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Cristo en casa de Simón, Peter P. Rubens. Se percibe un ambiente recargado y tenso, los rostros afeados de jueces y espectadores, mas la belleza angelical en los sirvientes, en el rostro de Jesús y en la mujer, que muestra todo su amor y agradecimiento.

– Via crucis iv, mosaico, La madre.

Mª Magdalena -13 / En casa de Leví

María nos cuenta en este capítulo los planes y las alianzas entre Jesús y Mateo para proponer un camino nuevo a sus contemporáneos. La Magdalena sentirá por ambos un gran aprecio y veneración, pues parece deberles la vida.

Jesús, Mateo, la Magdalena, contemporáneos de unos sucesos por los que ellos mismos y sus seguidores se verán acosados hasta la muerte y excluidos en toda la región y en las provincias, «Si me siguen deberán olvidarse de sí mismos y cargar con su cruz cada día».

“MARIA MAGDALENA”

13.- EN CASA DE LEVÍ

+  Comencé a hablarles de Leví que aun siendo publicano fue honrado y hasta generoso en sus ofrendas al Templo. Gustaba de ayudar a los que se le acercaban y pasaban necesidad de pan o de protección. Acogía en su casa y sentaba a su mesa a gente de mala reputación, los excluidos de la sinagoga y del Templo.

Tenía su propio manera de ver las cosas y de vivir la vida. En verdad era muy respetado por todos, no parecía tener más que amigos. Conocerle fue para mí una gran fortuna.

Leví Mateo no fue un judío ortodoxo ni legalista, como tampoco Jesús Galileo. Por su oficio de publicano y por su reputación, Leví vivía una situación de excepción en la obediencia a normas y autoridades religiosas.

Mi amigo publicano y el maestro de Nazaret se entendían bien en su frecuente conversar, coincidieron en lo que convenía hacer para renovar lo que ellos mismos llamaban la ‘antigua alianza’. En más de una ocasión oí a Leví reflexiones como estas:

– Sera necesario caminar en espíritu y en verdad, sin tanto ritual y palabrería. La gente reclama más misericordia y menos sacrificios.
– Nuestro Dios nos ha abandonado, todos sienten gran desespero y decepción. El Dios de nuestros padres los amaba, acompañaba y protegía siempre.
– El pueblo busca pan y libertad, sólo unos pocos tienen alimento en abundancia.
– El romano que ocupa nuestros pueblos tiene su propio interés, menosprecia nuestra tradición y empeora la situación sembrando violencia.
– Las plazas y los caminos se llenan día y noche de gente abandonada, enferma, sin techo, hambrienta, clamando al cielo sin descanso.
– ¿Qué podemos hacer?

+ Estando muy al comienzo de su predicación, el maestro de Galilea buscaba gente inquieta y generosa. Bastaría un gesto del gran maestro para que Mateo se embarcara en la aventura de seguirlo. Para Mateo se trataba al fin de realizar un sueño muy querido:

– Maestro Jesús, quiero seguirte, acompañarte en tu trabajo, vivir contigo y como tú para siempre.
– Ven conmigo, Mateo, déjalo todo ahora mismo y sígueme.

Los dos querían renovar la vida y purificar ese aire mortal que respiraban, mas ¿cómo hacerlo? ¿qué planes tenía Jesús? Los dos temían el rechazo de las autoridades religiosas y la exclusión. Podían ver ya a lo lejos aproximándose la sombra del fracaso, pero también sentían con fuerza que una luz nueva clareaba en sus corazones y lo iluminaba todo.

+ Magdalena, ¿cómo te encontraste tú entre estos grandes personajes de tu tiempo?

Yo preferí mirar en silencio sin perder detalle, escuchar y aprender, pero sobre todo amar. Me junté cuanto pude a cuantos me abrían sin otro interés las puertas de su vida y de su corazón y no me dejaron afuera, mendigo del buen amor, cansada de tantos rechazos y menosprecios.

Mientras habité en la casa de Leví me ocupé de las necesidades y tareas de una casa con tanto movimiento de gente, negocios e invitados. El mismo Leví me necesitó para trabajar sus pergaminos, cambiar en letras y números de Roma escritos propios de su oficio. Los signos romanos eran muy distintos a los nuestros, que yo aprendí desde muy niña a dibujar.
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* Imagen: La vocación de Mateo, M.C. Reymerswaele (1530), expresa la sorpresa y la satisfacción del encuentro decisivo entre maestro y discípulo.

Vean también nuestra entrada «Los encuentros de Cristo».

Mª Magdalena -12 / Nuevos seguidores

Prosigue María Magdalena en este relato con sus opiniones sobre algunas personas influyentes de su tiempo, San Pedro, San Pablo, San Juan Bautista, sus diferentes maneras de pensar y sobre el lugar de la mujer en los primeros grupos cristianos, según el modelo de la sinagoga, viéndose excluida de funciones y espacios reservados sólo a los discípulos varones.

«MARIA MAGDALENA»

12.- NUEVOS SEGUIDORES

— Lo ocurrido aquellos años, primeramente con Mateo el publicano que acabó discípulo tan incondicional, y poco después con Saulo el de Tarso al convertirse de perseguidor en predicador, fueron dos noticias que según mi recuerdo impactaron mucho en la sociedad de esos primeros tiempos.

Pero la noticia que más sobresaltó, extendiéndose rápida por los pueblos y regiones, fue la detención y ejecución en cruz del Nazareno, la desaparición de su cuerpo del sepulcro y lo que ocurrió después en Galilea, cuando mostrándose vivo ante muchos se alejó de nuestra vista, aunque ante muy pocos testigos.

Esto último es lo que más exasperó a las autoridades religiosas de Judea, el testimonio que dieron los primeros discípulos del Nazareno. Ellos dijeron que tras la muerte en cruz vieron su figura y oyeron su voz en el camino, en casa de Tomás, cerca del sepulcro y también junto al lago.

— El cambio tan brusco que dio Saulo de Tarso extrañó y dolió mucho en primer lugar a los que gobernaban la religión y el Templo, porque se sintieron grandemente burlados y humillados. El de Tarso era un joven rabino y fariseo muy distinguido, fanático de la ley rabínica y con mucha autoridad entre los altos dirigentes políticos y religiosos.

Todos recordarán que Saulo despreció a Jesús Galileo tratándole al principio de apóstata e impostor. Después acosó a sus discípulos hombres y mujeres cuanto pudo y le dejaron. Él fue el causante principal de nuestra ruina, huída y primer destierro. Se decía que era enemigo de cualquier diálogo, siempre opuesto a un acuerdo de paz con los discípulos mayores de nuestro señor.

Dios lo ha perdonado, yo también. Respeto su memoria aunque él no respetó la nuestra. Muy violento e intransigente se creaba problemas por todas partes. Cuentan que explicaba muy bien, aunque sólo unos pocos le entendían, por qué el Nazareno tuvo que morir en la Cruz.

Tras su conversión y larga estancia en el desierto, es verdad que Pablo amó y siguió finalmente con toda su alma al Galileo crucificado, hasta morir como él, por él y por su causa.

Muchos no entendieron el poco aprecio e interés que Saulo mostró en conocer el detalle de cuanto sucedió en Galilea y en Jerusalen. No valoró en su predicación el mensaje ni el testimonio de lo que Jesús hizo durante el tiempo de su misión entre nosotros, cuando recorrió cada uno de los pueblos de nuestra querida Palestina y de otras regiones y naciones cercanas.

Yo conocí a Saulo el fariseo antes de hacerse discípulo, pero no llegué a escucharlo después del cambio. A pesar de sus muchos viajes y estancias en el contorno de Antioquia nunca manifestó a nadie el deseo de conocerme ni la intención de hablarme.

— Era sabido, se comentó aquellos años primeros, que ni Pablo ni el Bautista hicieron nada con su autoridad e influencia para comprender y aliviar la situación tan penosa e injusta que las mujeres habíamos de soportar.

El buen maestro de Galilea se mostró en desacuerdo, y su modo de hacer era contrario a cualquier desprecio o exclusión.

La historia de los rechazos ha continuado entre los nuevos discípulos en algunos grupos y asambleas. He conocido mucha diversidad en la manera de vivir la vida, en las opiniones y ante las diferentes situaciones. Esto mismo ya ocurría entre Jesús de Nazaret y el Bautista, como en la distinta opinión de Leví o del apóstol Pedro sobre las mujeres que seguíamos a Jesús y lo que nos estaba permitido hacer o decir.

El grupo de Pedro siempre fue contrario a encomendar a mujeres convertidas la misión de evangelizar ni de palabra ni por escrito. También era diferente lo que explicaban sobre el amor y la compasión Saulo el fariseo convertido o Juan el muy amado discípulo. Mentalidades diversas, dentro de una nueva corriente de vida que irrumpió con Jesús el Galileo en cuanto el Bautista fue encarcelado y más tarde decapitado por el infame y cruel Herodes.

Tampoco Leví Mateo pensaba ni actuaba como era habitual en su entorno, no menospreciaba a la mujer por el hecho de serlo, sino todo lo contrario. Soy testigo en mi propia vida de estas notables excepciones que eran de alta consideración y respeto por los menospreciados y maltratados fuesen hombres o mujeres, pequeños o grandes.

— He de recordarles que el apóstol fariseo Saulo de Tarso tenía la misma edad que Jesús Nazareno, que vivió justo el doble de años que el gran maestro. Así como cuentan y está escrito, Pablo fue torturado y decapitado, a la vez que otros muchos seguidores, en la gran calzada que acerca a la capital del Imperio en un lugar muy próximo a Roma.

Todos ellos murieron por mandato expreso de Nerón, en aquel tiempo jefe máximo de los ejércitos que ocupaban nuestros pueblos, señor de todas las tierras y gentes conocidas, endiosado emperador de los romanos, loco y sanguinario tanto como puedan imaginar.

Por todas partes persecución, muerte y cruz. Lo de Jesús pareció tener un rápido final, sin embargo no fue así: la vida y la verdad fueron abriéndose paso entre tanta amenaza y contradicción, Jesús acompañó nuestro camino cada día con el renacer de la esperanza, hasta hoy mismo que yo les escribo muy anciana, pasadas ya muchas Pascuas.

Nos dió confianza y fortaleza recordar algunas promesas atribuidas al entorno mismo del maestro de Galilea:

– ‘Los rechazados por ser mis seguidores serán como faros de luz encendidos en la noche cerrada del mundo’
– ‘Reinarán rebosando felicidad los que ahora lloran humillados y cargados de temor’
– ‘Yo estaré con ustedes cada día hasta el final de este mundo. Si se mantienen fieles yo seré fiel, no les dejaré solos y haré todo nuevo’

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San Pedro y San Pablo», El Greco (+1614), presenta a los dos grandes apóstoles con sus rasgos propios. En san Pablo, la dureza de rostro del sagaz intelectual, orador brillante y escritor apasionado; en san Pedro, apacible y manso, dispuesto a comprender y perdonar, que lleva en su mano izquierda las llaves que abren y cierran la Iglesia.