Encontrarán aquí unos relatos y leyendas que la Magdalena desea contarnos. Nada espectacular, solo quiere explicarse en sus sentimientos más personales. Es una mujer ya muy anciana que pide tomar la palabra. Las historias, junto con las imágenes de arte, nos acercarán y harán ver, escuchar y tocar el misterio de dentro de aquellos personajes tan excepcionales.
El primer relato ofrecerá una aproximación al actor principal y su entorno, dando algunas pinceladas sobre su manera de ser y el porqué de estos relatos rellenos de recuerdos y sentimientos. Magdalena quiere explicarse y está deseosa de llevarnos ahora hasta el Maestro de Nazaret, el amor de su vida.
«MARIA MAGDALENA»
1 . ¿QUIÉN ES JESÚS?
Muchas primaveras quedaron ya atrás desde el día en que por vez primera pregunté y me respondieron que aquel hombre allá recostado era Jesús Galileo, el gran maestro de Nazaret.
Esto ocurrió en Cafarnaúm en casa de Leví el publicano, en el patio grande donde solía dar sus fiestas. Eran frecuentes y las hacía preparar con sumo cuidado.
Leví Mateo gustó obsequiar a sus huéspedes con generosidad, también a sus muchos amigos entre los que se encontraban hombres y mujeres de toda condición y edad, en su mayoría jóvenes, con una gran diversidad en el origen y creencias, también en sus gustos e intereses.
Aquel día señalado había acudido a nuestra fiesta el maestro Galileo, aparentemente como uno más entre los otros invitados, rodeado de discípulos y muchos curiosos. Yo estaba allá para atenderlos y servirlos, debiendo corresponder con mi trabajo al cobijo amistoso que tiempo atrás Leví me ofreció.
Ahora que presiento acercarse el final de mi vida, noto en mí la necesidad de recordarlo vivo y de explicarme sobre Jesús Galileo al que conocí aquel luminoso día, al que en verdad ya nunca abandoné del todo.
Pregunté quién tú eras
dónde moras
a dónde tú vas
y si me amas.
Soñé tu llamado
imaginé qué yo hago
voy contigo
sé que te amo.
Quise contarles algo de lo mucho que voy reencontrando escondido en los rincones de mi memoria, bien guardado en mi corazón. Porque he de decirles que yo soy María, llamada la Magdalena.
No pocas veces me descubrí dando vueltas a mis recuerdos mientras trabajaba en las labores caseras o giraba lentamente mi vieja rueca. Me refiero a los fríos ya pasados cuando noté mis brazos tan pesados y cansados, que solo se entretenían poco en pequeñas cosas y siempre las mismas, sintiendo mi corazón iluminado pero mi mente fría y medio adormecida.
Algo imprevisto me hizo de repente despertar. Creyéndome oculta entre mis velos, me vi un día sorprendida y descubierta, como observada. Me ocurrió en este último invierno. Se interesó por mí un grupo de jóvenes palestinos, galileos y samaritanos, con los que me crucé por los caminos, y recientemente llamaron a mi puerta. Unos nacieron aquí tras las guerras, otros emigraron desde Judea, también algunos originarios de estas tierras y pueblos del norte.
Ellos se fijaron en mí, en mis entradas y salidas. Me observaron y, como puestos de acuerdo, me suplican que les hablara de Jesús, quisieran conocer mi opinión sobre el Galileo.
Me preguntaron por mi manera de entenderlo entonces en mi juventud y también ahora pasados ya tantos años. Esperaban de mí ayuda y compañía para conocer al gran maestro de Nazareth. Ellos quisieran comprobar si sus inquietudes e ilusiones, también sus muchas dudas y sombras, si recibirán por fin la luz esperada que la fe les prometía.
– María, queremos ver de cerca a Jesús, saber cómo pensaba, qué sentía, qué nos querrá decir ahora.
– Vengan a mi casa un día y conversamos. Yo los llevaré junto a él, y ustedes mismos podrán observar, escuchar.
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* Imagen: J. Camille Corot (+1875), ‘Gitana con Mandolina’, mujer tierna, bonita y melancólica, así como imaginaron a la joven Magdalena.
Verán los capítulos siguientes más adelante, y aquí el ÍNDICE de relatos y temas.
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