Estoy presentando en este blog unos relatos que ideé para rehabilitar el buen nombre de María Magdalena y de Jesús de Nazaret. Con un mínimo de ficción, María Magdalena, desterrada y ya muy anciana, hace público su testimonio personal sobre el maestro de Nazaret. Más allá de sus sentimientos y nostalgias, el mensaje mismo de Jesús, sus propuestas de nueva religión, la oferta de nuevo camino. Como veremos en este nuevo episodio, sus discípulos y la misma Magdalena no quisieran abandonar nunca al Galileo, ni en situaciones de crisis y peligro.
«MARIA MAGDALENA»
5.- CANSADO Y SEDIENTO
+ Estos jóvenes discípulos al visitarme, contribuyeron los que más a mantener frescos algunos detalles del maestro, aparentemente insignificantes aunque para mí entrañables. Detalles no imaginados pero sí con el paso del tiempo recordados, soñando sin cesar y sin malicia por mi propia locura de amor y más tarde por mi fe ciega en aquel hombre.
Lo ocurrido en aquel entonces viviendo el Nazareno me parecía ahora más lleno de vida que nunca. Con la distancia de tantas Pascuas transcurridas, aquellos antiguos sucesos crecían sin cesar de tamaño y los vivíamos de nuevo en la casa mientras ardía nuestro corazón por el ambiente de búsqueda amorosa. No sólo recuerdos sino presencias, miradas y palabras entre Galileo nuestro señor y los discípulos que creen en él. Por eso entre nosotros escuchábamos y repetíamos una y otra vez sus preguntas y las nuestras:
– ¿A quién buscan?
– ¿Eres tú el que ha de venir?
– Vengan a mí, el Reino de Dios llegará pronto
– Vayan también ustedes a trabajar a mi viña
– ¿Quieres curarte?
– Maestro, señor, quiero verte y seguirte siempre
– Ven conmigo que soy la verdad y el camino
– Señor ¿dónde vives?
– Nuestro padre ya les quiere como a mí, no teman
– Anuncien estas buenas noticias a todas las personas
– ¿Quieren marcharse de mi lado y dejarme para siempre?
– Yo nunca les dejaré solos
– Manténganse siempre alerta, no se echen atrás en tiempos duros
– ¿A dónde vas ahora, señor?
– Confien en mí, vengan a mí, yo les mostraré el camino
– Ámense unos a otros, y amen a los que no les aman.
+ Recordaré un día de verano al atardecer, el mismo Jesús cansado y sediento esperando en el patio de la casa junto al viejo pozo. Se dirigió a mí diciendo con voz cálida y apagada:
– María, quería verte, tengo sed ¿puedes darme un poco de agua de tu pozo?
Sorprendida al verle y escuchar la súplica, le di a beber de mi jarra agua fresca recién pozada:
– Me alegro que estés aquí conmigo, me verás triste y perdida, porque la paz se ha alejado de mí, también yo te necesito ¿me darás a gustar, señor, tu amistad? ¿recuperaré la paz y la alegría?
Como era un día muy caluroso, nuestro señor Galileo quedó pronto dormido en la sombra junto al pozo sin apenas decir más. Yo mirando de cerca cantaba.
Siento la caricia de tu mano
el calor de tu mirada
que sana y reconforta
en el caer de la tarde
quédate hoy conmigo
abrazo de paz infinito
que acaba la luz y anochece.
+ Al día siguiente sus discípulos asustados llegaron en su búsqueda recién amanecido, le hablaron con preocupación y se alejaron con él a toda prisa.
– Las autoridades del Templo te buscan y te acusan de menospreciar su autoridad, de creerte un profeta y un mesías, tú ¿qué dices?
– Ustedes ¿qué piensan de mí? ¿quién dicen que soy? ¿Desean marchar de mi lado?
– Peligra nuestra vida, pero no te dejaremos.
– Sean valientes, recorramos juntos el sendero estrecho y escarpado que lleva a la luz, la verdad y el amor. No me dejen.
– Tú eres nuestro señor, el Cristo de Dios.
Sus seguidores más incondicionales lo aman, lo siguen y adoran como su rey y señor. Así ocurre con los grandes maestros y profetas, cuánto más tratándose de nuestro adorable y buen maestro Jesús Galileo. Tan grande era nuestra locura por él y por su mensaje, que estábamos dispuestos a entregar nuestra vida entera, hasta morir con él si fuera necesario.
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* En la imagen «Cristo y la Samaritana», Bernardo Strozzi (1581-1644). Encuentro y conversación junto al pozo, que sacia la sed de ambos de conocerse mejor y el deseo de ayudarse en sus dificultades. El resultado de ese primer acercamiento será una relación de amistad para siempre.
Una composición similar expresó el poeta español Gerardo Diego (1896-1987) en estos versos:
Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
Apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.