El Cristo de San Damiano, Francisco de Asís

Crucifijo de San Damiano / franciscanos.org

:: Quise contarles aquí una vieja historia medieval. Un día Francisco entró en la pequeña Ermita dedicada a San Damián, recostada en una loma cerca de Asís. La hiedra trepaba hasta cubrir los muros laterales, en ellos se veían hendiduras que ponían en peligro el lugar.

En su interior había un sencillo altar de madera y, a modo de retablo, un Crucifijo bizantino. La imagen del Crucificado penetró en el alma de Francisco, que con los ojos elevados oró así:

¡Glorioso y gran Dios, mi Señor Jesucristo! Tú eres la luz del mundo, pon claridad, te suplico en los abismos oscuros de mi espíritu.
Dame tres regalos: la fe, firme como una espada; la esperanza, ancha como el mundo; el amor, profundo como el mar.
Mi querido Señor, te pido un favor más: que todas las mañanas al rayar el alba, amanezca como un sol ante mi vista tu santísima voluntad para que yo camine siempre a su luz. Y ten piedad de mí, Jesús.

:: De pronto se oyó una voz que al parecer procedía del Cristo: «¡Francisco, ¿no ves que mi casa amenaza ruina? Corre y trata de repararla!».

Francisco observó la ermita por fuera, el mal estado de la construcción. Se acercó al anciano capellán, le dio dinero y pidió que comprara lámparas de aceite, que las encendiera en su nombre frente al Crucificado.

:: No bastó. Se le estará pidiendo algo más, su ayuda para reparar la gran Iglesia, la Iglesia romana, la religión y el Papado de entonces, la sociedad y sus gobernantes, todo necesitado de cambio urgente y reforma, amenazados de ruina por la corrupción generalizada.

El joven Francisco de Asís decidirá finalmente contribuir él mismo al cambio y la mejora con su renuncia a todo, su amor a la verdad, su opción por la pobreza y su dedicación a los más pobres.

«La forma más elevada de la pobreza evangélica es también la más realista: aquella en que el hombre reconoce y acepta la realidad humana y divina en toda su dimensión.» (Sabiduría de un pobre, E. Leclerc)

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3 pensamientos en “El Cristo de San Damiano, Francisco de Asís

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