“De los que son como niños es el Reino de Dios”. Fue entonces y es ahora el mensaje eterno de la NAVIDAD: hay que cambiar el corazón, nacer de nuevo, hacerse niños, recuperar la trasparencia.
– Paul Claudel, describiendo su conversión, nos recuerda que un día de Navidad en la Catedral de Notre Dame de París sintió el sentimiento desgarrador de la inocencia, «revelación inefable de la eterna infancia de Dios».
– Sorprendido ante la eterna infancia de Dios y sollozando, comenzó a salir de su «estado habitual de asfixia y desesperanza».
Celebrar la Navidad puede despertar en nosotros la fe: una fe que no esteriliza, rejuvenece; que no encierra, nos abre; que no recela, confía; no entristece sino que alegra e ilumina, una fe que no teme sino que ama.
– Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios Niño. Para ellos habrá sido Navidad.
( Imagen: La Nativité, Gustave Doré )