Ejercicios espirituales -2 / el Cristo crucificado

Les ofreceré hoy un nuevo texto de los Ejercicios espirituales. Ante un deseo sincero de cambio, buscarán modelos y razones. Eso mismo le ocurrió al santo de Loyola que malherido se propuso imitar al Cristo de los caminos, sobrecogido por el Cristo contemplado en la cruz.

– Jesús de Nazaret pidió al discípulo ¡Carga cada día con tu cruz y sígueme!
– San Pablo dirá: Si estamos crucificados con Cristo, resucitaremos con él.

Ignacio de Loyola expresó sus deseos con este ‘Coloquio’, una reflexión consigo mismo a la vista del Cristo crucificado: ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? No pareció razonable quedar impasible.

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DIÁLOGO ANTE CRISTO EN CRUZ

    . . Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, considerar que siendo el Creador vino a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados.
    . . Otro tanto, mirando a mí mismo, ver lo que hice por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; viéndolo así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere.

Lo que de verdad moverá a las personas será el amor, el mucho amor recibido que buscas corresponder dando algo a cambio, pobre amor pero sincero.

Así afloran bellos sentimientos y deseos del buen discípulo:

-La admiración, fue el comienzo de muchos pensamientos y decisiones locas, el por qué abre búsquedas y vincula a admiradores y seguidores.
-La adoración, acompaña al admirador, él mismo se hace don, entrega total, a la vista del don de la persona admirada, mostrando mucho amor.

-El seguimiento, la decisión más lógica, prometiendo no abandonarlo nunca, pendiente de su palabra y su vida.
-El abandono, dejará la propia voluntad para ponerse él y sus cosas en manos del que ama, buscando en todo complacer y servir.

-La correspondencia, razón de ser de sus decisiones, mostrar amor a quien mucho debe, la vida, la vida sobrenatural y todo lo demás.

(Dibujo: san Ignacio en Manresa)

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Vean aquí este pequeño comentario sobre las Siete Palabras de Cristo desde la Cruz, «Las 7 palabras».
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El conocido soneto anónimo ‘No me mueve mi Dios para quererte’, describió una reacción posible, al igual que estos versos en él inspirados:

    TÚ ME MUEVES, SEÑOR

    No me mueve mi Dios para quererte.

    Una sentida oración
    recorre los siglos en busca de autor,
    siguiendo la mirada de Cristo
    delante y puesto en cruz.

    Tú me mueves, Señor.

    Conmovido ante tanto dolor
    confiesa tu admiración y tu amor.

    Cómo corresponder,
    te preguntas qué hacer
    ante tanto amor, qué decir.

    Mi silencio es reverencia,
    mis palabras solo obediencia.

    Tú me mueves, Señor .

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Verán también del tema nuestra entrada «Tiempo de pasión, soneto».

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