Les ofreceré hoy un nuevo texto de los Ejercicios espirituales. Ante un deseo sincero de cambio, buscarán modelos y razones. Eso mismo le ocurrió al santo de Loyola que malherido se propuso imitar al Cristo de los caminos, sobrecogido por el Cristo contemplado en la cruz.
– Jesús de Nazaret pidió al discípulo ¡Carga cada día con tu cruz y sígueme!
– San Pablo dirá: Si estamos crucificados con Cristo, resucitaremos con él.
Ignacio de Loyola expresó sus deseos con este ‘Coloquio’, una reflexión consigo mismo a la vista del Cristo crucificado: ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? No pareció razonable quedar impasible.
DIÁLOGO ANTE CRISTO EN CRUZ
. . Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, considerar que siendo el Creador vino a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados.
. . Otro tanto, mirando a mí mismo, ver lo que hice por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; viéndolo así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere.
Lo que de verdad moverá a las personas, ojalá también al mundo, será el amor, el mucho amor recibido que buscas corresponder dando algo a cambio, pobre amor pero sincero.
Así afloran bellos sentimientos y deseos del buen discípulo:
La admiración, fue el comienzo de muchos pensamientos y decisiones locas, el por qué abre búsquedas y vincula a admiradores y seguidores.
La adoración, acompaña al admirador, él mismo se hace don, entrega total, a la vista del don de la persona admirada, mostrando mucho amor.
El seguimiento, la decisión más lógica, prometiendo no abandonarlo nunca, pendiente de su palabra y su vida.
El abandono, dejará la propia voluntad para ponerse él y sus cosas en manos del que ama, buscando en todo complacer y servir.
La correspondencia, razón de ser de sus decisiones, mostrar amor a quien mucho debe, la vida, la vida sobrenatural y todo lo demás.
(Dibujo: san Ignacio en Manresa)
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El conocido soneto anónimo ‘No me mueve mi Dios para quererte’, describió una reacción posible, al igual que estos versos en él inspirados:
TÚ ME MUEVES, SEÑOR
No me mueve mi Dios para quererte.
Una sentida oración
recorre los siglos en busca de autor,
siguiendo la mirada de Cristo
delante y puesto en cruz.
Tú me mueves, Señor.
Conmovido ante tanto dolor
confiesa tu admiración y tu amor.
Cómo corresponder,
te preguntas qué hacer
ante tanto amor, qué decir.
Mi silencio es reverencia,
mis palabras solo obediencia.
Tú me mueves, Señor .
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Verán también del tema nuestra entrada «Tiempo de pasión, soneto».