– Hoy en el blog un pensamiento positivo, cuando el día pareció apoderarse de la noche, la vida floreció adornando de belleza y de luz lo que antes fuera solo oscuridad.
Pasarán las estaciones, la alternancia de luces y sombras, como en la vida misma, la vida nuestra de cada día, a veces triunfal, otras en derrota.
No olviden sin embargo los pensamientos invernales, cuando la oscuridad y la noche pensaron acabar con la luz y la vida.
Ah, si la realidad solo fuera primavera, si la compasión o el azul del cielo vencieran ya toda oscuridad y egoísmo, o la violencia fuera desarmada al fin por un amor puro y eterno…
Utopía, victoria soñada, tras tanta lucha por una humanidad recuperada.
– Verán en síntesis lo que piensa el psiquiatra español Rojas Marco. Noten su opción decidida por el bien y la bondad.
«Es un hecho irrefutable que las personas son pacíficas y bondadosas de nacimiento. La compasión y la generosidad brotan en el ser humano con una extraordinaria facilidad. Y es que ninguna sociedad puede existir sin que sus miembros convivan sacrificándose continuamente los unos por los otros.
. . Este hecho explica el que los legendarios mandatos y castigos divinos como el pecado original, el decálogo, el diluvio universal o el contrato social no sean literalmente ciertos. No tanto porque nunca ocurrieran, sino porque nunca fueron necesarios.»
¿Idealista? ¿Optimista? ¿Soñador? Buscando las esencias buenas e innatas de todo, mas ocultas y afeadas, ¿Por el pecado, por la maldad aprendida? ¿Será esa la bondad divina olvidada o la belleza original rota? ¿El paraíso perdido nuevamente encontrado?
– Cada cual pensará su acuerdo o desacuerdo, al despertar obrará en consecuencia. La apuesta por el bien y la bondad será tal vez costosa, extraña, mas será transformadora, indispensable.
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(1) Luis Rojas Marco, «Todo lo que he aprendido. 303 ideas para una vida mejor», 2014.
(2) Imagen: Niño con paloma, Picasso, 1901. La inocencia, fragilidad y levedad del ser.
(3) La fe creyente ayuda a vivir la vida con alegría y esperanza. Vean en comentario este soneto sencillo, muy personal, de Felix Mansilla.