Les traigo hoy al blog un apunte sobre la compleja tarea del cuidado de las personas, de su crecimiento personal, respetando la gran diversidad de creencias y modos de vida, trabajando juntos por la justicia, la igualdad y la paz. Me estaré refiriendo sobre todo al trabajo educativo con los niñ@s y los jóvenes, mas también con los adultos. Será la misión del educador de fondo.
Las palabras que podrán leer a continuación me evocaron el trabajo arduo y paciente en muchos campos, en América latina y otros continentes, entre indígenas o en comunidades rurales y desplazados, como fue recogido maravillosamente en la película «La misión» (1986) que recordarán.
– Viendo la actual pluralidad de culturas y religiones en escuelas y centros de formación, el superior de los jesuitas, presente en Dar es-Salaam, Tanzania, habló así a un grupo de educadores y misioneros:
«Cada cultura tiene su propia sabiduría. Necesitamos las sabidurías del mundo para hacer nuestro mundo más habitable, más humano. Nuestro trabajo principal no será tanto aumentar el número de cristianos, sino aprender de esas otras sabidurías, el Islam, el budismo, el sintoísmo u otras. Necesitamos integrar: una comunidad donde hay cristianos, mahometanos y budistas, será una comunidad muy sabia. Extraer lo mejor de cada uno contribuirá al bien de todos.»
– Celebrando Navidad, la Familia y el Año nuevo, surgen preguntas: ¿Cómo de educadoras son nuestras familias? ¿Preocupados por una sociedad mejor y más humana, o encerrados en nuestros problemas? ¿Educamos para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, o enseñamos a vivir por el propio bienestar con olvido de los demás? Sabiduría es también sensibilidad.