«Gozan en los cielos las almas de los santos,
que siguieron las huellas de Cristo;
que por su amor derramaron su sangre,
por ello reinarán con Cristo eternamente».
(Magnificat antiphon for feasts of martyrs)
Ya en tiempo de Pasión y de cruz en calles e iglesias, recuerden el testimonio.
Las hermanas Anselm, Reginette, Margarita y Judith murieron en Yemen, víctimas de la cruel violencia que asola países árabes de Oriente Medio.
Las misioneras del grupo de la Madre Teresa de Calcuta fueron asesinadas el pasado 4 de marzo mientras servían el desayuno a los ancianos y discapacitados, mayormente musulmanes, atendidos en el albergue de Adén. Murieron con los delantales puestos.
Esta fue una de las oraciones que las Misioneras de la Caridad rezaron antes de su martirio, como todos los días al iniciar su jornada:
«Señor, enséñame a ser generosa.
Enséñame a servirte como lo mereces;
a dar y no calcular el costo,
a luchar y no prestar atención a las heridas,
a esforzarme y no buscar descanso,
a trabajar y no pedir recompensa,
excepto saber que hago tu voluntad.»
–
Al día siguiente el Papa comentó: «Fueron mártires porque testimoniaron a Cristo y compartieron el puesto de Jesús en la Cruz. Que Madre Teresa acompañe a estas mártires de la caridad e interceda por la paz y el respeto de la vida humana”.
Allá las conocimos años atrás, en las periferias de La Habana. Desde acá hoy nuestra admiración, afecto y gratitud.
EN SANGRE
De blanco teñidas en sangre
llegadas de lejos
testigos de luz entre sombras
dando su amor su tiempo y su vida.
En rojo y en cruz fieles esposas
amigas del cordero de Dios
hermanas de todos
pequeñas señoras.
Manó sangre su gran corazón
la propia vida
y agua limpia abundante
su misma alma.
Su corazón traicionado
como Jesús
cruz de dolor y abrazo
su sed grande de amor.
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