Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.
Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Estará el interés de muchos en recuperar la vista, la fe, a partir del encuentro personal con Jesús de Nazaret, «La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría», dijo el Papa Francisco.
- El ciego Bartimeo arrojó su manto y se acercó a Jesús. ¿Qué quieres que haga por ti? Maestro, que vea. Jesús le dijo: Puedes ir, tu fe te ha salvado. Al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino, san Marcos c.10.
Dedicarás un rato a hacer silencio en tu interior para escuchar su voz, buscarás la calma en medio del ruido de tus dudas y preocupaciones, hablarás así en confianza:
. . Padre, me pusiste en el camino de Jesús. Lo sentí cerca, mas yo al borde del camino sin fuerzas ni ayuda para ir con él. Él se fijó en mí, escuchó mi grito: ¡Quiero ver! Gracias por mi encuentro con el Maestro.
. . Gracias, Jesús, tú eres Maestro de lo que solo se ve con el corazón: la amistad, la paz, la alegría. Tú hiciste que de dentro yo también te dijera: ¡Quiero creer! y me diste fuerza para acercarme y seguirte.
Quien al fin pudo ver, se hará portador de luz para los que siguieron buscando. Creer ayuda a recuperar la esperanza y a caminar con una meta, por un mundo más justo y luminoso para todos.
Recordé aquella letrilla, con su secreta vivencia:
BARTIMEO
En las puertas de Jericó
pasando Jesús de camino
oyó su voz Bartimeo
saltó de alegría loco
su ceguera dejó y su manto
pues ya sólo al mesías
amar y seguir quería.
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Beethoven, que apenas podía oír nada, se encontró con una admiradora que no podía ver ni la luz ni la luna, porque era ciega… Parece que al piano le dedicó esta hermosa Sonata del «Claro de luna«. Tal vez viera la luz de la luna reflejada en el lago Lucerna.