Mª Magdalena -11 / La luz del profeta

«El que enciende una luz no la oculta o la pone debajo de la cama, la coloca en un candelabro para que todos vean la luz». En este y en el siguiente capítulo María Magdalena nos ofrece su parecer sobre algunos personajes de su tiempo: Juan el Bautista, Pablo (Saulo) de Tarso, el apóstol Mateo (Leví) el publicano, Pedro el apóstol.

En aquellos años, desprestigiadas las religiones tradicionales, nuevos caminos y otras mentalidades van entrando en escena. En esa diversidad de maneras de pensar, a la Magdalena le preocupa la marginación tradicional que sufre la mujer de su tiempo, también por parte de alguno de los discípulos y en algunas asambleas cristianas. Siguiendo gustosa las sugerencias y cuestiones de aquellos jóvenes palestinos, la Magdalena anciana y desterrada prosigue la búsqueda entre sus recuerdos, agradables o no tanto.

“MARIA MAGDALENA”

11.- LA LUZ DEL PROFETA

+ Mi recuerdo de Leví Mateo el discípulo publicano está lleno de amistad y gratitud. El me acogió en su casa cuando abandoné Magdala y me refugié en Cafarnaúm. Él me quiso, me ayudó y respetó siempre, quien algún tiempo después me presentó a Jesús y me explicó su fe loca y su admiración por el gran maestro de Galilea, reacción que yo entonces creí excesiva y pasajera. Sus discípulos acompañarán años más tarde mis noches oscuras y mi desconsuelo en los primeros tiempos de este largo destierro. Comprenderán que también a él le deba la vida.

Leví fue siempre fiel a sus amigos, a sus creencias y convicciones. Por eso su total cambio de vida en cuanto decidió finalmente seguir al Maestro me impactó largo tiempo. El recordarlo y el traer aquí su decisión irrevocable, me animará en este momento difícil a seguir adelante.

Estoy convencida que la ‘derrota’ de Leví Mateo fue un triunfo importante para la causa de Jesús. La decisión que tomó mi amigo publicano de seguir sin condiciones al de Nazaret interpeló a muchos, porque Mateo era una personalidad relevante y prestigiosa, influyente incluso en los ambientes más ortodoxos de la capital.

+ Muchos notables y gente de bien en la Galilea, sintiéndose distanciados de aquella religión hueca y sectaria, se interesaron por las propuestas nuevas que el Nazareno hacía, como antes aprobaron la oferta penitente del profeta Bautista en el Jordán.

Los niños de la concha, B.Murillo, 1675

De Juan el Bautista les diré que yo no simpaticé con él ni con sus seguidores, a causa de la dureza de su mensaje, su estilo atemorizador. Aun así este controvertido profeta reunía junto al gran río a multitudes que caminaban perdidas en el frío desierto de la religión de su tiempo, calentaba los ánimos y curaba los males de su tiempo, la desesperanza.

– Vendan sus bienes, que el reino de Dios se acerca y su vida no depende de los bienes que tengan, si no todos igualmente perecerán.
– Repartan sus ropas y su comida con el desnudo y el hambriento, porque ellos les juzgarán, les salvarán o condenarán eternamente.
– Los que ahora sufren y están tristes serán pronto consolados.

Nuestro gran maestro Jesús, que en un primer momento se presentó como bautista, alabó en gran medida y públicamente al predicador del Jordán, tanto como si tuviera contraída con él una deuda personal.

Algunos piensan con razón que de no haber sido pronto encarcelado y ejecutado, la estrella del Bautista del Jordán se hubiera ido ocultando y apagando ante el sol resplandeciente que era Jesús de Nazaret, ante la personalidad y las nuevas enseñanzas que difundía el joven maestro de Galilea.

+ Los discípulos bautistas explicaban que Juan en su predicación bautismal según parece anunciaba ya abiertamente lo que estaba por venir:

– Saben, ocurrirá necesariamente que Jesús de Nazaret, su persona y su gran mensaje, avanzará y yo me detendré.
– Conviene a todos que yo me aparte para dar paso al que es Cristo de Dios y viene de parte suya, al que muchos esperamos y buscamos. El sanará nuestras heridas y perdonará nuestros pecados.
– Una gran mayoría del pueblo y los principales dirigentes religiosos lo rechazarán con abierta hostilidad hasta el final.
– Créanme, lo seguirán unos pocos pastores y agricultores, algunas mujeres y un grupo de pescadores, sus discípulos. Estos se mantendrán fieles al Cristo hasta el final, incluso en la persecución, y hasta morir por él.

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* Imagen: San Juan Bautista, Juan de Juanes (+1579). Concluida su tarea, el Bautista señalará al que llamó «Ecce Agnus Dei», el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, manso y humilde, continuador de la propuesta de cambio del Jordán, uno y otro portadores de la cruz de rechazo y muerte.

Mª Magdalena -10 / Un rescoldo encendido

«Quien tenga sed que se acerque a mí, quien crea en mí que beba, de sus entrañas manarán ríos de agua viva». Magdalena nos explicará el manantial y la fuente de donde brota fresca como agua viva su fe. Lo que nosotros llamaremos fe, ella la describe como un encuentro y una relación que dejan huella, una íntima entrega que transforma e ilumina, será una experiencia de mutuo amor y compromiso.

«MARIA MAGDALENA»

10.- UN RESCOLDO ENCENDIDO

+ Jesús el maestro debió notar en mí un gran desarraigo y dolor cuando me miró compasivo aquella vez primera. Se fijó en mí y yo en él, porque las heridas del alma dejan huella en el rostro y él siempre acertaba a encontrar la más pequeña y la más dolida de entre todas las ovejas.

Los enfermos y los abandonados buscando cobijo se acercaban a él y él a ellos. Siempre era así. Y el encuentro se convertía poco a poco en una fiesta íntima y restauradora, que permanecía después imborrable.

¿Qué creen que es la fe sino un vivir enamorada de esa primera llama encendida y de su rescoldo nunca del todo apagado? Rescoldo que de pronto se convierte en hoguera de paz y de amor, regalo por la espera.

Es la fe de los comienzos, la que desencadenó todo, aunque más tarde cargada también de incertidumbres. La huella que dejó ese primer encuentro será la luz que nos acompaña en la búsqueda y en la duda, nos guiará entre cañadas oscuras y va madurando y dando sabroso fruto cuando está limpia de amores propios, vanos temores e intereses. El amor primero celosamente guardado y cultivado, ese primer encuentro que lo es todo, fiesta, luz, melodía, manantial, hoguera…

Es cuanto quiere expresar esta súplica entrañable tantas veces repetida que resume bien mi mayor deseo.

– Señor, quiero amarte siempre, no dejarte nunca.

+ Siento que es arriesgado pensar o decir ‘Tengo fe’. Será un modo de hablar. Vamos creyendo día a día pero de diferente manera, esperando y amando cada vez más de otro modo. La vida de nuestros verdes campos es así en primavera, que siendo la misma es siempre nueva. La experiencia de la fe es también como un manantial oculto de donde surge en ocasiones una insospechada fuente de agua limpia y transparente que refresca y restaura todo.

    «No vieron a Jesucristo y lo aman; no lo ven, y creen en él; y se alegran con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: su propia salvación» (1 Pedro c.1)

Esto mismo sucedió en mí cuando estos jóvenes discípulos me acercaron hasta las esquinas más difíciles de mi propia alma, me llevaron a descansar allí curando y a veces recuperando sin dolor cicatrices de mi pequeña historia personal.

Los abrumados por un mal incurable fuimos llamados y sanados por el mismo Jesús para consolar a los que sufren y lloran. Nos encomendó acoger y curar heridas, llevar a todos hasta la luz de la verdad que no juzga ni castiga, solo libera e ilumina.

Sólo los misericordiosos recibirán la misericordia.

+ Habíamos aprendido que creer en aquel hombre justo era amarlo y seguirlo de corazón, en espíritu y en verdad, no sólo con los labios. Seguirlo será vivir con una mente y un corazón iluminados, haciendo realidad sus palabras.

– Yo soy la luz del mundo.
– Acérquense a la luz, no teman, vivan como hijos de la luz.

También ahora queremos seguirle sin dejarle nunca, pecadores aún y suplicantes. El nos libró de nuestra ceguera, nos devolvió la confianza y nos puso en camino. Así como cuentan de aquel mendigo ciego que en las puertas de Jericó oyó pasar a Jesús de camino, y al oír que le hablaba enloqueció de alegría, pareció olvidar su ceguera y puso ya todo su empeño en sólo amar y seguir al Nazareno.

Seguir tus huellas
como ciego curado en el camino
sin manto ni sandalias
cantando por valles y colinas,
sin monedas ni pan ni vino
solo contigo
al calor de tu figura amiga
que sientes y adivinas.

Jesús ponía cada día ante nuestros ojos la nueva realidad. Todo seguía igual y sin embargo nos pareció diferente, porque la noche, la enfermedad y la muerte perdían ante él poder y vigencia. La vida rebrotaba nueva en los desanimados y los abandonados, pues el buen Galileo los acogía con respeto y cariño viéndolos tan rechazados y excluidos. A todos inspiraba confianza y los resucitaba.
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Más vale amar que solo creer, se establece una relación de dependencia, de necesidad, como del aire y el agua, la vida y la luz… Lo mejor de lo humano vale también para lo divino.

Canta la banda mexicana de rock Maná, ‘Vivir sin aire’.

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Mª Magdalena -9 / Crecí en Magdala

En este relato más autobiográfico Magdalena nos explicará de dónde viene y cómo ha llegado hasta aquí. Es muy crítica con el afán por fabular propio de los primeros tiempos, publicando relatos falsos e interesados sobre Jesús de Nazaret y sobre ella misma. Parece claro que María Magdalena fue salvada de la muerte gracias a la intervención decisiva de sus mejores amigos, ‘Mujer ¿nadie te condenó? Yo tampoco, vete en paz y en adelante no peques más’.

«MARÍA MAGDALENA»

9.- CRECI EN MAGDALA

+ Escribo estas líneas por encargo, para explicarme sobre el gran maestro de Nazaret, para contar mi gran amor y mi pasión infinita por Jesús de Galilea.

Sé que habrán oído hablar y habrán leído cosas sobre María la pecadora o sobre la hermana de Marta, de María la de los siete demonios y otras María, mujeres que aparecen en varios escritos conocidos. Yo no soy más que María de Magdala, la Magdalena. En algunos textos escritos por los discípulos de Leví Mateo, leídos desde el comienzo en las asambleas, se habló de la Magdalena, como en otros relatos más recientes redactados por gente desconocida con otras intenciones y falseando nombre y contenido.

Era previsible que así ocurriera porque hemos pasado de los recuerdos vivos a los recuerdos escritos. El deseo de no olvidar lleva a algunos a contar muchas historias, pero no todas son igualmente ciertas. Dos vidas enteras no bastaran para contar lo que vieron y oyeron aquellos hombres y mujeres que convivieron los primeros años con el Jesús de Nazaret.

+ En verdad no creo que algunos últimos relatos perduren ni sean útiles para la enseñanza ni para la fe. El tiempo y nuestros grandes maestros sentenciarán. Escritos muy recientes sólo buscan conseguir gloria propia y recompensa o, lo que es más triste, descalificar a nuestro Cristo y a sus seguidores, propósito repetido con frecuencia por gente que no sabe de lo que habla ni cree en lo que dice que cree ni tiene pensado creer en nada que le incomode.

Estos creadores de fábulas piadosas, a merced de los intereses de influyentes comerciantes, les aseguro que autores y manuscritos bien pronto serán olvidados, tal vez alguno quedará en la parte más alta de viejas bibliotecas o en sus cuartos más oscuros.

Me dicen que sólo los discípulos griegos del joven Juan, el discípulo amado de nuestro Señor, sólo ellos parecen acertar en lo que cuentan sobre mí.

+ Desde muy niña habité en Magdala, muy cerca de Cafarnaúm, a orillas del gran lago de Galilea. Los primeros discípulos me llamaron la Magdalena, para distinguirme de las otras mujeres que acompañaron a Jesús en Galilea y en su largo camino hacia Jerusalén.

En Magdala crecí y tuve mi casa. Allí sigue viviendo, dicen, un hijo de la mujer que me alimentó. Ella me educó al principio por encargo y con esmero, pero sin cariño. Hasta que un día, por celos y calumnias, siendo yo todavía muy joven casi una niña aunque no doncella, una fría y oscura noche de invierno fui maltratada y echada fuera a los caminos con esta condena escrita colgada fuertemente y a mi cuello encadenada que decía así, ‘Si regresa será apedreada y despeñada’.

Mucho más sobre mí nadie supo, tampoco nadie preguntó. Pero en verdad ni yo misma sé ni sabré nunca dónde nací ni quién me trajo al mundo ni para qué. A veces gustaba pensar que alguien en algún lugar había soñado conmigo, me echó en falta y esperaba, pero nunca lo supe ni ya más nunca lo sabré.

+ Ahora mismo sólo me importa saber que alguien me abrió las puertas de su casa y me cobijó bajo su manto, que el buen pastor me amó y me rescató de las fauces amenazadoras de lobos feroces, que me libró de la noche oscura de la muerte muriendo conmigo, por mí y por todas las ovejas perdidas de Israel.

Pastor de verdad
pastor de mi vida,
ven hasta mí perdida
llévame hasta ti rendida.

Estas historias mías explican la amargura que habitaba en mi corazón huidizo, inquieto y temeroso. Porque en verdad hasta que conocí a Jesús mis días y mis noches los vivía sin vivir, sintiendo mi carne, mi alma y mi ser entero dolorido, penetrado de disgusto y envuelto en oscuridad.

La historia de mi pasado y mi situación respecto al sol, por el hecho de ser mujer, sirvió a otros muchos para dejarme fuera entre sombras de muerte, en el silencio de la exclusión.

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– Imagen: María Magdalena, José de Ribera, 1641, Madrid. Presenta la mujer en actitud orante en una cueva, elegante cortesana y joven penitente, con su frasco de perfumes.
– Imagen: Verónica, Via crucis.
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(I’ll never be) María Magdalena – Sandra – 1985

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Mª Magdalena -8 / Esperando su regreso

«Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre». La aventura interior de la fe será descrita por María Magdalena como una victoria de la luz, un doloroso nacer de nuevo y un pasar de la muerte a la vida; la conversión personal como una aventura tan impredecible como la vida misma. Ella pudo finalmente confesar su fe total en Jesús de Nazaret, además de su loco amor por él. Mujer muy anciana, viendo ya acercarse el final, traerá a la memoria palabras y sentimientos que iluminen el último tramo de su vida.

“MARIA MAGDALENA”

8.- ESPERANDO SU REGRESO

+ Tras la muerte en cruz del maestro, el sendero hacia la iluminación fue para mí largo y doloroso. Al fin creí en él con todo mi ser y le confesé como mi cristo y mi señor, como el viviente y la fuente de vida para siempre.

En efecto, los inviernos en los que la luz y las sombras se alternaron en mi alma, fueron largos y angustiosos. Ahora sé bien que Jesús nazareno es mi señor y mi libertad verdadera, mi esposo, mi único amor, mi vida y mi todo. De verdad lo siento y lo vivo así.

Es como quien tiene la certeza misteriosa de una nueva vida que lo habita y palpita en su interior. El mismo Jesús utilizó la imagen de la vida en el vientre de la madre para hablar de su proyecto de reino de Dios: una vida nueva en nuestro interior, que crece y va madurando. Será necesario esperar pacientemente su misterioso curso natural en cada uno.

– Miren, cuando una mujer dio a luz a su niño, no se acuerda ya más de la angustia, es tanta la alegría por la nueva criatura.
– He venido para que todos vivan, que no perezca ninguno que crea en mí.

+ Yo sé que Jesús nuestro señor volverá para ultimar mi historia personal. Culminará así un costoso trabajo compartido de amor y de sufrimiento. Al final quedará el amor, sólo el amor.

Nuestra vida no es como una historia interminable que da vueltas sin fin o se desvanece sin futuro en la nada y el vacío. El punto final, la muerte, será el principio de lo nuevo, el triunfo de la misericordia y el amor. Así ocurrió en el propio Jesús, pionero de la nueva criatura nacida tras tanto dolor y sangre en la cruz.

+ Ahora yo solo espero su regreso, su último llamado. Creo saber que, al verme penando por su ausencia, también esta vez se dirigirá a mí y pronunciará con determinación mi propio nombre:

– ¡María!
– Maestro, busco tu rostro.
.

Mi respuesta quisiera ser tan decidida como la del apóstol Tomás. De él cuentan que reconoció vivo a su Cristo amigo, cayó a sus pies rendido, y apesadumbrado entre sollozos le dijo:

– ¡Mi señor y mi dios! Yo creo en ti, mi rey y señor.
– Tomás, has visto y has creído, dichoso tú.

Siempre contigo
ante tus pies heridos
ante ti contigo
mi señor y mi todo
mi amigo,
te adoro y te amo
todo tuyo
todo en tus manos heridas
siempre contigo siempre.

Con el paso de los años mi espíritu está en calma. La paz ha regresado a mi alma que vigila día y noche y ahuyenta todo temor. La luz se hizo paso entre las sombras. He llegado a esta íntima convicción, creo y espero firmemente que la muerte ya no es derrota sino victoria.

* Imagen: «Llanto por la muerte de Cristo con santos», Sandro Botticelli (+1510), fragmento. Vemos a la Magdalena (?) abrazando con gran cuidado y cariño el rostro de Cristo muerto, el cuerpo recién desclavado y bajado de la cruz por los discípulos.

Claribel Alegría, María Magdalena

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Será oportuno traer al blog ‘nicodemo’ este bello poema de Claribel Alegría que lleva por título ‘María Magdalena’, en el libro “Soltando amarras” (2005), de la poeta nicaragüense.

– Descubriremos rasgos de su obra: el intimismo, la soledad, la complejidad de la vida, descripción delicada de los sentimientos de Mª Magdalena por Jesús de Nazaret.

    Te amé, Jesús
    te amé
    y tú también me amaste
    entre todos los rostros
    me buscabas
    y me querías cerca.
    Me sedujo tu voz
    la serena pasión
    de tu palabra.
    Sentí temblar tu carne
    sentí temblar al hombre
    cuando ungí tu cuerpo
    con perfumes
    y enjugué tus pies
    con mis cabellos.
    Pude haberte hechizado
    y no lo hice
    me frenó tu mirada
    tu renuncia
    entre todos los hombres
    fuiste el hombre
    y no quiero curarme
    de este amor.

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(1) Imagen: «La Madeleine», 1644, Georges de La Tour.

(2) Les recordaré otros versos de Claribel, su reacción ante la muerte de seres queridos. La poesía vino en su ayuda.

    – «Me di cuenta de que uno tiene que quererse primero para luego sufrir con los otros»

    Porque aprendí a quererme
    puedo sangrar
    con tus heridas
    .

    –Querencias, A Juan Gelman

N .- La poeta nicaragüense Claribel Alegría, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2017, falleció en la mañana del 25 de enero del 2018 en Managua a los 93 años de edad. En sus versos el influjo de la poesía desnuda de Juan Ramón Jiménez, y el compromiso de Benedetti. Dijo de ella Diego Doncel: «Su poesía es como un susurro, como una confidencia, como un secreto importante contado al oído; tiene por ello un tono sencillo, esencial». Descanse en paz.

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Podrán leer en el blog los relatos ‘Mª Magdalena y Jesús de Nazaret’, aquí verán la entrada «Ma. Magdalena. Índice» .

Mª Magdalena -7 / Mi fe inmadura

Conocemos las historias escritas o contadas, en códigos antiguos y en libros modernos, sobre los amores ocultos e inconfesables entre Jesús el gran maestro de Nazaret y María la Magdalena. Me temo que no sean más que fábulas, historias bien contadas, incluso supuestamente bien documentadas.

En esta SEGUNDA PARTE, María prosigue el relato prometido de sus recuerdos, situada ahora en el entorno de Mateo el publicano su principal protector. Nos contará sus primeros pasos de acercamiento a Jesús de Nazaret. Resulta fácil descubrir que los dos se necesitan. En momentos de crisis tanto Magdalena como Jesús buscaron el uno en el otro la acogida, el afecto y la comprensión que muchos otros les negaron.

«MARIA MAGDALENA»

7 . MI FE INMADURA

A mis jóvenes amigos yo les hablaba de Jesús Galileo, lo que sabía de él por mí misma, lo que me había contado alguno de los primeros discípulos, como Juan el apóstol o más tarde Leví Mateo y sus discípulos, cuando coincidimos en nuestro obligado éxodo.

Porque en las semanas posteriores a la puesta en cruz y la marcha definitiva del maestro, muchos seguidores del Galileo tuvimos que escapar y salir del país. Yo me uní al grupo de discípulos de Leví huyendo hacia las montañas del norte camino de Siria.

Nos desperdigamos como pudimos en las aldeas de agricultores y de extranjeros a pocos días de camino de Antioquia la Grande. Aquella región fue nuestro refugio ante el continuo acoso de nuestros perseguidores, ahí donde desde entonces tengo la casa y mis cosas.

En mi huida desesperada mis mejores maestros y compañeros fueron los discípulos de Leví Mateo el publicano. Ellos fueron instruidos por el propio Leví y por algunos escribas convertidos que creyeron a última hora en Jesús nazareno. Estos discípulos fueron muy amables y respetuosos conmigo, con ellos me familiaricé y ayudaron para no desesperar en la larga y oscura noche de la ausencia mientras duraba mi fe inmadura. Les deberé mucho.

En verdad yo misma hablé pocas veces, no muchas palabras, con el gran maestro Jesús. Lo escuché con atención y admiré, pero sin acertar del todo con la hondura de su mensaje ni vislumbrar de lejos el gran misterio escondido de su persona.

Lo seguí algún tiempo después junto al gran lago por los caminos de Galilea, buscando en el buen maestro la paz y el perdón a todos prometida. El ambiente que lo rodeaba me complacía y el tono de sus palabras me tranquilizaba. No quise dejarlo ya ni escuchar otras promesas.

    Buscando la luz y la vida mía
    te encontré mi amor y mi vida,
    palabra de paz y presencia
    peregrino de amor sin respiro.
    Pienso y descanso contigo
    sueña y descansa conmigo,
    ya no señor sino amigo.

En aquel entonces yo me sentí perdida, extraña ante Dios y la religión, mas ante la persona de Jesús atraída por su persona y su bondad, por las propuestas que a todos hacía.

Sentí vergüenza de mí misma y gran confusión al verme en ocasiones despreciada y excluida, también por parte de alguno de los discípulos.

Yo notaba en cambio sobre mí la limpia mirada de Jesús nazareno que no me rechazaba, el calor de su cercanía, agradecida sin fin por su interés y su acogida, sus palabras amables y su escucha.

    – María, ven a mí si estás abatida. No temas, descansa.
    – Maestro, te seguiré vayas donde vayas.
    – No tengo donde reclinar mi cabeza.
    – Estaré junto a ti, perfumaré tus cabellos y besaré los pies del mensajero que trajo la paz.
    – Ven conmigo, si me sigues no andarás entre sombras, tendrás la luz de la vida.

Como en tantas otras ocasiones, él continuó su camino al amanecer del día siguiente, buscando sin pausa otras ovejas perdidas de Israel, como él decía. Yo deseé con toda mi alma respetar su trabajo, sus promesas y renuncias. La misión a él encomendada fue su principal alimento, toda su vida y su gran pasión.

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-Imagen: Magdalena penitente, Guido Reni (1575-1642), mirando suplicante al Cristo de la cruz.
-Imagen: El Salvador, icono siglo xiv.
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La fe y la esperanza pasarán, lo que queda es el amor . .

Mariah Carey – Without You – (No puedo vivir sin ti)

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Mª Magdalena -6 / Él vive y reina

Con este sexto relato termina en nuestro blog la primera parte de las conversaciones y reflexiones de Magdalena con unos jóvenes discípulos que quisieron saber. María, explicando sus propias dificultades para creer, se muestra muy crítica con los que no creyeron. Lo que está en cuestión será la “resurrección” del crucificado Jesús de Nazaret, la realidad del sepulcro vacío y el encuentro de los discípulos con el maestro que vive de nuevo.

A pesar de las descalificaciones que su testimonio soportó por el hecho de ser mujer, no cabe duda de que María Magdalena fue testigo indiscutible y desinteresado de una y otra realidad, del nazareno muerto en cruz y del nazareno que vive, come y conversa. Fue el contenido fundamental del testimonio de los discípulos.

«MARIA MAGDALENA»

6.- ÉL VIVE Y REINA

Debo confesarles que, al recordar la larga espera de mi propia iluminación, mi cerrazón para entender, y cuánto costó abrir mis ojos ciegos y los de otros discípulos, reconociendo qué duras fueron mis entrañas hasta adorarlo vivo, no entiendo cómo algunos sabios de Israel y también fieles creyentes que luego abandonaron, cómo pudieron pensar que todo fue una leyenda imaginada por una alocada mujer y unos discípulos atemorizados.

No fue posible que tanta luz y tanta vida comunicada, con tanto sufrimiento, pudiera brotar de unas mentes iluminadas y desconcertadas, tan impotentes para imaginar y soñar, solo capaces de penar y desesperar.

Algunos malintencionados y obcecados debieron querer justificar así su propia negativa a creer, culpándonos de dar cuerpo a una maravilla inimaginable para nosotros mismos, hombres y mujeres simples como los demás, mortales y frágiles como todos.

frangelico_tangere-3Esta fue la maravilla, que Jesús muerto no quedó en el sepulcro nuevo del huerto de fuera para siempre, sino que comenzó muy pronto a vivir con cada uno de nosotros una vida que ya no muere, que él era todo vida, solo vida.

– Yo soy la resurrección, yo soy la vida, crean en mí.
– No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida.

# Yo lo creo ahora firmemente y en verdad es así. Porque no se engañen, no fueron tanto los días de su vida tan breve entre nosotros ni las enseñanzas del Nazareno lo que en definitiva importaba, sino su vida nueva, la vida que nos prometió a todos y que él adquirió tras su muerte en la cruz. Ante el acontecimiento de su puesta en el sepulcro y posterior desaparición, unos discípulos continuaron y otros marcharon regresando decepcionados a sus aldeas y ocupaciones habituales.

Después de tan horrible suplicio y muerte, si nuestro Cristo no hubiera resucitado, entenderán que la fe de los discípulos quedara vacía de sentido y sin futuro. ¿Quién va a declararse seguidor y apostar fuerte por un gran maestro de Israel que fue públicamente declarado infiel y blasfemo, maltratado y crucificado por malhechor y traidor?

# Esos mismos sentimientos y reflexiones ocurrieron cuando yo conversé con los jóvenes que me visitaron e hicieron tantas preguntas. Al oírme hablar de él como de alguien que vive, ¿no confundieron al resucitado con un fantasma o un sueño que aparece y desaparece, que vive al margen de nuestra vida real?

No fue así. Jesús vivo convivió y convive aún hoy como uno más, su presencia reconocida iluminó y transformó todo sin violentar nada, la certeza de su cercanía da sentido y trascendencia a una pequeña conversación o una comida fraterna, confundido entremezclado con lo de cada día. En esos instantes ya nadie preguntó, todos sabían, cada uno en su momento, que era él, que es nuestro señor.

El espacio y el tiempo se dilataban y a la vez se recogían para acoger la maravilla y facilitar su percepción en los que esperan y creen ¿cómo explicarlo sin romper el encanto de la nueva realidad? Aun con incertidumbres, debía cada uno hacer la experiencia y escuchar nuevamente su palabra:

– Soy yo, no teman, tengan paz.

# Mis jóvenes amigos se demoraron en ocasiones en pequeños detalles sin importancia, historias del pasado que yo misma les había contado. Entonces yo detuve mi relato, les miré a los ojos y les hablé con fuerza, como queriendo sobresaltarles y despertarles de sus sueños.

– Eso ya pasó ¿saben?
– Él vive y reina, volverá.
– Tengan la seguridad, créanme, yo lo vi y pude oír y tocar.
– ¡El es nuestro señor!

Ellos protestaron a mis palabras, y me urgían a continuar con mis historias y comentarios, yo respondí cada rato como supe a sus ansias de conocer lo sucedido. Cada uno quería llegar por sí mismo a mi fe de ahora, la que todo ilumina, la que yo tanto tardé en sentir, cuando finalmente se me abrieron los ojos del alma no pudiendo ya contemplarle de carne y hueso como antes.

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* Imagen: ‘Noli me tangere’: Jesús aparece a la Magdalena, 1441, Fra Angélico, Florencia. En un paradisíaco jardín junto al sepulcro vacío, vemos a la Magdalena conversando con el jardinero. Ella busca el cadáver desaparecido, el jardinero es para el pintor y el espectador el mismo Jesús resucitado. El estilo hace ver la ingenuidad de los personajes y sus pretensiones. María al reconocerle quiere comprobar lo ocurrido con sus propias manos; Jesús hace ademán de alejarse, pero encarga a la mujer que comunique cuanto ha visto. Según el evangelio del discípulo amado, la Magdalena será la primera que vio el sepulcro vacío y al Nazareno vivo y hablándole.

Mª Magdalena -5 / Cansado y sediento

Estoy presentando en este blog unos relatos que ideé para rehabilitar el buen nombre de María Magdalena y de Jesús de Nazaret. Con un mínimo de ficción, María Magdalena, desterrada y ya muy anciana, hace público su testimonio personal sobre el maestro de Nazaret. Más allá de sus sentimientos y nostalgias, el mensaje mismo de Jesús, sus propuestas de nueva religión, la oferta de nuevo camino. Como veremos en este nuevo episodio, sus discípulos y la misma Magdalena no quisieran abandonar nunca al Galileo, ni en situaciones de crisis y peligro.

«MARIA MAGDALENA»

5.- CANSADO Y SEDIENTO

+ Estos jóvenes discípulos al visitarme, contribuyeron los que más a mantener frescos algunos detalles del maestro, aparentemente insignificantes aunque para mí entrañables. Detalles no imaginados pero sí con el paso del tiempo recordados, soñando sin cesar y sin malicia por mi propia locura de amor y más tarde por mi fe ciega en aquel hombre.

Lo ocurrido en aquel entonces viviendo el Nazareno me parecía ahora más lleno de vida que nunca. Con la distancia de tantas Pascuas transcurridas, aquellos antiguos sucesos crecían sin cesar de tamaño y los vivíamos de nuevo en la casa mientras ardía nuestro corazón por el ambiente de búsqueda amorosa. No sólo recuerdos sino presencias, miradas y palabras entre Galileo nuestro señor y los discípulos que creen en él. Por eso entre nosotros escuchábamos y repetíamos una y otra vez sus preguntas y las nuestras:

– ¿A quién buscan?
– ¿Eres tú el que ha de venir?
– Vengan a mí, el Reino de Dios llegará pronto
– Vayan también ustedes a trabajar a mi viña
– ¿Quieres curarte?
– Maestro, señor, quiero verte y seguirte siempre
– Ven conmigo que soy la verdad y el camino
– Señor ¿dónde vives?
– Nuestro padre ya les quiere como a mí, no teman
– Anuncien estas buenas noticias a todas las personas
– ¿Quieren marcharse de mi lado y dejarme para siempre?
– Yo nunca les dejaré solos
– Manténganse siempre alerta, no se echen atrás en tiempos duros
– ¿A dónde vas ahora, señor?
– Confien en mí, vengan a mí, yo les mostraré el camino
– Ámense unos a otros, y amen a los que no les aman.

+ Recordaré un día de verano al atardecer, el mismo Jesús cansado y sediento esperando en el patio de la casa junto al viejo pozo. Se dirigió a mí diciendo con voz cálida y apagada:

– María, quería verte, tengo sed ¿puedes darme un poco de agua de tu pozo?

Sorprendida al verle y escuchar la súplica, le di a beber de mi jarra agua fresca recién pozada:

– Me alegro que estés aquí conmigo, me verás triste y perdida, porque la paz se ha alejado de mí, también yo te necesito ¿me darás a gustar, señor, tu amistad? ¿recuperaré la paz y la alegría?

Como era un día muy caluroso, nuestro señor Galileo quedó pronto dormido en la sombra junto al pozo sin apenas decir más. Yo mirando de cerca cantaba.

Siento la caricia de tu mano
el calor de tu mirada
que sana y reconforta
en el caer de la tarde
quédate hoy conmigo
abrazo de paz infinito
que acaba la luz y anochece.

+ Al día siguiente sus discípulos asustados llegaron en su búsqueda recién amanecido, le hablaron con preocupación y se alejaron con él a toda prisa.

– Las autoridades del Templo te buscan y te acusan de menospreciar su autoridad, de creerte un profeta y un mesías, tú ¿qué dices?
– Ustedes ¿qué piensan de mí? ¿quién dicen que soy? ¿Desean marchar de mi lado?
– Peligra nuestra vida, pero no te dejaremos.
– Sean valientes, recorramos juntos el sendero estrecho y escarpado que lleva a la luz, la verdad y el amor. No me dejen.
– Tú eres nuestro señor, el Cristo de Dios.

Sus seguidores más incondicionales lo aman, lo siguen y adoran como su rey y señor. Así ocurre con los grandes maestros y profetas, cuánto más tratándose de nuestro adorable y buen maestro Jesús Galileo. Tan grande era nuestra locura por él y por su mensaje, que estábamos dispuestos a entregar nuestra vida entera, hasta morir con él si fuera necesario.

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* En la imagen «Cristo y la Samaritana», Bernardo Strozzi (1581-1644). Encuentro y conversación junto al pozo, que sacia la sed de ambos de conocerse mejor y el deseo de ayudarse en sus dificultades. El resultado de ese primer acercamiento será una relación de amistad para siempre.

Una composición similar expresó el poeta español Gerardo Diego (1896-1987) en estos versos:

Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
Apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.

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Encontrarnos con Jesucristo también ahora nos cambia e ilumina. Escuchen si gustan esta melodía, llena de afecto y buenos deseos, ‘Encontrarme contigo’, grupo evangélico Satelite, México, 2012.

Mª Magdalena -4 / Frescos recuerdos

«Les escribimos lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, les anunciamos lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos, para que estén unidos con nosotros» (1ª carta S Juan). Las visitas y conversaciones que María Magdalena mantiene con unos jóvenes discípulos, hacen que recupere la alegría y crea rejuvenecer. Desde su gran fascinación por la personalidad de Jesús de Galilea, María quiere comunicarnos su experiencia. Llena de amor y nostalgia, sueña con nosotros por regresar en el tiempo y verse de nuevo junto al maestro de Galilea.

«MARIA MAGDALENA»

4.- FRESCOS RECUERDOS

— Los jóvenes de los que les hablé venían a mi casa algún atardecer en el último invierno. Me buscaban con interés, buscaban luz y calor, también el calor de mi hogar y de mi propia hoguera. Me contaban que los rabinos hablaron de mí en sus comentarios al nuevo camino que Jesús Galileo propuso. También escucharon los pareceres de algunos vecinos ya ancianos y de su propia familia. Muchos hablaron de la Magdalena, pero estos jóvenes quisieran oír y conocer por su cuenta para tener su propia versión y opinión.

Alguno de ellos ya fue bautizado en secreto, otros no manifestaron la intención de hacerlo, al menos por el momento. Todos comunicaron su interés por conocer más detalles sobre Jesús de Nazaret. Conversando discutieron entre ellos y preguntaron abiertamente sobre él, a pesar de que durante mucho tiempo, y aun ahora mismo, solo nombrarlo fue arriesgado.

Jóvenes y fuertes como eran viniendo a la casa ayudaron a esta mujer, que cada día amaneció un poco más torpe y con menos fuerzas. Las muchachas ponían a menudo cantando un poco de alegría, orden y limpieza en los rincones de mi pequeño hogar. Todos ellos pusieron también orden aun sin saberlo en mis recuerdos y sentimientos con las muchas preguntas que allí me hicieron.

— Mi alma entera y también mi cuerpo se alegraron al observar y escuchar, todo mi ser rejuveneciendo. Siempre a la búsqueda del verdadero amor, su afecto y simpatía me conmovieron íntimamente, lo confieso ahora sin reparo. Siendo el rostro de mi alma mucho más trasparente de lo que yo quisiera, los visitantes advirtieron pronto lo que en mí sucedía. Sonreían con bondad al notar tan a flor de piel mi sentir y mi necesidad, hambre de buen amor y satisfacción por su presencia y juventud.

Esta gente amiga llegó hasta mi puerta con pequeñas excusas, acercándose pronto al fuego que nos calentaba. Juntos soñábamos abrazando nuestras manos, al poco despertábamos sintiéndonos personajes que vivieran en otro tiempo con el Galileo y sus discípulos, en un mundo que nos encantaba a todos, un mundo de ensueño y bienestar.

Eran muy jóvenes y no me resultó difícil poner en marcha sus sentidos de dentro, imaginando y contemplando para que vieran y tocasen, que oyeran y hasta notasen aromas y sabores, ‘Ven, amigo mío, acércate, cuéntame’. Yo los fui llevando de la mano poco a poco hacia el Nazareno que los atraía con fuerza, familiarizando con sus bellos ojos y su semblante agradable.

Sin haberlo visto ya lo amaban, como si en verdad lo hubieran conocido. Las palabras y hasta los gestos del gran maestro les hablaron a ellos mismos directamente. Siguieron paso a paso el camino que marcaba mi discurso, con frecuencia entrecortado por el recuerdo y la emoción, ‘Señor mío, amor mío’.

Junto a ti
amor
todo es belleza,
tras de ti
mi vida
vuelo sin tregua,
sin ti
bondad suma
sólo tristeza.

— Al contemplarlo con detalle y ahí detenernos quedábamos fascinados. Nuevas curiosidades venían a nuestro espíritu. El rostro de Jesús, toda su figura, apareció ante nosotros limpia y luminosa, resplandeciente. Una delicada melodía de paz, una armonía interior desconocida, brotó en cada uno contagiándonos sin saberlo nuestras propias sensaciones.

También ellos asombrados descubrirán mis sentimientos personales, mi íntima ansiedad enamorada. En nuestro espíritu, y también en nuestro cuerpo, recibimos una suave conmoción, afectuosa y honda, que estrechó la comunión entre nosotros.

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La Ultima Cena, fragmento, Leonardo Da Vinci (+1519), donde grupos de discípulos reunidos a la mesa con Jesús discuten entre sí y preguntan al Maestro, inquietos y asombrados por lo que está sucediendo. Algunos han creído ver a la joven Magdalena entre los discípulos presentes, cerca del discípulo amado.

Mª Magdalena -3 / Mi alma en sombras

En estos relatos cortos María Magdalena quiso contarnos sus recuerdos. Hoy nos confesará su oscura soledad. Los primeros discípulos y amigos del maestro de Nazaret ya desaparecieron. Sospecha que únicamente Juan el discípulo amado vivirá todavía, viejo, ciego y desterrado.

Nostalgia y melancolía expresarán en este tercer relato la tristeza de vivir propia de un alma en sombras. ¿Qué le está ocurriendo a María Magdalena, anciana ya y enferma, que nos habla tan dolorida? Se le hace larga la espera y ya sólo desea reunirse finalmente con su señor muy amado: «Mira que peno por verte / y mi mal es tan entero / que muero porque no muero».

«MARIA MAGDALENA»

3 . MI ALMA EN SOMBRAS

+ Les diré que la propuesta de estos jóvenes me agradó, y a la vez me inquietó el regresar a aquellos años primeros ya tan lejanos. Preocupada en acertar con lo que ellos buscaban, yo quise ofrecerles lo mejor de cuanto esperaban de mí. Ellos me vieron como compañera de camino con una experiencia que les atraía, y también les pudiera ser útil, por no andar solos en su decisión de acercarse al maestro Jesús.

Estos jóvenes no supieron, ni tampoco adivinar, que aun siendo mujer aprendí algo a escondidas. Desde muy niña me aficioné a dibujar y escribir como podía los contornos y colores de mi alma solitaria, dolorida y ensimismada. Los paisajes de dentro y también los de fuera que pude observar. En tiempos pasados este monólogo conmigo misma me alivió algo del peso del silencio, haciendo más llevadero el misterio del mal de mis adentros. Quise dispersar así las sombras que siempre me acompañaron, adentrándome más en ellas por este camino.

También gusté cantar antiguos poemas y hasta inventarlos y escribirlos yo misma, porque hay momentos en los que el corazón sintiéndose libre consigue del modo expresar mejor sus enigmas, sus más íntimos sentimientos.

+ Ahora que me encuentro más conmigo y más quieta, por esta ancianidad mía tan larga, creo entender mejor las razones que estos jóvenes trajeron para convencerme, porque en buena parte serán también las mías.

Ocurrió que no todos piensan ni hablan igual del gran maestro de Galilea. Con el paso de los años se oyeron decir de él y también de mí misma y de otros discípulos cosas que no pude entender, que me duelen ahora y poco tendrán que ver con la historia verdadera de lo ocurrido.

+ En verdad apenas quedan ya testigos de aquellos primeros años. Ya desaparecieron discípulos y seguidoras primeras, hombres y mujeres que conservaron impreso en su alma el mensaje tan atractivo, la figura tan amable de Jesús el Nazareno.

Supe que el apóstol Juan aún vive, aquel joven y muy amado discípulo, siendo poco más anciano que yo. Se dijo que en su destierro va pasando los días y las noches casi sin ver buscando su rostro, el rostro de su maestro amado.

Los últimos días del más joven de los apóstoles pasarán mirando hacia ese cielo azul infinito que un limpio atardecer abrió a Jesús de par en par sus altas y estrechas puertas.

Ven ya nuestro señor,
mira mi corazón que abierto espera
vacío sin ti viviendo en sombras,
mira no me canse de esperar
que tan larga espera enferma,
no se borre tu imagen y figura
no tardes más enamorado,
ven ya nuestro señor.

+ Los dos fuimos testigos en Galilea de su partida y ausencia para siempre. Ahora los dos esperanzados aguardamos su regreso. El mismo maestro lo anunció:

– No teman, voy a nuestro padre, tengan paz y esperen.
– Volveré pronto para llevarlos conmigo, confíen en mí.

Vivo cada anochecer en espera del regreso de aquel lucero luminoso que aun alejándose, no llegó a apagarse del todo. Me dispongo pues para ese misterioso reencuentro, busco su rostro sabiendo bien que la ilusión por verlo de nuevo dispersará las sombras y amainará cualquier zozobra.

En lo humano y lo divino, entre luces y sombras, la unión sufre mal el misterio y la distancia.

Te adoro y te amo, mi señor,
íntima presencia, abrazo infinito
y mi todo, nada más.
Estar contigo, amigo del alma,
recostado en tu regazo,
señor y dios mío, mi único amor.

Decir mi sentir, llorar contigo
amor, soledad y pena,
tú me quedas, nada más.
Vivir para ti esperando tu venir
y al caer de la tarde descansar,
amor de mi vida, solo en ti, nada más.

Lo adivino llegar entre aquellas lejanas colinas por donde cada mañana regresa el sol. Entristecida a veces por tanta tiniebla, no veo las colinas ni el nuevo sol oculto entre oscuros nubarrones. Es a él a quien busco y llamo con todo mi ser, así cuando cantamos en nuestras asambleas y canto también para mí por mi propio consuelo en muchos anocheceres, buscando restañar con mi lamento la herida de tan larga ausencia:

– Ven ya nuestro señor
– Vivo sin ti viviendo en sombras
– Ven ya, no tardes más

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  • Imagen: Juan apóstol y evangelista, icono moderno. Según la tradición, Juan el más joven apóstol, el discípulo amado, murió en Éfeso muy anciano. En la imagen descansando sobre el costado del maestro, horas después con Nicodemo y Magdalena acompañando al Cristo crucificado. Su fiesta los 27 de diciembre.

La fiesta en memoria de Santa María Magdalena el 22 de julio desde el siglo X en el Monasterio de San Lorenzo de Constantinopla, donde se creyeron depositadas sus reliquias desde el año 899 provenientes de Éfeso. A partir del s. XIII el Misal de Letrán aceptó la tradición que reunía en una persona a María de Betania y a la pecadora anónima.

Vean aquí los primeros versos del poema de la carmelita española santa Teresa de Jesús (+1582), «Vivo sin vivir en mí», sugerido al entrar en el post:

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

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* Si lo desean, podrán escuchar el poema «Veante mis ojos» de santa Teresa en esta versión: