La eternidad, Miguel Hernández

– Homenaje y duelo ahora por un joven poeta para siempre.
– Todavía en el centenario de su nacimiento, pondré en el blog unos versos de Miguel Hernández (1910-1942), versos de enamorado, su voz que canta encarcelada.
– Podrán percibir el propio dolor, su rica vida interior y el ansia de eternidad sugerida, suma de sueños y desengaños.
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Camino a la eternidad

Tengo un poco de rico
cuando estoy a tu lado,
y así enamorado y vivo
gozo de lo poco que tengo
con lo mucho que me has dado.

Decir poco, cuando estoy contigo,
es decir más que todo
y valgo mucho más que cuando solo.

No soy sino te veo
y si me miras dulcificas
y das aliento a mi corazón,
que te sigue dispuesto
a derramar su miel
que antes de ti era hiel.

Vas morena de mi mano
andando con una solera,
que es gusto para mi amor
y perdición de mi pena.

Te quiero en la distancia
o en la cercanía de un beso,
tras un muro imposible,
que no es obstáculo sino un puente.

A pesar de la muerte te querría
camino a la eternidad.
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-Verán en la página ‘Miguel Hernández’ más datos y enlaces.
-En Comentario recordaré uno de los últimos poemas de Miguel Hernández, ‘Eterna sombra’, escrito en la cárcel en torno a 1939 y 1942.

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Cierto, yo mismo quisiera mantener siempre abierto el sueño de eternidad, amplio ventanal de horizontes donde tierra y cielo se besan, abrazado mi mar al azul infinito. Te quiero como la tierra al sol, cantaré.

Te Quiero – José Luis Perales

Cada vez que te beso me sabe a poco.
Cada vez que te tengo me vuelvo loco.
Y cada vez, cuando te miro, cada vez,
encuentro una razón para seguir viviendo.
Y cada vez, cuando te miro, cada vez,
es como descubrir el universo.

Te quiero, te quiero
y eres el centro de mi corazón.
Te quiero, te quiero
como la tierra al sol.

Cada vez que la noche llega a tu pelo
De cada estrella blanca yo siento celos
Y cada vez, cuando amanece, cada vez
Me siento un poco más, de tu mirada preso.
Y cada vez, entre tus brazos, cada vez,
despierta una canción y nace un beso.

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Un pensamiento en “La eternidad, Miguel Hernández

  1. ETERNA SOMBRA
    Miguel Hernández

    Yo que creí que la luz era mía
    precipitado en la sombra me veo.
    Ascua solar, sideral alegría
    ígnea de espuma, de luz, de deseo.

    Sangre ligera, redonda, granada:
    raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
    Fuera, la luz en la luz sepultada.
    Siento que sólo la sombra me alumbra.

    Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
    Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
    dentro del aire que no tiene vuelo,
    dentro del árbol de los imposibles.

    Cárdenos ceños, pasiones de luto.
    Dientes sedientos de ser colorados.
    Oscuridad del rencor absoluto.
    Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

    Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
    Ya no es posible lanzarse a la altura.
    El corazón quiere ser más de prisa
    fuerza que ensancha la estrecha negrura.

    Carne sin norte que va en oleada
    hacia la noche siniestra, baldía.
    ¿Quién es el rayo de sol que la invada?
    Busco. No encuentro ni rastro del día.

    Sólo el fulgor de los puños cerrados,
    el resplandor de los dientes que acechan.
    Dientes y puños de todos los lados.
    Más que las manos, los montes se estrechan.

    Turbia es la lucha sin sed de mañana.
    ¡Qué lejanía de opacos latidos!
    Soy una cárcel con una ventana
    ante una gran soledad de rugidos.

    Soy una abierta ventana que escucha.
    por donde va tenebrosa la vida.
    Pero hay un rayo de sol en la lucha
    que siempre deja la sombra vencida.

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