Corresponde hoy ofrecernos un mensaje de esperanza. El Pentecostés, envío del Espíritu santo, fue promesa de futuro que Jesús de Nazaret hizo a sus discípulos y seguidoras con estas o parecidas palabras:
-De regreso a la casa de Dios yo les enviaré mi Espíritu, él habitará íntimo en su corazón, será Alma de su alma, los iluminará para que conozcan mis preferencias, dará paz y confianza a su vida, y les pondrá en camino.
Con la ocasión me pasaron esta invocación, donde el Espíritu divino se manifestó como brisa y fuerza, dando vida y libertad, el buen amor lo resumirá todo.
Espíritu Santo,
eres viento: llévame donde quieras;
eres brisa: déjame respirar lo nuevo;
eres fuerza: levántame del suelo;
eres vida: dame pasión por la vida;
eres alimento: nútreme de tu savia;
eres luz: ilumíname con tus rayos;
eres calor: aviva mi ser;
eres libertad: hazme libre;
eres fecundidad: cúbreme con tu sombra;
eres agua viva: dame de beber;
eres respuesta: dame fuerza para decirte sí.
-Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbres. La presencia e inspiración del Espíritu nos hará confiar en el Amor divino ilimitado, misterio último de todo.
-Para amar como el Padre, el Hijo y el Espíritu deberemos cantar a la vida y la belleza, pacificando, consolando y, en la espera, curando heridas.
Parece que santo Tomás de Aquino rezaba así ante lo desconocido:
«Espíritu Santo, Dios de amor,
concédeme una inteligencia que te conozca;
una angustia que te busque;
una sabiduría que te encuentre;
una vida que te agrade;
una perseverancia que, al fin, te posea».
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Si gustan podrán escuchar esta versión de «Ven, Espíritu divino«, del grupo chileno ‘Canto católico’.