«El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada», san Juan c.6.
Aquí tienen para su consideración dos parábolas sobre el compuesto de alma y cuerpo, pensando su ahora y el después, el tiempo intermedio y su destino último, del infinito valor de ambos, cuerpo y alma, mas como solo el alma permanece.
+ Aunque el bello frasco que la contiene fuera el más exquisito y selecto, si quedara vacío le faltará su aroma escogida, su esencia. Si acabara roto, pronto será no más que nada. Así el ALMA fuera del cuerpo si se derrama, ofrecerá a cambio todas sus cualidades y su belleza, libre ya y señora, sin más límite ni apretura.
+ Aun cuando su estuche fuera el más fino y noble, sus adornos únicos, para la más linda y valiosa joya, si quedara sin nada, nada será sin su tesoro. Se verá el ALMA resplandeciente y desprotegida, libre de su antiguo cuerpo, brillará por sí misma, divina, fuera de la morada donde un tiempo se ocultó.
¿Será la intuición del pensador creyente, o el sueño de un poeta o un idealista? Tal vez la realidad se asemeje algo a su idea, no lejos de su sueño.
Por estos días de santos y difuntos, traeré algunos versos sobre un tema reiterado en el blog: la muerte y resurrección nuestra, de nuestros seres queridos y del mismo Jesucristo, «Si Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos».
Tenemos una fe heredada, y buscamos creer por nosotros mismos. En el tema de la muerte y de la vida, nuestra imaginación pudo quedar bloqueada, como nuestra razón.
Nos fiaremos de las palabras del Señor, «Quien cree en mí vivirá para siempre», y también del testimonio de muchos que pusieron su vida toda, también su muerte, en las manos del Padre bueno.
Vean pues estos versos y música, que en su simplicidad aportaron paz y confianza. Siempre habrá noche y oscuridad por alguna parte, mas la luz llegará y vencerá. Si sabemos esperar, amanecerá, un día más.
Tal vez Jesús quiso referirse a esa necesaria simplicidad de espíritu, a la facilidad para confiar y soñar, cuando nos dijo que «Será necesario haceros como un niño para entrar en el Reino que Dios les tiene preparado».
«Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo.
La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.
No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.
Antes del día,
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.
Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.
La fe velando,
para verte de noche
resucitando.
– Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.»
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– Cf. el testimonio firme de s. Pablo en su 1ª carta a los Corintios c.15.
Recibí hace días este recuerdo de una amiga de lejos. El motivo fue por la fiesta de la Ascensión, cuando Jesús de Nazaret después de resucitar se alejó de la vista de sus discípulos para siempre. Comenzó un tiempo de añoranzas e incertidumbres, tiempo de espera por su regreso. También será tiempo para el trabajo y el pan nuestro de cada día, tiempo de los sudores.
Es lo que ella quiso expresar con su envío del bello poema que la colombiana Gloria Inés Arias de Sánchez escribió para sus hijos, “No les dejo mi libertad, sino mis alas”. El Señor Jesús al despedirse de sus discípulos les ofreció su abrazo de amistad y una tarea a realizar, la promesa de su misteriosa presencia y su trabajo que deberán adivinar en su ausencia.
« Les dejo a mis hijos no cien cosechas de trigo
sino un rincón en la montaña, con tierra negra y fértil,
un puñado de semillas y unas manos fuertes
labradas en el barro y en el viento.
No les dejo el fuego ya prendido
sino señalado el camino que lleva al bosque
y el atajo a la mina de carbón.
No les dejo el agua servida en los cántaros,
sino un pozo de ladrillo, una laguna cercana,
y unas nubes que a veces llueven.
No les dejo el refugio del domingo en la Iglesia,
sino el vuelo de mil palomas, y el derecho a buscar en el cielo
en los montes y en los ríos abiertos.
No les dejo la luz azulosa de una lámpara de metal,
sino un sol inmenso y una noche llena de mil luciérnagas.
No les dejo un mapa del mundo, ni siquiera un mapa del pueblo,
sino el firmamento habitado por estrellas,
y unas palmas verdes que miran a occidente.
No les dejo un fusil con doce balas,
sino un corazón, que además del beso sabe gritar.
No les dejo lo que pude encontrar,
sino la ilusión de lo que siempre quise alcanzar.
No les dejo escritas las protestas, sino inscritas las heridas.
No les dejo el amor entre las manos,
sino una luna amarilla, que presencia cómo se hunde
la piel sobre la piel, sobre un campo, sobre un alma clara.
No les dejo mi libertad sino mis alas.
No les dejo mis voces ni mis canciones,
sino una voz viva y fuerte, que nadie nunca puede callar.
Y que ellos escriban, ellos sus versos,
como los escribe la madrugada cuando se acaba la noche.
Que escriban ellos sus versos;
por algo, no les dejo mi libertad sino mis alas…»
Por la pasada fiesta de la Pascua un colega hizo llegar al blog su apuesta de resurrección para todos:
– Yo resucito, nos dice el Señor, si ellos resucitan.
– Yo soy el enfermo, el pobre prisionero, el anciano olvidado, el niño hambriento.
– Soy también la mujer maltratada y la prostituida, tan llenas de sufrimiento…
– Soy el parado que ve cómo se le apaga la esperanza.
– Soy cuantos marchan de su país, muertos de hambre y de miedo, buscando poder vivir y la ‘dignidad’ del ‘ganarse el pan’.
– Yo soy el que sufre sin nadie que le comprenda.
– Espero resucitar. Tengo que resucitar.
– Les necesito. Yo resucitaré, si ellos resucitan. Así será buena la Pascua.
Prometemos vivir el presente en solidaridad, por un futuro más fraterno. Viviremos el triple mandato del Señor: lávense los pies unos a otros, ámense como yo los amé, y harán Eucaristía en mi nemoria.
La foto que les puse. El Papa Francisco maestro bueno que nos reeduca en la misericordia. Un Jueves santo lava los pies en la prisión romana.
Viéndonos a veces tan ciegos e insensibles, rezaremos así:
+ Tú eres la luz, luz que te entregas;
tú ciegas los ojos del soberbio
y curas al pobre su ceguera.
+ Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta.
Podrán leer en comentario un ‘lavatorio de los pies’ virtual, al unir y extender nuestro gesto con el de Jesús por personas de nuestro entorno que precisan ayuda y atención.
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= Jesús lloró, conmovido en su interior, se acercó al sepulcro y ordenó ¡Quiten la piedra!
Leí unas reflexiones recientes a propósito de la resurrección de Lázaro que me hicieron pensar. En verdad solo el amor moverá las montañas y las losas más pesadas.
El amor verdadero tendrá un dinamismo creativo y liberador que se expresa con obras, no solo buenos deseos, pasa a la acción y transforma la realidad. Ese motor del mundo que mueve todo, es el amor.
= Una niña caminando por un sendero llevó a cuestas a su hermanito. Mirándola pregunté: ¿Cómo puede llevar una carga tan pesada? La niña me miró con sorpresa y dijo ¡No es una carga, señor, es mi hermanito!
¿Cómo explicar lo de Lázaro del Evangelio?
. . Solo desde el amor se explica que el Señor Jesús regrese a Judea donde quisieron matarlo: ‘Señor, tu amigo está enfermo’.
. . Solo desde el amor pudieron los discípulos decir: ‘Vamos también nosotros a morir con él’.
. . Solo desde el amor se explica el grito de Jesús ante la tumba de su amigo: ¡Lázaro, sal de ahí!.
. . Solo desde el amor se entiende: ‘El muerto salió, las manos y los pies atados, la cara envuelta en un lienzo’.
= ¿Seremos hoy capaces de quitar losas de muerte, de sacar a los muertos, o al menos seremos fuertes para cargar a cuestas con nuestro hermano en necesidad?
Días atrás celebramos los santos y los difuntos, de todos nosotros, de nuestros seres más queridos que no hemos vuelto a ver.
En las circunstancias de ahora como en otras, cuando parece reinar solo oscuridad y tristeza, el discípulo de Jesucristo también tiene dificultad para ver, nota temblar su voz y su mirada y aparecer la duda.
Estos pocos versos tomados de un himno litúrgico quisieran despertar la memoria y disolver toda neblina en la mañana, la limpia luz primera levantará el ánimo ahora retraído.
La razón de ser de mi esperanza es Cristo resucitado, nuestro Señor del alba. Creer es también despertar y esperar.
El alba de oro crece
y anda ya próximo el Señor;
el sol, con lanza luminosa,
rompe la noche y abre el día.
¡Puro milagro de la aurora!
Cristo de pie sobre la muerte,
y el sol gritando la noticia.
Guárdanos tú, Señor del alba,
hijos de luz resucitados;
ser pura transparencia
bajo la luz recién amanecida.
Este fue el Credo de juventud del Padre Jorge Bergoglio, ahora el Papa Francisco, que ofrezco aquí resumido. Él lo escribió a sus 30 años, pocos días antes de hacerse sacerdote. Su fe en Dios fue una apuesta entrañable por la vida y la bondad:
: Quiero creer en Dios Padre, que me ama como un hijo, y en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al reino eterno de vida.
: Creo en mi historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y me salió al encuentro para invitarme a seguirlo.
: Creo que los demás son buenos, y que debo amarlos sin temor.
: Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla.
: Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena como una noche de verano.
: Espero la sorpresa de cada día en la que se manifestará el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me acompañarán hasta el encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que quiero conocer y amar.
Él mismo contó que su profesión de fe fue escrita en momentos de gran intensidad espiritual, y que hoy la volvería a firmar.
(Ver en «El Jesuita», de Rubin-Ambrogetti, B. Aires, 2010)
:: Tomé estas notas a propósito del cielo y del infierno. Preguntaron si al final muchos merecerán duro castigo, pues hicieron gran daño a otros.
– Infierno como cosa de Dios no me cuadra. No puedo pensar un Dios que sea padre, y partidario de pena de muerte para su gente.
– La venganza, desear mal o condenación para alguien, aun culpable, no es un pensamiento gratificante.
– Sobre el final y el después, habrá que esperar y confiar. Solo un Padre bueno sabrá hacerlo. Bastará creer en la vida eterna como anhelo y puro regalo.
Fue una apuesta del creyente. Más que creer en algo, creemos en Alguien que nos ama y no quiere que nadie se pierda.
Lo claro es que Jesucristo resucitó, pues si Él no resucitó, todo termina ya. Nos prometió un lugar, estará la ilusión del reencuentro.
:: Yo también lo creo así. Importa mucho sentirme bien, verme vivo, vivir en paz. Ver si en la espera puedo mantener encendida la lámpara de mi fe, pues pronto será de noche.
Alguien dijo que lo más importante será esperar, esperar siempre, esperar a Dios hasta el final.
«Jesús dijo: Tengan encendidas las lámparas aguardando a su señor de la boda, para abrirle apenas llame. Dichosos los criados a quienes el señor encuentre despiertos, los hará sentar y los irá sirviendo. Si llegara en la noche, dichosos ellos» (san Lucas c.12).
– Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.
– Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre.
:: Leí que Gandhi oraba este bello deseo: “Enséñame, Señor, que perdonar es un signo de grandeza, y que la venganza es una señal de bajeza”. El Señor es de misericordia sin fin.
Y un buen amigo, llegado ya a su destino, me recitó un día con mirada serena estos sencillos versos:
«Al borde de mi noche me he sentado,
esperando tranquilo la mañana.»
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En la espera, la confianza necesaria, quiso trasmitir este canto de Satelite, Mexico «Vuelve, Señor».
«El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida» /san Juan c.6
# El sacerdote y escritor José L. Martín Descalzo, nos dejó su testimonio poco antes de morir:
«Soñé a lo largo de mi vida muchas cosas. Ahora sé que solo salvaré mi existencia amando; que los únicos trozos de mi alma que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. ¡Y he tardado cincuenta años en descubrirlo!»
Él mismo confesó también con estos versos:
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.
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# Jean Pierre Schumacher, monje superviviente de la matanza de Tibhirine (Argelia), recordó la razón de aquellos hechos:
‘Ninguno de mis hermanos deseaba morir mártir. En cada uno una batalla interna para vencer el miedo de ser víctima de una agresión violenta o ser tomado rehén por los islamistas.
. . Su fidelidad a la decisión de no abandonar a la gente de su entorno, fue la causa de su secuestro y de su muerte, fue por amor.
. . No me asusta la muerte, soy un hombre libre, dirá Luc el anciano monje médico’
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# Esta propia confesión de enigmas y certezas:
Si la vida es vida,
razones, besos
emociones y sueños,
cuántos.
Si la muerte es muerte
besos y emociones
cuántos sueños,
dónde.
La vida muerte,
fue eternidad menuda.
La muerte vida
será eternidad divina.
# Pasado un tiempo encontré este poema de Claribel Alegría, poeta nicaragüense:
Quiero entrar a la muerte
con los ojos abiertos
abiertos los oídos
sin máscaras
sin miedo
sabiendo y no sabiendo
enfrentarme serena
a otras voces
a otros aires
a otros cauces
olvidar mis recuerdos
desprenderme
nacer de nuevo
intacta.
# Vean este conocido soneto de Francisco de Quevedo:
‘Amor constante más allá de la muerte’
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
.. mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
.. Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
.. su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
# Para terminar con estos versos del Salmo 27, confianza sin fisuras:
«El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida»
Puntos de vista que nos acercarán al evangelio, al mismo Jesucristo. Él es la razón de nuestra espera en el camino a veces duro de la vida. Habrá motivos para el desespero, mas también para la esperanza.
La gran enfermedad y la muerte pusieron todo en cuestión, mas la fe abrió su puerta: «No teman, yo vencí a la muerte».
– Marc escribió hace poco: «Se me ha pinchado un sueño, una ilusión se me pinchó y me vine abajo».
– Mary dijo: «Quiero tener la moral muy alta, para tener ilusiones y luchar por la utopía de conseguir un mundo mejor».
La esperanza es ánimo y mirada confiada, hacia delante, hacia el futuro. Es tan oscuro a veces el horizonte, que parece no estar, sin luz para verlo.
– Jesucristo es nuestro horizonte, la luz que nos hace ver el camino hasta llegar a la meta. Creer en Él es ponerse en marcha, «El que me sigue no caminará en tinieblas».
– «¡Quédate con nosotros, que está anocheciendo!».
En tiempos difíciles el cansancio y el desánimo se apoderan de los más frágiles. Son tiempos de indigencia de pan y trabajo, de fe y sentido de vida, tiempo de pesada carga.
«Para Jesús de Nazaret dejar que se apague la esperanza no es un pecado, es una insensatez. Las jóvenes de la parábola que dejan que se apague su lámpara antes de que llegue el esposo son necias. Lo más importante que ha de hacer el ser humano será esperar a Dios hasta el final» (J.A. Pagola).
Presentes la impaciencia y la incertidumbre, la fe y el amor que se apagan, mas también la ilusión que nos mueve, y la certeza de saber sin ver. Solo la fe nos mantendrá firmes en la espera, será fidelidad.
: La fe es anticipo de lo que se espera, prueba de realidades que no se ven.
: Abraham se fio de Dios, y esperó cuando estaba sin esperanza.
: No pierdan ánimo, no renuncien a la confianza, necesaria paciencia para obtener lo prometido.
: Todavía un poco, muy poco, y el que ha de venir vendrá.
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Algo así quiso expresar el poeta y cantante catalán Lluis Llach, con su canción “Fe no es esperar” (1968). Dedicada a Marc con cariño, que pasando los meses ya tomó el camino de la Casa del Padre.
Fe no es esperar
fe no es soñar
fe es la penosa lucha
para hoy y para mañana
fe es dar la mano
la fe no nos hará vivir del pasado.
Enterremos el miedo
enterremos la noche
apartemos las nubes
que nos esconden la luz
hemos de ver claro
el camino es largo
y ya no tenemos tiempo de equivocarnos.
Es preciso ir avanzando
sin perder el paso
es preciso regar la tierra
con el sudor de tu trabajo
es preciso que nazcan flores a cada instante.