A la categoría ‘evangelio’ de este blog le faltaba un capítulo importante que debía llamarse ‘El Dios de Jesús’. Los cuatro evangelios dibujan un retrato interior del Dios en el que cree Jesús de Nazaret.
Una encomienda propia de los profetas de religiones será contar los pensamientos y explicarnos el ser de Dios, también juzgar y corregir errores. Alguno de ellos dará origen así a las diversas religiones.
¿Cómo es el Dios de Jesús? ¿Qué vivencia de Dios desea comunicar a sus discípulos? ¿Qué cambios quiere introducir en la religión de su tiempo? ¿Cómo fue la fe de Jesús?
Jesús perteneció a un género distinto de profeta. Se presenta como Hijo, conoce a Dios de cerca, le será familiar. Palabra de Dios hecha carne, conocerá al Padre Dios como nadie. Su presentación del Dios de Abraham y de Moisés tuvo acentos propios, un perfil diferente de lo divino.
«Jesús de Nazaret anunciará que algo nuevo se ha puesto en marcha. La humanidad no camina sola, abandonada. Hay alguien empeñado en la vida y felicidad última de todos, alguien que es bondad, acogida, liberación, plenitud: es Dios, nuestro Padre.» (J.A Pagola)
Recordaremos algunos rasgos propios del Dios de Jesús de Nazaret:
– Es padre bueno, acogedor, que espera siempre, lleno de alegría por el regreso del hijo más pequeño, así lo describe el texto del Hijo pródigo.
– Es grande por su bondad, nos escucha y comprende, disculpa y perdona siempre, «hasta setenta veces siete».
– Es señor pero servidor, que recoge compasivo al herido y cuida del maltratado, como en el Buen samaritano.
– Es soberano y a la vez humilde, a los pies de sus discípulos, identificado con los niños y con los que pasan hambre o están enfermos, «tuve hambre y me dieron de comer».
– Es padre que está en el cielo, pero habita en sus criaturas, su templo es el corazón de cada uno, somos su viva imagen, es padre nuestro, él es amor.
(Texto parábola del Hijo pródigo, san Lucas c.15)
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-Imagen: El regreso del hijo pródigo, 1662, H. Rembrandt, fragmento. El padre con rostro luminoso y cansado, abraza en sus entrañas al hijo ya recuperado, sombrío y apesadumbrado.
-Vean nuestra entrada «La fe de Cristo»
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