La pregunta inicial por la felicidad será dónde está y qué formas tiene.
– La felicidad cambia de lugar según las personas. Para unos la felicidad está en el disfrutar, en la abundancia, en el tener. Por insaciable nunca llega.
– Ser feliz para muchos será vivir enamorado, la felicidad es otro nombre del amor. Si sientes amor de verdad, comunión y amistad, te llenará de armonía y de paz.
– El egoísmo no trae felicidad; generosidad y felicidad van de la mano.
– La felicidad es interior, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
– Para otros la felicidad siempre se aleja, no se alcanza, es un sentir fugaz que se desvanece. La felicidad será entonces, paradoja, una desgracia y una frustración.
Y así muchas otras impresiones. Mas la felicidad verdadera no está aquí o allá, se lleva dentro, en el corazón, es un estado interior, una sensación que parece pasajera, mas deja huella y da estabilidad. Es plenitud y te llena, sabe a eternidad.
– Leí en un colega: «A veces las estrecheces materiales no nos impiden ser gente alegre, optimista y generosa. Ahora, en plena crisis, teniendo mucho más, nos hemos vuelto tristes, codiciosos y huraños».
Es gran verdad. La felicidad personal depende más de la propia actitud, del ser de cada uno, de las metas espirituales de la propia vida, más que del tener o el desear, porque «la vida no depende de los bienes».
Les hago llegar algo sobre el tema que me suena bien y coincidente, sobre la obra de André Comte-Sponville: «La felicidad que propicia la sociedad actual es consecuencia de un rígido sistema de ilusiones, mentiras u olvidos. La felicidad que los griegos llamaban sabiduría, es una felicidad que no se obtiene a base de drogas, de ilusiones, de diversión; es una felicidad que se obtiene en una cierta relación con la verdad: es decir, una felicidad verdadera».
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