:: Un amigo de lejos me hizo llegar esta historia para ilustrar el aporte de claridad y de sentido que el creyente cristiano debiera poner en este mundo. Notamos mucha sombra de corrupción e injusticia, las envidias traicionan los bajos instintos por el abuso de poder, la avaricia de bienes que mata y margina a tantos.
«Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta huía rápido con miedo y la serpiente no desistía. Huyó un día y ella la seguía, dos días y la seguía. Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
– ¿Puedo hacerte tres preguntas?
– Puedes preguntar, contestó la serpiente.
– ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? preguntó la luciérnaga.
– No, contestó la serpiente.
– ¿Yo te hice algún mal? dijo la luciérnaga.
– No, volvió a responder la serpiente.
– Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
– Porque no soporto verte brillar».
:: En los evangelios Jesús de Nazaret pedirá a los discípulos un esfuerzo de autenticidad y de generosidad, que sean sal y luz para la gente… Como si algunos creyentes padecieran ‘anemia’, la fe se volvió sosa y oscura, o como si solo buscaran la propia gloria.
“Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada… Son la luz de este mundo. No pondrán una lámpara bajo un cajón; se la pone en lo alto para que alumbre a todos… Que todos den gloria al Padre del cielo”, san Mateo c.5.
:: La luz y la sal como símbolos de bienestar espiritual. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué tanto de sentido y de buen sabor debiera yo aportar? ¿Cómo presentar nuevas razones para vivir, para vivir en evangelio? ¿Sabré quitar los sinsabores y sombras presentes?