– Había un hombre rico que vestía y comía ricamente. Había también un pobre, llamado Lázaro, cubierto de llagas, tendido a la puerta del rico. Deseando saciarse con lo que caía de la mesa, y hasta los perros venían a lamerle las llagas (s Lucas c.16).
Celebrando la Cuaresma y Semana santa, será tiempo para el autoexamen buscando la mayor sinceridad y la mejora evangélica de nuestra vida personal y familiar.
Me llegaron estos versos de Blas de Otero con ocasión de la parábola de Lázaro mendigo. Sentirse perdido, agobiado, pero confiado. Testimonio de fe y dolor, lamento también por una humanidad malherida y desconsolada.
Salva al hombre, Señor, en esta hora
horrorosa, de trágico destino;
no sabe adónde va, de dónde vino
tanto dolor, que en sauce roto llora.
Ponlo de pie, Señor, clava tu aurora
en su costado, y sepa que es divino
despojo, polvo errante en el camino,
mas que tu luz lo inmortaliza y dora.
Mira, Señor, que tanto llanto, arriba,
en pleamar, oleando a la deriva,
amenaza cubrirnos con la Nada.
¡Ponnos, Señor, encima de la muerte!
¡Agiganta, sostén nuestra mirada
para que aprenda, desde ahora, a verte!
Reflexión:
• Si levantamos los ojos hasta el rostro de Jesús crucificado, contemplaremos el amor de Dios sin fin, maltratado, entregado hasta la muerte por nosotros.
• Si miramos bien, descubriremos en ese rostro el de tantos otros crucificados de nuestro mundo reclamando ayuda, nuestro amor solidario y compasivo.
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* Blas de Otero (+1979), representante de la poesía social española, tras una época de grandes inquietudes y temores, encontró por un tiempo en la religión el apoyo necesario, como en la amistad y en el arte.