— Si voy a vivir toda la vida conmigo, mejor que sea mi amigo.
Alguien que te quiere bien pensó poner en verso algo de tu entrada ‘Las manos de Dios’. Fue un diálogo amistoso entre la criatura y su creador. Que pueda servir de recuerdo, también como canto y rezo del corazón al divino Señor.
MANOS AMIGAS
Manos de alfarero
trabajan mi arcilla tierna
acariciando dan forma y belleza,
fragilidad y pobreza.
Me dejaré hacer a su imagen
trabajador incansable
haciéndome suyo.
Manos de padre
dan la mano y acompañan
mi vida en sus manos.
Él me levanta y abraza
me recibe en la casa,
me lleva de su mano
a la mesa que prepara.
Manos que abrazan mi indigencia y mi pecado,
padre y madre que reconforta.
Manos de pastor guían mis pasos
por un camino llano,
él va conmigo, nada temo.
Si me pierdo me toma en su brazo,
cura mis heridas;
si cansado
me acaricia y consuela.
Él me anima a seguir el camino y vigila mis pasos,
dejándome libre.
Manos de viñador
que cuidan su viña y mi vida
que esperan los frutos.
Él riega la tierra con el sudor de su frente
y su agua buena;
su mano podará lo reseco, limpiará lo que estorba.
Con él sarmiento en la vid, correrá por mis venas
su misma vida.
Manos amigas
estrechan las nuestras
acarician y sanan.
Manos heridas que sufren y rezan
deseos y menosprecio.
Manos que tiemblan y hablan,
en silencio.
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Añadiré la súplica confiada de unos días de oración en la montaña: «Haz, Señor, que sienta tu amor en la mañana y me acompañe todo el día; alarga tus manos y aprieta, entre las tuyas, mis pobres manos».
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