– No me resigno a que Dios sea para siempre un Dios oculto, sin conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús.
Por la pasada fiesta de los Santos y difuntos, leí en el teólogo José Antonio Pagola su fe en la vida eterna, su apuesta por la vida, una luz que alumbra en la espera, océano de amor y esperanza, invitando a vivir con la puerta siempre abierta y el corazón despierto, para recibir al que llega y nos abraza, aunque esté tardando.
:: Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que nuestra vida sea solo un paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, presiento que Dios está llevando hacia su plenitud nuestro deseo de vida, de justicia y de paz, un deseo de la creación y de la humanidad.
:: Creer en el cielo es para mí rebelarme a que hombres, mujeres y niños, que conocieron en esta vida miseria, hambre y sufrimientos, queden enterrados para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni más llanto, la verdadera patria.
:: Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a enfermos crónicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud, «Ven, descansa, entra ya en el gozo de tu Señor».
– Cierto, como creyente, el último capítulo de mi vida será sin duda el primero de una nueva aventura, desconocida. Quisiera vivirlo así, como un desafío, con mucha ilusión.
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